Empiezo transcribiéndoles el artículo “Violencia en el Parlament” de Isaac Rosa publicado por Público y Rebelión en el día de hoy.
“Es posible que se ejerza hoy un uso legítimo de la fuerza, pues en democracia las instituciones tienen el monopolio de la fuerza.” -Artur Mas, presidente de la Generalitat.
Estoy sobrecogido por la violencia vivida ayer en el Parlament: fue tremendo ver cómo varias decenas de diputados violentos se mostraban violentamente partidarios de aprobar unos violentos recortes que afectarán de manera violenta a todas las partidas, incluidas sanidad y educación.
Un momento, un momento. Borren el párrafo anterior, que olvidé los gritos de rigor. Empiezo otra vez, ésta es la buena: mi más rotunda condena a la actitud violenta de quienes intentaron impedir a los representantes del pueblo ejercer su función, algo inadmisible en democracia.
Vale, seguimos: la primera lección que ya han aprendido los indignados –aunque muchos ya lo sabían, pues llevan años indignados- es que el monopolio de la violencia que define al Estado significa también que es el Estado el que decide lo que es violencia y lo que no, o dicho de otra manera: qué violencia es legítima, y cuál es delito.
Así, aplicar recortes y reformas drásticas es violento, pero es violencia legítima, como lo son los violentos rescates a Grecia o Portugal, o el violento ataque al Estado de Bienestar. Da igual que el daño sobre los ciudadanos sea infinitamente mayor y más duradero que el que causan unos cuantos manchurrones de pintura a la puerta de la Ciutadella: esto último sí es delito, lo otro no.
Podemos discrepar con algunas formas de protesta, pero hay que verlas como lo que son: expresión de un malestar que no se resuelve con acampadas y twitter. Para violencia, la crisis y las medidas anticrisis. Para violento, el desprecio de los gobernantes a los gobernados cuando manifiestan con claridad su descontento. Ya comprobamos cuando la movilización contra la guerra de Irak que daba igual el rechazo de una mayoría social, pues para los gobernantes la única expresión de voluntad popular es el voto. Pero tampoco el voto cuenta, pues ni PSOE ni CiU ganaron elecciones proponiendo recortes y reformas.
De modo que ya lo saben los indignados. A seguir con las asambleas del buen rollito, y sin mear fuera del tiesto. ¿O es que acaso esperan ser escuchados de verdad?
Lo único que me parece escrito con sentido es aquello que Isaac Rosa dice con ironía: la condena de los actos violentos llevados a cabo contra los parlamentarios catalanes. El resto me parece totalmente desafortunado.
Primero. Los actos de ayer a quienes perjudican primero y fundamentalmente son a los propios miembros del movimiento 15 M.
Segundo. Actos como los de ayer alimentan la reacción de derecha y fortalece a la derecha.
Tercero. Actos como los de ayer muestran en el error en el que siempre incurren determinados sectores de las filas de izquierda: en el infantilismo.
Cuarto. Que el monopolio de la violencia lo tiene el Estado es una verdad tan valida para el capitalismo como para el socialismo. Si mañana mismo la izquierda radical se hiciera con el poder del Estado, no podría renunciar a ese monopolio. Así que ese argumento de Isaac Rosa es el argumento de un anarquista o, lo que es lo mismo, de un extremista.
Quinto. No se deben diluir los errores tácticos concretos en los que incurren determinados sectores de la izquierda radical en postulados generales sobre lo malo y violento que es el capitalismo.
Sexto. Ningún movimiento social llegará lejos si no tiene en cuenta los intereses en su conjunto de la sociedad, si no sabe expresar sus intereses particulares como los intereses generales de la sociedad.
Séptimo. No es posible transformar el mundo si no se lucha por la conquista del poder del Estado. Y la vía es la democrática. No hay otra vía posible.
Octavo. Todas esas manifestaciones infantiles de violencia perjudican gravemente a los intereses de la izquierda radical y deben ser condenadas con absoluta rotundidad.
Noveno. Hay que escuchar a las urnas y hay que respetar los resultados electorales. Y la mayoría de los electores españoles se han inclinado por la derecha. Con más razón la izquierda radical debe medir sus acciones y actuar con sumo tacto.
Y décimo. Hay que ganarse a las mayorías sociales. Y esto no se logra con las prácticas de ayer ni con las teorías infantiles de Isaac Rosa.
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