domingo, 3 de junio de 2007

Saber e imaginar

Soy un investigador independiente y necesito de estímulos teóricos. El foro de Semioticians en ocasiones me proporciona esa clase de estímulos, pero en otras ocasiones no. De un foro de esta categoría lo que se debe esperar son reflexiones o pensamientos de naturaleza teórica.   Lo que no resulta alentador es que haya un debate acerca de si una persona debe facilitar o no un trabajo teórico. Todo eso sería mejor resolverlo mediante correo privado.  Creo que Semioticians constituye una comunidad científica y, en consecuencia,  se debe a la ciencia. Lo demás no es bueno para el foro ni para la Semiótica.


Todavía me queda por elaborar cuatro páginas para la Mesa Redonda de Helsinki, y Magariños me ha sugerido que sea una reflexión conceptual. Y metido en ese compromiso he dado con un cuento de Gilbert Keit Chesterton, titulado El agujero en el muro, donde casi al final del mismo puede leerse el siguiente párrafo:
­¿Y como dio usted con la pista de toda esta historia oculta? –preguntó el joven arquitecto. Una sombra cubrió el rostro de Horne Fisher. –Yo sabía de antemano lo suficiente como para imaginarme el resto –dijo-.

Acostumbramos a hablar de la imaginación como lo contrario de la percepción y del concepto, estos parecen darnos objetos existentes mientras que aquella parece darnos objetos inexistentes. Para esa función parece encomendada la imaginación: para representarnos lo inexistente o lo que existirá en el futuro. También se exige tener imaginación cuando no sabemos cómo salir de una determinada realidad que nos perjudica. En todo caso la imaginación parece ser un buen mecanismo para que se produzca un cambio en la percepción que tenemos de los fenómenos sociales. Y cuando este cambio se produce, tal vez otro aspecto significativo sale a relucir en el fenómeno social en cuestión.

Lo que más me llamó la atención en el cuento de Chesterton fue que presentara la imaginación como un complemento del conocimiento, como la fase que culmina el proceso de conocimiento en su conjunto, proporcionando aquello que no fue perceptible  en el momento en que se produjo.  Aunque no debemos olvidar la tesis básica que hay en la respuesta de  Fisher al joven arquitecto: la imaginación es capaz de desempeñar su papel cuando se dispone de antemano del conocimiento suficiente.

Saber e imaginar (2)

El mundo de la actividad policial y detectivesca es el mundo de las huellas, de las pistas, de los indicios y de los interrogatorios.  No creo que exista una práctica social con tal carga de formas sígnicas y procesos semióticos como esta de la que les hablo. Me entusiasma este mundo y  los escritores que lo reflejan. Pero Chesterton me gusta especialmente por su alta calidad literaria, por la belleza de sus imágenes y por su aportación semiológica.

Cualquier ciencia no sólo se fundamenta en la elaboración conceptual, sino también en el acopio de materiales y de representaciones. Y en este sentido Chesterton y todos los escritores que reflejan el mundo de la actividad policial aportan muchas representaciones de gran valor semiológico. En mi anterior mensaje me referí a la relación entre saber e imaginar, a la idea de que quien mejor se puede imaginar lo que no se ha podido percibir es el que mas sabe del hecho sobre el que se indaga. Y esta idea la había tomado del cuento de Chesterton El agujero en el muro.

Gabriela habla de un cuento de Edgar Allan Poe titulado La Carta Robada,  y me indica que a su juicio Poe brinda claves parecidas a las planteadas por Chesterton en el cuento al que me referí en el mensaje anterior. He leído el cuento de Allan Poe. Lo desconocía. Este cuento se inicia con una sentencia de Séneca en latín, cuya traducción es la siguiente: lo que más odia la sabiduría es la inteligencia.

El cuento trata de un ministro que robó una carta a una personalidad de la realeza. La tarea del Prefecto de la policía era hallar esa carta, descubrir dónde la había escondido el ministro y hacerse con ella. El Prefecto le comentó a un tal Dupin, que será el encargado de resolver el caso, que había registrado la casa del ministro de arriba abajo y no había hallado la carta. La búsqueda fue muy minuciosa, e incluso hicieron uso de un microscopio.  Registraron habitación por habitación y mueble por mueble. Pero no hubo manera.

Sin embargo, Dupin halló la manera: En una miserable tarjetera de cartón  que pendía de una cinta azul sobre la chimenea estaba la carta. La carta estaba a la vista de todos, no secretamente escondida, ni artificiosamente escondida. El juicio de valor de Dupin sobre el Prefecto fue el siguiente: “Continuamente se equivoca por exceso de profundidad o de superficialidad”  y “El Prefecto y sus hombres se equivocan porque nunca toman en cuenta el tipo de inteligencia del adversario”.

A mi juicio este cuento no  trata de la relación entre saber e imaginar, sino de otras dos aspectos de gran importancia semiológica: por un lado, el exceso de profundidad y complejidad, que lleva al Prefecto a buscar en fondos ocultos lo que está en la superficie, y por otra parte, la importancia de la psicología en el conocimiento del otro. Cuanto más sepamos cómo es la persona sobre la que indagamos algún acontecimiento del que sea responsable, mejor sabremos cómo responderá ante determinadas situaciones.

Insisto que este mundo, el mundo de la actividad detectivesca, aporta muchos materiales para la semiótica. Y cuando disponemos de cuentos sobre ese mundo creados por escritores de la talla de Gilbert Keit Chesterton o Edgar Allan Poe, no sólo avanzamos en el conocimiento de los fenómenos semiológicos sino que además disfrutamos de una gran experiencia estética.

SABER E IMAGINAR (3)

Le comento primeramente a Gabriel que no tengo el texto de Lacan ni conozco en general a Lacan para elaborar un juicio al respecto. Con respecto a lo que plantea Gabriela que en el cuento de Edgar Allan Poe titulado “La carta robada”, en la parte dedicada a los matemáticos y a los poetas, sí se plantea la contradicción entre saber e imaginar, me mantengo en mis treces. Y paso a detallar mi argumentación.

En tanto el sujeto que produce e interpreta los signos es un ser social dotado de conciencia, tanto la sociología como la psicología son esferas de saber necesarias para el semiólogo. También lo es para el policía: debe saber interpretar el comportamiento de los delincuentes de acuerdo a su psicología y de acuerdo a su extracción social.

Les recuerdo la esencia del cuento de Poe: Un ministro  roba una carta a un miembro de la realeza y el Prefecto de policía hacerse con ella. Se trata entonces de saber cómo se comportará el ministro en su tarea de esconder la carta para después saber cómo buscarla. Y a este respecto lo que argumenta Dupin, que será la persona que se hará con la carta, es que el Prefecto se ha equivocado en la evaluación de la personalidad y comportamiento del ladrón.

El Prefecto creía que el ministro era poeta y, por consiguiente, concluyó que era imbécil. Y como era imbécil, el Prefecto infirió que el ministro escondería la carta en los lugares más recónditos. Dupin considera que el Prefecto incurre en una non distributio medii al inferir que todos los poetas son imbéciles.

El amigo de Dupin, protagonista también del cuento, sale al paso diciendo que el ministro no era poeta sino matemático. Y a este respecto Dupin argumenta lo siguiente: como simple matemático, no habría razonado, y estaría a merced del Prefecto. De manera que Dupin no tiene en muy buen concepto a los matemáticos en el sentido de inteligencia para la vida social, compuesta de verdades concretas y no de verdades abstractas y generales como las de las matemáticas.

Dupin da la pista de cómo es verdaderamente el ministro cuando dice: “Yo sabía, sin embargo, que era matemático y poeta, y me atuve a esa doble capacidad. Lo conocía como cortesano, también, y como un audaz intrigante”. Así nos damos con una idea más exacta de cómo era el ministro y qué comportamiento podíamos esperar de él. (También la semiótica puede ser considerada una ciencia de la anticipación: en función de cómo es una persona se pueden deducir cuáles son los signos corporales que lo identifican).

De manera que el ministro sabía que su casa iba a ser objeto de atracos y que la policía la registraría de abajo arriba. Así que  puso la carta a la vista de todos.

Insisto ahora en que Poe no plantea la contradicción entre ser poeta y ser matemático como la contradicción entre un ser imaginativo y un ser no imaginativo. Puesto que tanto la poesía como la matemática necesitan de la imaginación, aunque una imaginación basada en un extenso y fundamentado saber.

¿Y qué utilidad tiene todo esto para la Semiótica? Pues sencillamente la utilidad que tiene la psicología para la semiótica: ayudarnos a representarnos de un modo más científico y riguroso la psicología  del sujeto que produce e interpreta los signos.






  







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