Según Jerome Bruner, siguiendo a Hilary Putnam, la estructura de la referencia lingüística incluye cuatro cosas: la primera es que los individuos puedan indicarse entre sí que tienen una intención referencial o indicativa. La segunda es que la referencia puede variar en su precisión desde una muy confusa vaguedad a una adecuada, definida, expresión referida. La tercera es que la referencia es una forma de interacción social que tiene que ver con el manejo de la atención conjunta. Y la cuarta es que en la acción de referir hay una estructura de meta. Además de estas cuatro cosas, Bruner, ayudado por John Lyons, señala otro rasgo fundamental en los actos de referencia: la deixis es la fuente de la referencia, establecerse en el contexto en lugar de etiquetar es el corazón de la referencia, ya sea en la comunicación temprana o más tarde.
Los lingüistas y los filósofos no se suelen tener en cuenta que las cosas tienen múltiples modos del ser y no uno solo. Y estos múltiples modos del ser afectan tanto a los objetos como a los sujetos de las acciones. No distinguen con claridad tres funciones semióticas distintas: indicar, referir, expresar y significar. El concepto de referencia fue un sustituto del concepto de significado, tal vez porque con el primero se gana objetividad. Pero si bien la lingüística hace un gran uso del concepto de referencia, no ha elaborado dicho concepto. Así que me pongo en acción. Por valor referencial entiendo el conjunto de rasgos, detalles, señales y aspectos que constituyen la identidad de un objeto. Este conjunto de rasgos, detalles, señales y aspectos pueden ser denominados de forma general como referencias. Así que por valor referencial de un objeto entiendo el conjunto de referencias que constituyen su identidad. Y la identificación es sin duda la primera de las funciones de la percepción. Las referencias que constituyen la identidad de un objeto son de varias clases: cromáticas, táctiles, aromáticas, gustativas y acústicas.
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