viernes, 21 de mayo de 2004

El formalismo de Wittgenstein

En el Tractatus de Wittgenstein, una obra inmerecidamente famosa, podemos  hacernos con los siguientes “grandes descubrimientos filosóficos: - Los constituyentes últimos del mundo son los objetos, o cosas, las entidades que percibimos con los sentidos. Los objetos son simples y forman parte de los hechos atómicos.  El hecho atómico es la combinación o relación de objetos o cosas; éstos son la sustancia de que está hecha el mundo, su constituyente básico -. Yo no comprendo por qué a esta clase pensamientos se le da tanto valor, como si  estuviera anunciando algo nuevo e importante. Con franqueza: cinco páginas de la Metafísica de Aristóteles valen más que todo el Tractatus. ¿De dónde viene entonces su embrujo? De la forma en que dice las cosas y del hecho de que la filosofía analítica, esto es, la filosofía formalista, sea la dominante  en los grandes centros de poder educativo. Enumeremos la dos “grandes verdades” anunciadas por  Wittgenstein: el mundo está constituido por objetos y entre los objetos hay relaciones. No cabe duda de que estas expresiones son banales, superficiales, frías y vacías. ¿Y en qué consiste lo nuevo? En la forma de llamar a las relaciones entre objetos: “hechos atómicos”.


Una simple cena entre una familia de cinco comensales es una escandalosa relación entre objetos y  objetos, entre personas y objetos, y entre personas y personas. Y si a esta múltiple relación la llamo ‘hecho atómico’, sólo estoy aportando un nombre nuevo para una cosa muy vieja. Y no creo de ninguna manera que esta representación ontológica del mundo, la que nos proporciona  Wittgenstein, ayude mucho a conocer la estructura lógica del mundo. Creo, además, que la afirmación de que los objetos del mundo son simples es manifiestamente falsa. Puesto que todo el mundo sabe que la mayoría de los objetos, por ejemplo, el cotidiano automóvil, son compuestos y complejos. Lo que más me sorprende es que de la filosofía de Wittgenstein se quiera determinar lo que puede decirse y lo que no puede decirse en Filosofía. Lo que sí creo es que desde la filosofía de Wittgenstein, abstracta, vacía y formal donde las haya, se puede decir muy pocas cosas de las que “acaecen” en el mundo. Mientras  que desde la filosofía  de Aristóteles o de  Hegel se pueden decir muchísimas cosas del mundo: ricas, multicolores,  variadas y profundas.

He de reconocer que me ha resultado muy interesante, inteligente y estético el mensaje de Eduardo. No obstante, quisiera hacer algunas reflexiones al respecto. No creo que Wittgenstein encarne el espíritu científico, sino el espíritu científico lógico-matemático. No creo tampoco que con su Tractatus cosifique el mundo, sino que transforma las cosas del mundo en cáscaras vacías carentes de color. No sólo concibe el mundo de las cosas de forma lógico abstracta, sino que al propio hombre lo concibe de forma unilateral: como conciencia lógico-matemática. No creo igualmente que detrás del concepto y del pensamiento del filósofo abstraído del mundo venga el silencio, sino el más alarmante de los gritos, quien al abandonar  la vacía abstracción observa la infinita pobreza que asola al mundo. Me queda una duda respecto de la afamada conclusión de Wittgenstein: ¿qué es de lo que no puede hablarse y mejor es callarse? Creo que un enorme conservadurismo abrumaba el alma de Wittgenstein y que su corazón no estaba abierto al mundo. De ahí la conclusión que yo he formulado como pregunta. La afirmación de que hay cosas de las que no se puede hablar y que mejor es callar  me parece la expresión de un espíritu que busca censurar, prohibir y limitar  la libertad de pensamiento.  Más allá de la Lógica Matemática hay mundo, hay realidad y hay verdad. Y de todo eso se puede hablar y mejor es no callar.

15 de abril de 2004.

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