Lo sustancial y lo accidental
Muchos analistas marxistas, en vistas de concebir el socialismo del siglo XXI y evitar los errores del pasado, hablan de que fueron la corrupción y la burocracia las causas principales de la desintegración de la URSS. Pero la corrupción y la burocracia no son aspectos esenciales de la economía, sino accidentales. Y puesta la mirada en lo accidental, estos analistas se alejan de lo sustancial: por un lado, no aprecian el desorbitado desarrollo que tenía en la URSS la industria pesada respecto de la industria ligera, que daba como resultado empresas muy bien equipadas y trabajadores muy mal pagados. Y por otro lado, no aprecian en su debida medida que en la URSS no se respetaba la ley del valor, puesto que los precios no los determinaba el mercado sino la autoridad estatal central.
Política y economía
No niego la prioridad o predominio de la política sobre la economía. Cuando se proyectan grandes transformaciones sociales, la política tiene que ser el lado predominante, máxime si hablamos del proceso de transformación del capitalismo en socialismo. No obstante, la política debe respetar las leyes objetivas de la economía. Y esto supone que quienes estén al frente del Estado deben tener conocimientos económicos de la sociedad actual en la que se vive y de la sociedad futura que se quiere conquistar. Entre marxistas se conoce muy bien la sustancia del valor, la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir la riqueza, pero se desconoce las múltiples y variadas formas del valor, de las que cabe destacar la forma dinero. Este desconocimiento de las formas del valor es la causa principal de que muchos dirigentes políticos de la izquierda transformadora tengan una concepción errónea del socialismo.
La forma del valor
Heinz Dieterich en su trabajo El Socialismo del siglo XXI, publicado en Rebelión, hace dos afirmaciones que merecen ser enmendadas: una, “La necesidad de determinar el valor objetivo de los productos, tal como estipuló la economía clásica, es conditio sine qua non del socialismo, cuyos postulados fundamentales son: a) la justicia social y, b) la democracia participativa”. Y dos, “la determinación del valor objetivo es un problema metodológico-científico; la implementación del intercambio de valores iguales (equivalentes), es un problema de poder. Lo primero se resuelve con las matemáticas avanzadas y la informática; lo segundo con la Democracia Participativa. A diferencia del carácter subjetivo de los conceptos de precio y valor que usa la economía burguesa, el concepto de valor como trabajo abstracto incorporado a un producto o servicio es una magnitud objetiva”.
Estas afirmaciones no sólo están aquejadas de una grave confusión entre economía y política, sino que además son muy poco prácticas. Veamos primero la determinación objetiva del valor. Por mucho que se mire las mercancías que hay en un expositor, no habrá manera de percibir el valor contenido en ellas. Esa cuestión la deja muy clara Marx en El Capital: el valor en su forma natural, el valor como cantidad de trabajo abstracto contenido en un bien, carece de forma objetiva. Sólo adquiere forma objetiva en la relación de cambio de unas mercancías con otras, esto es, en el mercado. Así que el carácter objetivo del valor no es un problema que haya de resolver las matemáticas y la informática, sino que lo resuelve el mercado.
Ahora hablemos del intercambio de valores iguales. Un tejedor manual elabora un metro de tela en una hora. Pero mientras tanto se produce un cambio en el desarrollo de las fuerzas productivas y aparece en escena el telar a vapor, con el cual elaborar un metro de tela sólo cuesta media hora de trabajo. El tejedor manual, atado al viejo método de producción, seguirá incorporando una hora de trabajo a 1 metro de tela, pero su producto sólo representará media hora de trabajo social medio. Su trabajo individual de una hora representa ahora sólo media hora de trabajo social. Y cuando hablamos de valores, hablamos del trabajo social y no del trabajo individual. Así que el intercambio de valores iguales no es una cuestión que tenga que ver con la Democracia Participativa , sino con el desarrollo de las fuerzas productivas y la competencia.
Formas mercantiles y formas de capital
Es fundamental en la reflexión sobre el socialismo del siglo XXI distinguir con claridad la forma mercantil de la riqueza de su forma de capital. En la producción de mercancías rige el principio del derecho de propiedad sobre el trabajo propio. Accidentalmente podemos considerar que hay intercambios de valores desiguales, de manera que unas personas se apropien de ciertas cantidades de trabajo de otras personas, pero en un intercambio regular y habitual rige el intercambio de equivalentes o valores iguales. Así que insistimos: en el mundo mercantil rige el derecho de propiedad sobre el trabajo propio.
Marx demuestra en El Capital cómo la riqueza producida como capital permite a los capitalistas apropiarse de trabajo ajeno sin infringir la ley del intercambio de valores iguales. Cómo se produce esta apropiación y cómo se evita la infracción de esa ley no es el objetivo teórico del presente trabajo, pero todos los marxistas saben que la forma capitalista de producir la riqueza permite a los propietarios de los medios de producción apropiarse de trabajo ajeno. Así que bajo el punto de vista de la propiedad es fundamental distinguir la forma mercantil de la riqueza de la forma de capital: en la forma mercantil de la riqueza rige el derecho de propiedad sobre el trabajo propio, mientras que en la forma de capital de la riqueza rige el derecho de propiedad sobre el trabajo ajeno.
Uno de los principales errores del modelo soviético de socialismo fue la confusión que hubo entre sus dirigentes entre la forma mercantil de la riqueza y la forma de capital. Se pensó que la tarea del poder soviético no era sólo acabar con la forma capitalista de la riqueza sino también con su forma mercantil. Y al negar la forma mercantil de la riqueza, al no permitir que los precios los estableciera el mercado, no se respetó la ley del valor. Y cuando no se respetan las leyes objetivas de la economía, las cosas van mal y lo paga el pueblo.
Empresario y capitalista
En los inicios del capitalismo, esto sucede hoy día también en las pequeñas empresas, el propietario de la empresa era al mismo tiempo el empresario o gestor de la misma. De esta manera no se distinguía con claridad lo que ganaba dicha persona como gestor de la empresa de lo que ganaba como propietario de la misma. En esa época reinaba la idea de que todo lo que poseía el capitalista se lo había ganado con su trabajo. Pero desde que surgió la sociedad anónima, la sociedad por acciones, quedó claro que unas personas eran las propietarias de la empresa, que cobran dividendos, y otra persona es el gestor o empresario, que cobra un salario. Este salario suele ser muy grande o bastante grande en relación con el salario medio. Pero lo importante es que con las sociedades anónimas la función de propiedad quedó diferenciada de la función de trabajo. Así que ser empresario es una función de trabajo y ser capitalista es una función de propiedad. Ahora ya no se puede argumentar que lo que gana una persona como capitalista es fruto de su trabajo. Ahora queda demostrado que lo que gana una persona como capitalista es fruto de la apropiación de trabajo ajeno. De ahí los intentos repetidos de la economía convencional por demostrar que el trabajo no es la sustancia de los valores. Como en las economías actuales, por muy avanzadas que sean, la pequeña y la mediana empresa siguen creando la mayor cantidad de empleo, la confusión entre empresario y capitalista se sigue dando. Y sigue teniendo un gran peso en la conciencia media que lo que posee en propiedad el empresario-capitalista es fruto de su trabajo.
Las acciones y los trabajadores
En principio podemos dejar sentado que quien se compre una acción y cobre anualmente un dividendo, se está apropiando de trabajo ajeno. Y como comprar acciones es algo que está al alcance de cualquiera, incluido los trabajadores, cualquiera tiene la posibilidad de apropiarse de trabajo ajeno. De esta manera parece quedar disuelta la contradicción entre capital y trabajo. Ya que si cualquier trabajador puede comprar acciones, cualquier trabajador es un capitalista, aunque sea en pequeña escala. Vista esta situación parece que lo razonable sea que en el socialismo quede prohibida la creación de empresas por acciones y con ella el derecho de comprar acciones. Pero surge un pequeño problema: ¿qué sucede con los ahorros de los trabajadores? ¿Permitiremos que esos activos económicos queden en paro? ¿No estaríamos así impidiendo un mayor desarrollo económico? Creo que ningún dirigente político dejaría que una parte de los recursos monetarios del país no tuvieran rendimientos. Así que no queda más remedio que permitir que en el socialismo haya sociedades anónimas donde los trabajadores inviertan sus ahorros.
Las acciones y el derecho de propiedad
En El Capital, en la sección dedicada al estudio de las rentas y sus fuentes, Marx dice lo siguiente: “Plustrabajo en general, como trabajo que rebasa las necesidades dadas, tiene que quedar siempre. Se requiere una determinada cantidad de plustrabajo para asegurarse contra los accidentes y para la necesaria y progresiva expansión del proceso de reproducción, la cual corresponde al desarrollo de las necesidades y al aumento de la población, lo que desde el punto de vista capitalista se llama acumulación”. Debemos partir de la base de que en el socialismo la jornada de trabajo seguirá quedando dividida en dos partes: trabajo necesario y plustrabajo. Pero tanto el trabajo necesario como el plustrabajo seguirá siendo una creación del trabajador. De manera que si hay trabajadores que han invertido sus ahorros en acciones y cobran unos determinados dividendos, podemos suponer que esos dividendos son parte del plustrabajo que ellos mismos han creado.
Lo cualitativo y lo cuantitativo en las acciones
¿Cómo evitar que los trabajadores a título individual se apropien de más cantidad de plustrabajo del que han creado? No podemos hacerlo negando la necesidad de las sociedades anónimas y el derecho a comprar acciones, sino poniendo un tope máximo al ingreso personal. Se trata de una solución cuantitativa, poner un tope máximo al ingreso personal, y no de una solución cualitativa, negar el derecho de compra de acciones o de cualquier clase de títulos de valor.
La acción como forma mercantil y como forma socialista
La acción es una forma mercantil creada por el capitalismo y, como indica Marx según la cita que encabeza este trabajo, representa una forma económica de transición del capitalismo al socialismo. Pero puede transformarse en una forma económica del socialismo con el sencillo método de poner un tope máximo al ingreso personal. Esta solución cuantitativa, impedir que cualquier persona se apropie de más trabajo del que ha creado, tiene un resultado económico cualitativo: transformar una forma económica capitalista en una forma económica socialista.
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