jueves, 17 de junio de 2010

En lo que me reflejo y me hace feliz

“En aquel instante, en lo alto de una colina, aparecieron nuevos grupos de jinetes.
Se hallaban a media versta de la fortaleza y pronto toda la estepa estuvo sembrada de un sinnúmero de hombres con lanzas y aljabas. En medios de ellos, cabalgaba, a lomo de un caballo blanco, un hombre vestido con un caftán rojo que blandía su sable desenvainado: era Pugachov en persona. Se detuvo; todos le rodearon y, al parecer por orden suya, cuatro hombres se separaron del grupo y galoparon hasta la misma fortaleza. Reconocimos a nuestros traidores. Uno de ellos alzaba por encima de su gorro una gran hoja de papel; otro enarbolaba una lanza con la cabeza de Yulái, que sacudió violentamente y arrojó hasta nosotros por encima de la empalizada. La cabeza del pobre Kalmuko cayó a los pies del comandante”. La hija del capitán. Alejandro Pushkin.


En un texto como esto sí que me reflejo yo. Hay belleza y hay profundidad. Aprendo mucho más de este texto  que de mil banderas rojas. El mundo no es el marxismo. El marxismo es sólo una parte del mundo y una parte de una época del mundo. Y el marxismo fue lo que es gracias a fuentes que no eran marxismo. Todo no puede estar teñido de rojo. Eso sería absolutismo.

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