Ya debatí en una ocasión con Luis Ledo sobre el origen y uso de las categorías filosóficas. Las categorías filosóficas suelen tomarse como si fueran espíritus fijos, ideas congeladas, libres del paso del tiempo, contra las cuales uno se tuviera que enfrentar como si fueran fantasmas que nunca pudieran ser atrapados.
Pero en verdad las categorías filosóficas carecen de vida propia, la que tienen se la da el pensador de turno que hace uso de ellas. De manera que la clave de los debates no está en conceptos en sí mismo, sino en los usos que cada pensador le da. De ahí la necesidad de que cada pensador diga previamente en que sentido está usando las categorías filosóficas con las que construye su discurso. En las ciencias experimentales son hechos de la percepción los que hacen gravitar los conceptos y le proporcionan los contenidos. Pero en la filosofía las categorías parecen gravitar en sí misma, alimentarse solamente de su propio autodesarrallo, provocando que el retorno a la realidad sensible sea un verdadero salto en el vacío. La tesis de que no tenemos acceso a la realidad que no sea por otro medio que el lenguaje, es la tesis del filósofo que no quiere salirse de su propio lenguaje, que vive en una esfera cerrada e impermeable. Toda una ilusión. Desde hace más de veinte años llevo luchando para retornar las categorías filosóficas a la vida sensible, práctica, cotidiana. Intento con ello demostrar su terrenalidad y su utilidad social. Y en esa lucha me apoyo mil veces en Marx, que en la página 41 de la Ideología Alemana, Ediciones Pueblos Unidos, 1973, dice lo siguiente: “Las fuerzas de producción, los capitales y las formas de intercambio social con que cada individuo y cada generación se encuentran como algo dado es el fundamento real de lo que los filósofos se representan como la substancia y la esencia del hombre”. Asimilemos la idea: ¿cuál es la substancia y la esencia del hombre? La suma de fuerzas productivas, capitales y formas de intercambio con que cada generación se encuentra como algo dado. Este es uno de mis propósitos filosóficos, hacer lo que ha hecho Marx con las categorías filosóficas de substancia y esencia humanas, retornarlas a su vida sensible, a la práctica, para así recuperar su origen y su sentido práctico. 15 de febrero de 2004.
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