La religión tiene tres dimensiones: la teológica,
donde se trata de demostrar la existencia y la necesidad de los dioses; la
ética, donde se trata de los principios y valores para llevar una vida
espiritual que procure el bien social; y la sociológica, donde los religiosos
convertidos en poder institucional quieren transformar el mundo en conformidad
con su concepción del mundo. El ateísmo tiene también esas tres dimensiones: en
el ámbito de la teología trata de demostrar la necesidad de la existencia de
dios y lo presenta como una creación fantástica del ser humano; en el ámbito de
la ética comparte algunos principios y valores idénticos a la religión puesto
que también busca el bien social; y en el ámbito sociológico también busca transformar
el mundo pero de acuerdo con su concepción atea. Yo creo que el mundo sería
mejor si el ateísmo entendido en su sentido profundo desempeñara en el sistema
de enseñanza el mismo papel que desempeña la religión. Cuando hablo de ateísmo
no hablo del ateísmo proveniente de las ciencias naturales, sino del proveniente
de la filosofía, donde podemos destacar figuras tan trascendentales como
Feuerbach, Nietzsche y Marx.
¡Aviso importante! Hasta ahora cuando se pinchaba en las etiquetas no aparecían todos los trabajos publicados bajo dicha etiqueta. Ahora hay paginación y se puede acceder a todos los trabajos publicados. Otra cuestión: Soy Ingeniero Técnico y Licenciado en Filosofía, pero de forma general me considero un Investigador Independiente.
sábado, 26 de agosto de 2017
miércoles, 9 de agosto de 2017
El fútbol como manifestación de la universalidad de los intereses egoístas
“El
interés general o común no es cabalmente otra cosa que la universalidad de los
intereses egoístas”. Karl Marx.
El imperio del mercado es el imperio del valor de
cambio. Y el valor de cambio es la manifestación de la división del trabajo. Y
la división del trabajo concebida como interrelación e interdependencia
significa que todos dependemos de todos, que todos trabajamos para todos, que
todos satisfacemos las necesidades ajenas. Pero esta división del trabajo está
organizada de modo capitalista, de modo que en esto de todos trabajamos para
todos hay algunos que se llevan mucho más de lo que entregan. Los futbolistas
de élite trabajan para los demás, producen un espectáculo que satisface las
necesidades de entretenimiento y enajenación de la gente, pero ingresan a
cambio demasiado dinero. Eso implica que muchos trabajan para ellos o entregan
a cambio más de lo que reciben. Uno de los secretos del enriquecimiento de los
futbolistas de élite está en el modo de consumo, el hecho de que un solo
producto, un partido de fútbol, pueda
ser consumido de forma simultánea por millones de personas. Pero en el fútbol
todo lo irracional e injusto se ha vuelto natural. El traspaso de Neymar al PSG
ha costado 220 millones de euros y el propio Neymar ganará anualmente 30
millones de euros. Nadie se asombra y nadie hace nada, ni la izquierda llamada
radical, que de continuo equivoca sus blancos. Y la gente en general, dominada
por la ideología capitalista, admira la extrema riqueza y el exorbitante lujo. Sueñan
con ese mundo. Desean ese mundo. Pero para eso está el Estado, la
autoconciencia humana objetivada, para poner remedio a aquello que de modo
natural produce enormes perjuicios a las mayorías sociales. Así que como un
solo partido de fútbol es consumido por millones de personas, el Estado puede
hacer dos cosas: obligar a que la emisión de los partidos de fútbol sea gratis
o imponer una carga impositiva del 90 por ciento a los ingresos de los clubes
por los derechos televisivos.