sábado, 20 de julio de 2002

Los símbolos

Iniciaré esta sección exponiendo la definición sobre los símbolos de Hegel en su obra Lecciones sobre Estética. Y a continuación aplicaré y desarrollaré los conceptos suministrados por Hegel en dos casos particulares y en el marco de mi concepción sobre los fenómenos semióticos. En el símbolo hay que distinguir dos aspectos: por un lado, el significado, y por otro lado, la expresión. El significado es una representación, un acto interior, y la expresión es una existencia sensible, un objeto externo. Dentro de los símbolos hay que distinguir dos clases: la primera clase está constituida por aquellos símbolos donde entre el significado y la expresión no hay referencia alguna, mientras que la segunda clase está constituida por aquellos símbolos donde hay referencia mutua entre significado y expresión. Hasta aquí Hegel.


La bandera como ejemplo de la primera clase de símbolos


En primer lugar, hemos de considerar a la bandera en sí misma: un trozo de tela comúnmente de figura rectangular atada por uno de los lados cortos a una asta. Considerada en sí misma la bandera no es más que un objeto de la contemplación, de la que sólo sabemos dos cosas: una, de que partes está compuesta, tela y asta, y cual es su configuración, rectangular. En segundo lugar, hemos de analizar la bandera no en sí misma sino en relación con otros, en relación con los hombres que hacen uso de ella. De esta relación con los hombres brota el valor semiológico o simbólico de la bandera. Analicemos, pues, más en detalle y más en concreto dicho valor semiológico.

Un soldado siempre lo es de una determinada nación y representa a esa determinada nación. El ciudadano, por el contrario, es de una determinada nación, pero no representa específicamente a una nación. El ciudadano sólo se representa a sí mismo, mientras que el soldado representa una substancia social: su nación. Por lo tanto, se trata de saber en principio cuál es el papel que desempeña la bandera, no para el hombre en general, sino para el hombre en tanto representante de una nación: en tanto soldado, deportista olímpico, etc.  El soldado hace uso de la bandera para expresar su identidad nacional, enarbolándola y mostrándosela a los otros que se encuentra  a una distancia determinada. Mientras que los otros, percibiendo la bandera enarbolada, hacen uso de ella como medio para identificar la nación a la que pertenece el soldado. Bajo el punto de vista de los agentes humanos hemos de decir lo siguiente: el soldado lleva a cabo un acto de expresión y los otros llevan a cabo un acto de identificación. Y bajo el punto de vista de las cosas diremos esto otro: el soldado hace uso de la bandera como medio de expresión, mientras que los otros hacen uso de ella como medio de identificación. Con el cambio en el modo de ser de las personas que actúan en esta relación semiológica, de ser la persona que expresa un rasgo de identidad a ser la persona que identifica dicho rasgo, sobreviene el cambio en el modo de ser de la bandera, de ser un medio de expresión a ser un medio de identificación.

Pero como las naciones no son una y la misma sino muchas y distintas, igualmente las banderas no pueden ser una y la misma sino muchas y distintas. Y dado que las naciones son diferentes entre sí, surge el problema de cómo determinar las diferencias entre las banderas. Históricamente estas diferencias no se han buscado en la figura, pues comúnmente todas las banderas tienen forma rectangular, sino en los colores, en su combinación, distribución y orden. Los colores desempeñan en las banderas el mismo papel que las letras en los significantes. Con solo 29 letras puedo formar millones de significantes diferentes, con solo 7 colores puedo formar cientos de banderas diferentes. Un ejemplo más de cómo la unidad, los siete colores, ordenan la multiplicidad, los cientos de banderas diferentes. ¿En qué se parecen la bandera, en su papel de expresión, y la nación a la que pertenece y representa el soldado, en su papel de significado? En nada. ¿Qué afinidad, referencia e interpenetración existen entre la bandera y la nacionalidad del soldado? Ninguna. Esta es la característica específica de esta primera clase de símbolos: entre el significado y la expresión hay indiferencia absoluta.

El león como ejemplo de la segunda clase de símbolos


En primer lugar, hemos de considerar el león en sí mismo, tomando nota de su figura, de las partes que constituyen su organismo y de sus dimensiones. En segundo lugar, hemos de considerar el león en sus relaciones con otros animales, muy especialmente en su relación depredadora. En el proceso de persecución y derribo de un impala, por ejemplo, podemos observar la gran fuerza que tiene el león, su enorme poderío físico. Su fuerza se manifiesta, no cuando está en reposo, sino cuando está en movimiento, esto es, cazando. Y en tercer lugar, hemos de considerar el león en su relación espiritual con el hombre, donde éste hace uso de aquel como símbolo de la fuerza.  En esta relación semiológica debemos distinguir dos factores: por una parte, el hombre, y por otra parte, el león. ¿Qué hay de común entre el león y el hombre? Que el león tiene la propiedad de ser fuerte y el hombre tiene en su cabeza la representación abstracta de la fuerza. La característica específica de esta relación semiológica estriba en que la figura o expresión (el león) tiene la propiedad que el hombre quiere significar con él (la fuerza).

Las patas y la cabeza del león, por ejemplo, son partes de su cuerpo que nosotros podemos percibir con absoluta claridad. Son partes que por medio de un cuchillo podemos separarlas y percibirlas como objetos aislados. Pero la fuerza es una propiedad del león que  no existe en la forma en que existen sus patas y cabeza. La fuerza del león no es una parte de su cuerpo que uno pueda cortar con el cuchillo y percibirla como objeto aislado. La fuerza del león sólo se manifiesta cuando caza, cuando observamos cómo persigue a su presa, la derriba y la ahoga con sus potentes fauces. Por lo tanto, la fuerza del león es una parte abstracta de su cuerpo, carente de figura sensible concreta, visible sólo en sus manifestaciones en otros cuerpos, en la muerte de sus presas.

¿Dónde y cuándo existe primeramente la fuerza como objeto aislado? En la cabeza del hombre y en forma de representación abstracta. El hombre no tiene en su cabeza la representación  del león, del elefante o de cualquier otro animal particular, sólo tiene la representación abstracta de la fuerza. Se ha dado un gran salto cuando el hombre partiendo del león, del elefante y del resto de los animales fuertes, ha  llegado a la representación abstracta de la fuerza. De esta manera, una propiedad abstracta de los animales, la fuerza, que existe como parte de un todo, se transforma en la representación del hombre en una totalidad y en un objeto asilado. Ahora bien: ¿cuál es la figura de la fuerza existiendo en la representación del hombre? Indeterminada, carente de forma. La fuerza existe en la representación como una gelatina, como algo espectral.  Surge así la necesidad de que lo interior, lo contenido en la representación e indeterminado en su figura, salga al exterior y adquiera una figura determinada. Surge ahora una pregunta: ¿cuál es la figura más adecuada para la existencia externa de la fuerza? Podemos pensar, en primer lugar, que una figura adecuada para la existencia de la fuerza es el viento, el ser que representa de forma más pura la fuerza.  Pero al pronto descubrimos una dificultad para que represente adecuadamente este papel: su figura sensible es indeterminada. Mas que ver el viento, lo que vemos son sus manifestaciones, cuando dobla la copa de los árboles o hace golpear las ventanas abiertas. Si le pidiéramos a un pintor que representara por medio de colores al viento, dibujaría un árbol bajo los efectos del viento. Podemos pensar, en segundo lugar, en un elefante. Es cierto que el elefante es el animal más fuerte, pero dado que es un animal herbívoro en muy contadas ocasiones podemos ver las manifestaciones de su fuerza. Por lo tanto, debemos buscar un animal que estando entre los fuertes ponga de manifiesto de forma habitual su fuerza. Este animal sólo podemos encontrarlo dentro del grupo de los depredadores. Pero como todos los depredadores son fuertes y ponen de manifiesto su fuerza de forma habitual, surge el problema de saber cuál de ellos ha de pasar por ser el más fuerte y representar de forma adecuada la fuerza. La respuesta es histórica: el león.  Tres son, por lo tanto, los requisitos que debe reunir la existencia sensible que debe funcionar como símbolo de la fuerza: figura determinada, poner de manifiesto su fuerza de forma habitual, y ser uno de los más fuertes dentro del grupo de los animales depredadores.

Desacuerdo parcial entre figura y significado (adecuación e inadecuación)

El desacuerdo parcial entre figura o expresión y significado se produce tanto en la dirección que lleva de la figura al significado como en la que va del significado a la figura. Por el lado de la figura hemos de decir que el león no sólo es fuerte, sino también majestuoso, veloz y astuto. Por lo tanto, el león no sólo puede significar la fuerza, sino también la majestuosidad, la velocidad y la astucia. Y por el lado del significado hemos de decir que el león no es el único animal fuerte, sino también lo es el rinoceronte, el elefante y el toro. Por lo tanto, la fuerza no sólo puede ser simbolizada por el león, sino también por el rinoceronte, el elefante y el toro.







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