sábado, 22 de mayo de 2004

La enajenación de la sociedad civil por medio del Estado

Una gran parte de la crítica de la izquierda radical está dirigida hacia el Estado. Para la conciencia teórica marxista el Estado es siempre un Estado de clase, pero para la conciencia mayoritaria  el Estado es una tercera cosa frente a todos los ciudadanos que tiene el don de la neutralidad y que puede caer alternativamente en manos de la izquierda o de la derecha. No digo que no sea cierto lo que dicen los marxistas, que todo Estado es esencialmente un Estado de clase, pero también hay que saber que no es así como se manifiesta. El error de una buena parte de los marxistas estriba en que sólo se dedica a proclamar a los cuatro vientos cuál es la esencia del Estado, pero descuida por completo el estudio de su rica y variada manifestación.


Quedarse sólo con la esencia es quedarse en la abstracción, mientras que incorporar la manifestación es ganar en concreción. Y sólo conociendo las diversas manifestaciones del Estado podemos alcanzar al corazón y cabeza de la gente. De otro modo, permaneciendo exclusivamente en la esencia, permaneceremos en la marginalidad y en la incomprensión.  No debemos perder de vista que son los capitalistas quienes más critican al Estado, mientras que son los socialistas quienes más lo defienden. Resulta curioso que los capitalistas quieran liberar a los ciudadanos del peso del Estado, mientras que los socialistas quieren aumentar su peso. No estaría de más recordar que el fin último de los socialistas es destruir el Estado. Eso debemos decírselo con voz clara a los capitalistas: nosotros coincidimos con ustedes en la necesidad de liberar a los ciudadanos del peso del Estado. Pero el Estado son muchas cosas y desempeñan diversas funciones. La cuestión estaría entonces en saber de qué cosas  nos quieren liberar los capitalistas y de qué cosas queremos liberarla los socialistas. (Entiendo por socialista a quien lucha por transformar de raíz el capitalismo en socialismo)

La izquierda dominante europea es una izquierda reformista de corte conservador, porque podría ser muy bien una izquierda reformista radical. No busca cambiar el sistema económico, sino paliar sus malos efectos. ¿Cómo lograrlo? Haciendo un Estado social, esto es, aumentando el gasto del Estado en servicios sociales. Y todo aumento en gastos sociales supone una mayor recaudación impositiva y, por consiguiente, un aumento del peso del Estado. Esta es la razón de que los socialistas aparezcan como estatalistas y los capitalistas como liberales. La izquierda debe sacudirse de su tradición reformista conservadora, dirigiendo su crítica a la sociedad civil y no sólo exclusivamente al Estado. Esta enajenación de la sociedad civil por medio del Estado se pone claramente de manifiesto en los casos de corrupción. Sabemos que algunos políticos han sido condenados a cárcel por corrupción, por haberse enriquecido de manera ilícita. El nombre del corrompido se sabe y se airea, pero el nombre del corruptor no se sabe ni se airea.  El corrompido es enjuiciado y encarcelado,  el corruptor no. Acaban con el efecto, el corrompido, pero no con la causa: el corruptor. Y los corruptores son siempre capitalistas, puesto que para corromper al miembro de Estado hay que tener mucho dinero en los bolsillos. La crítica oficial sólo se centra en el miembro del Estado que se ha corrompido, pero no en los miembros de la sociedad civil que corrompen. De ahí que vea la necesidad de que la izquierda centre su crítica más en la sociedad civil y menos en el Estado.

Esta enajenación de la sociedad civil por medio del Estado también se pone de manifiesto en otros hechos económicos. ¿Por qué es importante la teoría del valor de Marx para la gente de izquierda? Porque la riqueza de una persona debe medirse por el trabajo. Pero los sueldos que tienen ciertos futbolistas, periodistas y famosos en general, la enorme riqueza que han acumulado, son inexplicables basándonos en el trabajo propio. Sólo es explicable como apropiación de trabajo ajeno. El modo en que se lleva a cabo esa apropiación es difícil de explicar, pero tiene una explicación. Falta en el mundo una izquierda que someta a dura crítica a los capitalistas como los antes mencionados, porque pasan por la vida como si no tuvieran nada que ver con la pobreza y la marginación. La riqueza de un país la producimos todos los que trabajamos, pero es una evidencia que hay ciertas personas, como los futbolistas de elite, que se llevan muchísimo más trabajo del que aportan. No debemos escuchar a aquellos que dicen que la teoría del valor está superada o es insostenible científicamente. Puesto que en verdad sólo se trata de medir la riqueza personal por medio del trabajo. Sólo se trata de saber cuántas horas de trabajo ha realizado una persona  hasta el momento presente y saber a cuánto asciende su patrimonio personal. Y si así lo hiciéramos, veríamos que muchas fortunas sólo pueden ser explicadas por medio de la apropiación de trabajo ajeno.

Por último, si la riqueza personal no la medimos por el trabajo, y esto se lo digo a quienes rechazan la teoría del valor, ¿con qué la medimos? En la práctica la riqueza personal, como cualquier otra forma de la riqueza, se mide por medio del dinero. La economía convencional es incapaz de ir más allá del dinero, la forma acabada del valor, para llegar a la sustancia del valor: el gasto de fuerza de trabajo. Lo que nos dicen las mercancías en forma de valores es que en ellas se ha gastado fuerza de trabajo humano. ¿Hay algo más humano y más verdadero que reconocer que la riqueza es obra del trabajo humano? Yo creo que no. Lo otro, lo que hace la economía convencional, es quedarse en la forma más enajenada del valor, la forma de dinero, donde sobra pensar en su substancia social. Pero a la izquierda radical le interesa sobremanera la substancia del valor: el gasto de fuerza de trabajo que  ha empleado la sociedad en producir la riqueza.

23 de julio de 2004.  


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