viernes, 21 de mayo de 2004

Economía mercantil y economía planificada

El trabajo que hoy presente al lector tiene como objeto de la crítica el trabajo realizado por Néstor Kohan, titulado “Ernesto Guevara: una reflexión de largo aliento” y publicado por Rebelión el tres de noviembre del año en curso. De su trabajo me interesan dos cosas: por un lado, la crítica al socialismo de mercado, y por otro lado, su valoración sobre “El Capital” de Karl Marx. Néstor Kohan se pregunta: ¿cuál es entonces la utilidad del pensamiento del Che? Y responde lo siguiente: “En primera instancia, sus reflexiones resultan provechosas por los llamados de atención que él formuló. Alertando a cualquier  desprevenido que acaso se le ocurriera apostar al mercado como una opción estratégica, no como un recurso táctico, el Che explica extensamente el modo en que éste genera necesariamente irracionalidad y desperdicio del trabajo social global. Además, insiste una y otra vez en las consecuencias negativas que el mercado provoca en la conciencia política de una sociedad en transición. Para contrarrestar su influencia, el pensamiento del Che nos permite defender las razones de una planificación democrática (no ejercida únicamente por tecnócratas especialistas, aislados de las masas, sino a través de una creciente participación popular), a partir de la cual la política revolucionaria puede incidir en el “natural” decurso económico a través de la cultura, la batalla de las ideas y la lucha por recrear cotidianamente la hegemonía socialista en todo el ordenamiento social”. Mi respuesta a este planteamiento es la siguiente.


Es necesario distinguir con todo rigor que una cosa es producir la riqueza como mercancía y otra bien distinta es producirla como capital. En los modos de producción esclavista y feudal una parte de la riqueza se producía como mercancía. Por lo tanto, la riqueza se puede producir como mercancía sin que necesariamente se tenga que producir como capital. No obstante, es cierto que el capitalismo brota de la producción y circulación de mercancías, y que en su evolución intenta convertirlo todo en mercancía. Pero aunque esto sea cierto, no es menos cierto que  puede producirse la riqueza como mercancía sin que necesariamente se produzca como capital. La historia atestigua tal posibilidad. Pero también lo atestigua la teoría. Valga como ejemplo lo que dice Marx en su investigación sobra la nivelación de la cuota general de ganancia por medio de la competencia: “El punctum saliens se destacará casi siempre si formulamos la cuestión así: supongamos que los obreros se hallan en posesión de sus respectivos medios de producción y que intercambien sus mercancías entre sí. Estas mercancías no serán entonces productos del capital”. Es obvio que Marx habla aquí de una sociedad socialista, una sociedad donde los obreros se hallan en posesión de sus respectivos medios de producción, que produce la riqueza como mercancía. Así que no hay que tener reparo  alguno en hablar de un mercado socialista o de una sociedad socialista de mercado. Es una opción,  nueva respecto al socialismo de economía planificada, y hay que mantener la mente abierta.  Hay poco socialismo en el mundo o sus áreas de realidad son muy reducidas. Si el socialismo se extendiera, aunque fuera como socialismo de mercado, sin duda que sería una alegría para todos. No debemos tenerle miedo a algo que todavía tiene muy poca experiencia: la NEP del tiempo de Ilích Ulianov y la reforma económica china iniciada en 1978. Bienvenida sean las más variadas experiencias en materia de construcción del socialismo. Y el socialismo de mercado es una modalidad de esa experiencia. Esto no quita que la economía mercantil encierre muchos riesgos para el socialismo, incluida una involución. El capital brota de la economía mercantil y donde hay economía mercantil afloran las tendencias capitalistas. Esto sólo indica que la lucha por el socialismo es un camino tortuoso y lleno de riesgos. Ahora bien, lo que no debemos hacer es ponernos a esperar el socialismo puro, liberado totalmente de huellas capitalistas, y no transitar hacia el socialismo por los medios que en la actualidad tenemos a nuestro alcance. La política es el arte de lo posible. Lo importante es saber que no debe confundirse la lucha por acabar con la forma capitalista de producir la riqueza con la lucha por acabar con la forma mercantil de producir la riqueza.  La experiencia del modelo soviético de socialismo demostró que acabar con la forma capitalista de producir la riqueza  supuso acabar con la forma mercantil de producir la riqueza. Los precios no los dictaba el mercado, donde la sociedad expresa que cantidad de trabajo social se debe invertir en cada bien, sino la autoridad central estatal. Y al no permitir que fuera el mercado quien estableciera los precios de los productos del trabajo, no se respetaba la ley del valor. En esta clase de sociedad el precio no se correspondía con el valor. La ley  del valor no tenía posibilidad de manifestarse de modo objetivo. Puesto que el valor sólo se objetiva si los precios los establece el mercado. Por último, el plan y el mercado son dos mecanismos económicos, y no es adecuado hablar de sí tienen o no tienen carácter democrático. Pero si nos preguntáramos con que mecanismo económico  se tienen más en cuenta las necesidades, apetencias y gustos de los compradores, de acuerdo con la experiencia del capitalismo y del socialismo, hemos de responder  que el mercado.

La contradicción entre capitalismo y socialismo se ha planteado de forma tradicional como una contradicción entre economía de mercado y  economía planificada. Pero esta forma de representarse esta contradicción no sólo oculta el aspecto principal de la misma, el tipo de propiedad sobre los medios de producción, sino además no da cuenta exacta de la relación entre mercado y planificación. Todos los que hemos estudiado a Ilích Ulianov sabemos que es fundamental distinguir dos tipos de mercado: el libre y el monopolista. Desde que surgió el imperialismo, fase superior del capitalismo, el mercado libre fue sustituido por el mercado monopolista.  El capitalismo en su desarrollo lleva a la concentración, esto es, al surgimiento de grandes empresas y a los monopolios. Y según Ilích Ulianov desde principios del siglo XX el mercado cayó en manos de los monopolios, que se repartieron y se siguen repartiendo el mercado mundial. Y los monopolios lo planifican todo: la fuente de financiación, las fuentes de materias primas y los mercados. Y esta es una verdad histórica que no debe ser perdida de vista: la planificación económica fue una creación de los monopolios y no del socialismo. Lo que sucede es que con los monopolios la socialización de la producción llega a tal nivel que el paso al socialismo sólo es cuestión de un cambio de propiedad. Pero el error, en el que incurrieron muchos marxistas, es pensar que en la economía terminaría por existir sólo grandes empresas monopolistas. Pero esto no es así: las grandes inversiones de capital siempre generan las pequeñas inversiones de capital, los monopolios crean la necesidad de las pequeñas empresas. Y son justamente las pequeñas empresas quienes participan de un relativo mercado libre, mientras que las grandes empresas participan de un mercado monopolista, esto es, de un mercado planificado. Por lo tanto, no es correcto plantear la contradicción entre capitalismo y socialismo como si fuera la contradicción entre mercado y plan, sino que históricamente la propia evolución del capitalismo llevó a supeditar el libre mercado al mercado planificado, esto es, al mercado monopolista. Así que la contradicción entre libertad ciega y planificación es una contradicción que surgió en el seno mismo del mercado capitalista. Y como es de esperar los monopolios capitalistas sólo planifican aquello que les afecta al bolsillo. La vida y la suerte de los trabajadores no cuentan en la planificación monopolista capitalista.

Abordemos ahora la segunda cuestión: la valoración de El Capital de Karl Marx. Oigamos a Néstor  Kohan: “Otro elemento a destacar consiste en la claridad con que el autor expone, ya no sólo las tesis del Che, sino también la visión del fundador de la filosofía de la praxis en la gran obra que nos inspira: El Capital. Por ejemplo, resulta más que sugerente que Carlos Tablada Pérez identifique en la teoría del fetichismo el eje central de la teoría marxista del valor. Exactamente esa era la opinión del Che. No es algo secundario. Atañe al núcleo de la teoría crítica marxista, allí mismo donde la crítica de la economía política se entrecruza con la crítica de la vida cotidiana y de la política bajo cualquier sociedad mercantil”. Aquí viene ahora mi respuesta.

No es cierto que la teoría del fetichismo sea el eje central de la teoría del valor de Marx.  Para explicar lo que es el fetichismo, y buscando un ejemplo analógico, Marx recurre al mundo religioso, donde los dioses, que han sido creados por el cerebro humano, aparecen dotados de vida propia y con una existencia independiente de los hombres. Lo mismo ocurre con las mercancías, que son igualmente una creación de los hombres, aparecen como si tuvieran vida propia y una existencia independiente de los hombres. A esto  Marx lo llama fetichismo: lo que es obra de los hombres aparece dotado de vida propia y con existencia independiente de ellos. Creo que esto es un aspecto importante de El Capital y de la teoría del valor de Marx, pero ni mucho menos encierra lo más esencial, o es una esencia al lado de muchas otras esencias. En el estudio sobre el carácter fetichista de la mercancía y su secreto, Marx formula la siguiente pregunta: ¿De dónde nace, pues, el carácter enigmático del producto del trabajo en cuanto adopta forma de mercancía? Y responde: Evidentemente de esa misma forma. Y en esto reside  la esencia fundamental de El Capital: en el estudio de las formas del valor, que incluyen las formas mercantiles y las formas de capital. Y en este aspecto es donde la economía marxista se diferencia radicalmente de la economía convencional. Yo creo que el valor de El Capital debe medirse en relación con la economía convencional, con la que está en lucha, y no en relación con las distintas valoraciones que hacen los variados marxistas entre sí. Debemos concebir El Capital como la mejor arma ideológica de la que disponen los trabajadores para luchar contra el capitalismo. Pero en el capitalismo domina la economía convencional, y de sus categorías participan muchos líderes de izquierda y mucha gente que cree que otro mundo es posible. Por lo tanto, el rendimiento más óptimo que podemos extraer de El Capital está en emplearlo para luchar contra las concepciones económicas dominantes, esto es, contra la economía convencional.

Como mi punto de vista es que la esencia fundamental de El Capital está en el análisis de las distintas formas del valor, analicemos dos de ellas, la plusvalía y la ganancia, tal y como fueron tratadas por Marx en El Capital. Así nos haremos con una idea concreta de lo que yo defiendo. La mercancía producida bajo modo de producción capitalista se representa mediante la fórmula: valor de la mercancía = capital constante +  (capital variable + plusvalía). El uso de paréntesis en esta fórmula trata de alertar sobre una diferencia cualitativa entre los distintos componentes del valor de la mercancía. El capital constante representa valor viejo, el valor transferido desde los medios de producción al producto del trabajo, mientras que el capital variable y la plusvalía  representan valor nuevo, el nuevo valor añadido por el trabajador al producto del trabajo. De ahí que para un marxista, y en este tema que nos ocupa,  sean dos cosas las fundamentales: una, cómo se divide el nuevo valor  entre capital variable y plusvalor, y dos, quién es el propietario del plusvalor.  (La primera cuestión es muy importante en la construcción del socialismo, puesto que en la URSS la parte que representaba el plusvalor siempre fue muy grande en proporción con la parte que representaban los salarios. Y puede darse el caso, como así se dio, que un Estado socialista se apropie de más plusvalor del que se apropian los capitalistas. Resultando la paradoja de que los trabajadores sean más explotados en el socialismo que en el capitalismo).

Aunque bajo el punto de vista de las relaciones esenciales es fundamental la separación entre valor viejo y  valor nuevo, bajo el punto de vista práctico, bajo las condiciones aparentes en las que  desenvuelve su actividad el capitalista, las cosas se presentan de otro modo. Para el capitalista las nociones fundamentales son dos: una, el precio de costo, cuánto le cuesta producir la mercancía, y dos, la ganancia, cuál es la diferencia entre el precio de venta y el precio de costo. En el precio de costo el capitalista incluye el capital constante y el capital variable, de modo que borra la diferencia esencial entre el valor viejo y el valor nuevo. Y como la ganancia se le presenta como la diferencia entre el precio al que puede vender la mercancía y lo que le ha costado producirla, se hace con la idea de que la ganancia proviene, en parte, de todo el capital invertido, y de otra parte, de sus habilidades en el mercado. Lo importante en el análisis de Marx estriba en lo siguiente: una, en exponer cómo la plusvalía se transforma en ganancia, y dos, en exponer su necesidad. Esta es una de las cuestiones esenciales de El Capital: exposición de la transformación de las categorías esenciales, por ejemplo, la plusvalía, en las categorías aparentes, por ejemplo, la ganancia. El capitalista se maneja con las categorías de precio de costo y de ganancia, y la economía convencional sistematiza este saber, y no conoce ni utiliza las categorías de capital constante, capital variable y plusvalor. Marx no rechazó las categorías de precio de costo y de ganancia, sino que demostró cómo se transforma la plusvalía en ganancia y cómo se transforman el capital constante y el capital variable en precio de costo. Demuestra la necesidad de esta transformación y la necesidad y utilidad de las categorías de la economía convencional. En lo que se refiere a la segunda cuestión, la propiedad sobre el plusvalor, diré lo siguiente: Erróneamente se ha definido la empresa privada como la empresa que busca beneficios, mientras que de la empresa pública se dice que no debe buscar beneficios.  Planteada así las cosas parece que a la empresa privada le es consustancial tener beneficios y a la empresa pública tener pérdidas. Pero esto no se corresponde con la verdad del socialismo. El problema no está en si una empresa arroja beneficios o no arroja beneficios, como criterio para determinar lo privado y lo público, sino quién es el dueño del beneficio. Y como es obvio a las empresas de propiedad pública les interesa tener la mayor cantidad de beneficios posible, incluso más beneficios que las empresas privadas, para así demostrar su superioridad. En el viejo socialismo, de corte soviético, el Estado se quedaba con todo el plusvalor, mientras que en el nuevo socialismo, el representado por el modelo chino, el obrero colectivo se queda con una parte del plusvalor. 

9 de noviembre de 2004.

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