En todos los fenómenos naturales y sociales encontramos propiedades sígnicas o semióticas. Pero la universalidad de las propiedades sígnicas no queda ahí, va más allá: en muchas ciencias, como la fisiología, la economía o la microbiología, es imprescindible tener en cuenta las propiedades sígnicas. Valga como ejemplo el hecho de que Marx afirme que el dinero es un signo del valor o que el valor de cambio de la mercancía es un modo de expresión. También en todas las formas de la práctica social están presentes las propiedades semióticas, y todo el mundo las tiene en cuenta en el desenvolvimiento de su vida. Así concluimos que las propiedades sígnicas tienen el carácter de la universalidad, entendiendo aquí por universalidad algo que está en muchos. En este estadio de conocimiento las propiedades semióticas aparecen desperdigadas en multitud de fenómenos heterogéneos. No hay unidad y no se puede pretender, de momento, crear ciencia.
Cada ciencia específica estudia la realidad de acuerdo a una modalidad del ser específica. Así la física estudia las propiedades físicas, la fisiología las propiedades semiológicas, la economía las propiedades económicas, etcétera. Del mismo modo se puede pensar en una ciencia semiótica que estudie las propiedades sígnicas de la realidad. Creo que lo primero que habría que hacer es enumerar las propiedades semióticas y elaborar un concepto para cada una de ellas. Al igual que es tarea primera elaborar el concepto de signo. En este marco inicial, la de establecer los fundamentos de la semiótica, aunque sea concebida como metodología, la semiótica aparece vinculada a la epistemología. Y por epistemología debemos entender el estudio del origen de los conceptos. Se trata de adquirir claridad lógica acerca de dónde provienen los conceptos que empleamos en nuestras investigaciones y teorizaciones semióticas. Una parte de los conceptos proviene de otros pensadores, conceptos a los que podemos practicarles determinadas reformas y proporcionarles formas más evolucionadas. Mientras que la otra parte de los conceptos proviene de los hechos prácticos que sometemos a análisis semióticos.
Una ciencia o metodología científica, como la que queremos para la Semiótica, sólo andará su camino elaborando conceptos y principios, y fragmentando la realidad de acuerdo con una determinada modalidad del ser: el modo del ser sígnico o semiótico. Y como la ciencia sólo se realiza como teoría mediante la elaboración de conceptos, la labor epistemológica, el estudio del origen y formación de los conceptos, nos permitirá mayor autoconciencia acerca de qué pensamos y cómo pensamos. Peirce, por ejemplo, elaboró el concepto de signo y su clasificación en índices, iconos y símbolos a partir de determinadas percepciones y representaciones. La divulgación y popularización de su pensamiento lleva, por su uso en forma operativa, a que el estudiante olvide y no indague sobre el origen perceptivo y representacional de los conceptos de Peirce. Pierde así la perspectiva epistemológica y con ella pierde autoconciencia sobre sus propias operaciones mentales
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Hablemos de un problema concreto de epistemología semiótica, de la afirmación de Peirce de que todo es signo. Supongamos ahora que tomo como válida esta afirmación, pero le quiero proporcionar cierto desarrollo y reforma. Y afirmo: sería necesario distinguir el signo como ser del signo como función. Todas las propiedades, todos los aspectos, o una mayoría de ellos, pueden funcionar como signos, más no todos son signos. Hay cosas que están hechas como signos, producidas como signos, se les ha dado el ser signos: las palabras. Pero hay otras cosas, como las mesas por ejemplo, que no han sido elaborados como signos pero pueden funcionar como signos. Podrías decir también que la mesa es una forma primaria de signo, mientras que la palabra es la forma acabada de signo, si adoptamos una concepción evolutiva del signo.
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