viernes, 23 de mayo de 2003

Los objetos universales

Gracias por tu detallada respuesta. Coincido contigo en las categorías rectoras que empleas así como en tu alineamiento con Aristóteles. (Hay que advertir que este problema puede ser enfocado de diversos modos. Así Nieves y Miro hablan de la colonización de América como la universalización de  las particularidades de Europa occidental. Es un ejemplo de cómo lo particular se transforma en universal. Al igual que las papas, que originariamente eran una particularidad de América, también se universalizaron: pasaron a ser consumidas en Europa. De manera que con respecto a este tema debemos mantener una mentalidad abierta a los diversos enfoques y modos de manifestación de lo universal)


Tomemos como punto de partida la distinción entre objetos particulares (las mesas realmente existentes) y los objetos universales (la mesa en general). Los objetos particulares vienen dados a los sentidos (al conocimiento sensible), mientras que los objetos universales son obra del concepto (del conocimiento lógico). Así que la distinción entre objetos particulares y objetos universales puede enmarcarse en la distinción más general entre conocimiento sensible y conocimiento lógico. Y en torno a esta distinción cabe hacer los siguientes planteamientos:
1.1. Están quienes consideran que el conocimiento sensible es anterior al conocimiento lógico: los materialistas. Y están quienes consideran que el conocimiento lógico es anterior al conocimiento sensible: los idealistas.
1.2. Están quienes consideran que el conocimiento lógico no es un conocimiento cualitativamente diferente del conocimiento sensible: los empiristas. Y están quienes consideran que el conocimiento lógico es un conocimiento cualitativamente diferente del conocimiento sensible: los idealistas y los materialistas dialécticos.
1.3. Están quienes consideran que entre el conocimiento sensible y el conocimiento lógico hay un abismo infranqueable: los metafísicos. Y están quienes consideren que entre el conocimiento sensible y el conocimiento lógico hay transición: los dialécticos.
1.4. Están quienes consideran que los conceptos no reflejan la realidad sino que son formas de nuestra subjetividad (de nuestra sensibilidad y entendimiento): los escépticos. Y están quienes consideran que los conceptos no sólo reflejan la realidad sino que lo hacen de modo más profundo que la percepción sensible: los idealistas y los materialistas dialécticos.

Hablemos ahora del lenguaje. A excepción de los nombres propios, con el lenguaje no es posible expresar lo particular. Y cuando insistiendo en expresar lo particular empleo expresiones como ‘aquí’, ‘ahora’ y ‘esto’, transformo lo sensible, reino de la diversidad y de la multiplicidad, en sensibilidad abstracta. Así que en principio lo particular, lo sensible, resulta inasequible para el lenguaje. Los sustantivos, los adjetivos, los verbos y las preposiciones representan y enuncian lo universal. Y como no hay modo de hablar sin usar esas categorías de palabras, lo particular se convierte a manos del lenguaje en una abstracción y en un más allá. Llegando así a una conclusión metafísica: en un lado están los objetos particulares, que viene dados a nuestros sentidos; y en otro lado, a una distancia infranqueable de aquellos, están los objetos universales, que viene dados en forma de palabras. Llegado a este punto debemos plantearnos la siguiente cuestión: ¿la palabra expresa lo que hay de universal en el objeto concreto (en la mesa en la que escribo) o es la creadora de lo universal y no existe de otro modo que como palabra (como mantienen los nominalistas).  Para responder a esta pregunta haré algunas correcciones terminológicas: no hablaré de objetos universales y de objetos particulares en el punto de partida, sino que hablaré de individuos concretos. Y a continuación diré: este individuo concreto y determinado, esta mesa en la que escribo, es una unidad de aspectos particulares y de aspectos universales. Mediante los sentidos aprehendo sus aspectos particulares, y mediante los conceptos aprehendo sus aspectos universales. Así que mi posición es la siguiente: lo universal existe unido a lo particular en el individuo concreto, y mediante el concepto le doy expresión y lo convierto en un objeto independiente. Como podrás observar, estimado Néstor, mi posición es muy análoga a la tuya.

Néstor dice: “La papa particular, concreta, siempre fue particular, o mejor individual. Y su concepto abstracto fue siempre universal”
En un lado pone a la papa como lo particular, negándole su universalidad, y en otro lado pone el concepto de papa como lo universal. Es decir, la papa se torna universal gracias al concepto de papa. En sí misma la papa no es universal. Y sí la papa no es en sí misma universal, no sé de donde crea su universalidad el concepto de papa. Yo veo las cosas así: el agua, los árboles, las ratas y un largo etcétera son objetos universales: están en todas partes. Y el agua, por ejemplo, era universal antes de que el hombre se hiciera con el concepto de que está constituida por dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno; es más, era universal antes de que existiera el propio hombre. De manera que las papas, las zanahorias, las mesas, los cuchillos y otro largo etcétera también son universales: están en todas partes.

Néstor dice: “Además, la universalidad planetaria terrestre no es universalidad en el sentido absoluto de la universalidad lógica”.
Yo respondo: el planeta Tierra en tanto planeta es universal, porque planetas hay en todo el universo; pero en tanto Tierra es particular, porque no hay otro planeta igual en nuestro sistema solar. Y añado: creo que confundes la universalidad de las cosas con la extensión (grado de universalidad) del concepto. Así, por ejemplo, el concepto de objeto tiene una extensión casi infinita, porque todo puede ser nombrado como objeto, mientras que el concepto mesa tiene una extensión más limitada. Podemos, para que quede más clara la idea, agrupar los conceptos por su grado de universalidad de menor a mayor, quedando en este ejemplo como sigue: mesa, mueble, valor de uso, objeto físico y objeto. Esta relación conceptual expresa el movimiento que va de lo concreto a lo más abstracto. Cuanto menos extensión tenga un concepto, más concreto será; y cuanto más extensión tenga, más abstracto será.

Néstor dice: “El realismo teísta sostiene que las Ideas de las cosas existen ante todo en la mente divina, luego en forma participada, en las cosas mismas sensibles, como esencias de ellas, y a partir de la experiencia sensible de estas cosas, en la  mente del hombre, como conceptos intelectuales. ¿Es lo lógico aquí anterior o posterior a lo sensible?
Yo respondo: El problema fundamental de la Filosofía  es el existente entre la naturaleza y el espíritu, entre el conocimiento sensible y el conocimiento lógico, entre el ser y el pensar. Este problema lo plantea la Iglesia de la siguiente forma: ¿el mundo fue creado por Dios o existe desde toda un eternidad? Como tu defiendes que las Ideas de las cosas existen primero en la mente divina y luego en las cosas sensibles, tú en este aspecto eres un idealista, según la denominación de los marxistas, y un teista realista según tu propia denominación. La diferencia no hay que buscarla en el nombre que se le ponga a una cosa, sino en el contenido concebido en dicha cosa.

En mi mensaje yo decía que están quienes consideran que entre el conocimiento sensible y el conocimiento lógico hay transición: los dialécticos. Y Néstor me responde: “Obviamente los realistas escolásticos no aceptamos la transformación de la cantidad en cualidad”. Tu no aceptas la transformación de la cantidad en cualidad, pero yo no he dicho nada a ese respecto. Así que aclaremos un poco las cosas: resulta que tu mantienes que las ideas de las cosas existen en la mente del hombre, como conceptos intelectuales, a partir de la experiencia sensible de esas cosas. Si es así, es obvio que reconoces que hay transición entre lo sensible y lo lógico, que el concepto se elabora a partir del conocimiento sensible. Dicho en palabras de Marx: “La totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, no es de ningún modo el producto del concepto que se engendra a sí mismo y que concibe aparte y por encima de la percepción y de la representación, sino que es la elaboración de la percepción y de la representación en conceptos”.

Por último voy a referirme a un aspecto de tu actitud ante los debates, que José Luís cree que es resultado de tu mala fe y yo de tu inconsciencia, cerrazón o ligereza. Valga de muestra esta afirmación tuya: “Aquí seguimos en la contraposición marxista de idealismo – materialismo, que sólo sirve para confundir las cosas irremediablemente”. “hay que distinguir, en todo caso (si se da a lo lógico una acepción amplísima, que se aplique a la misma mente de Dios) que es lo que no hace ese esquema desorientador del materialismo dialéctico”.
Yo respondo: creo que las virtudes intelectuales como el orden y la claridad no son patrimonio de ninguna línea filosófica, y en todo caso hay que demostrar que uno las posee y no sólo anunciarlo. Así que si tu pensamiento escolástico no confunde las cosas y tus esquemas no son desorientadores, ¡enhorabuena!. Pero no lo anuncies, demuéstralo.
21 de enero de 2003.

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