jueves, 17 de junio de 2010

Sociedad comunista e igualdad

Me limito a transcribirles una larga cita de Marx extraída de  “Critica del Programa de Gotha”:


“De lo que se trata aquí no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, del sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede.  (Gian no tiene en cuenta esta diferencia esencial. Hay una diferencia esencial entre desarrollarse sobre su propia base que proceder de la sociedad capitalista). Congruentemente con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad –después de hechas las obligadas deducciones- exactamente lo  que ha dado.  Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo…Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancías, por cuanto éste es un intercambio de equivalentes. Ha variado la forma y el contenido, porque bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo…

Pero, en lo que se refiere a la distribución de éstos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercancías equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.

Por eso, el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués, aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el régimen de intercambio de mercancías, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, y no en los casos individuales.

A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad aquí consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.

Pero unos individuos son superiores física e intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duración e intensidad; de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. (Esta es la dialéctica, estimado Gian: lo blanco es negro; “este derecho igual es un derecho desigual). No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un obrero como los demás; pero reconoce, tácitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes de los individuos, y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les enfoque desde un punto de vista igual; siempre y cuando que se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso concreto, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás. Prosigamos: unos obreros está casados y otros no; unos tienen más hijos que otros, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, unos son más ricos que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual”.



Como puedes comprobar, estimado Gian, la dialéctica de la igualdad y la desigualdad tiene mucha miga. No basta con plantear: los que están a favor de la igualdad que se pongan a un lado y los que están a favor de la desigualdad que se pongan al otro lado.

14 de junio de 2010.

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