viernes, 7 de octubre de 2011

La lectura de Fausto o las dificultades en la comprensión del lenguaje complejo

Les comenté a los miembros del CEKAM que me había  hecho con la más importante obra literaria de  Goethe: Fausto. Tres de ellos me dijeron que ese texto era de muy difícil lectura. A los quince días les comenté que Fausto no me había resultado de difícil lectura, que tal vez ellos cuando lo leyeron no tenían la suficiente formación, y les invitaba a hacerlo de nuevo. Pero continuaron con su resistencia. Les leí un pequeño fragmento y aún así se resistían a reconocer que yo estuviera en lo cierto. Me vi obligado a aclarar ciertos aspectos relacionados sobre qué significa que un texto sea de fácil lectura. Todas las cosas siempre tienen parámetros relativos y son estos parámetros de los que hay que hablar para despejar dudas y lograr el entendimiento mutuo.


En el proceso de lectura hay que distinguir dos aspectos: la formación y psicología del lector y el grado de complejidad del texto. No siempre el lector está preparado para leer determinados textos. No obstante, al margen de estas determinaciones, aclaro el siguiente pormenor: siempre que leo un libro, máxime si es de la envergadura de Fausto,  no todas sus zonas se me presentan con claridad ni mi entendimiento es diáfano de forma continua.  Siempre hay zonas oscuras. Pero así y todo, en esas zonas oscuras veo cosas y disfruto con la lectura.  Las zonas oscuras nunca frenan mi lectura ni quebrantan mi ánimo. Y avanzo y gozo. Fausto es un enorme disfrute para el espíritu, al que no renunciaré por muchas dificultades léxicas, sintácticas y representacionales que se me presenten.

Les transcribo las palabras de Goethe que les leí a los miembros del CEKAM. Una vez que Fausto logró entrar en la habitación de Margarita y su ciego deseo se transformó en ardoroso amor, dijo estas palabras: “Bien llegada seas, dulce luz del crepúsculo que te filtras en este santuario penetrándolo. Apodérate de mi corazón, dulce pena de amor, que vives consumiéndote en el rocío de la esperanza.”   Les leí algunos fragmentos más y después les miré esperando su asentimiento acerca de que no había dificultad de entendimiento en el texto de Goethe. Pero no lo obtuve, permanecieron en sus dudas y en sus valoraciones. Uno de ellos, el menos experto, me dijo que no entendía eso de “dulce luz del crepúsculo”. En ese momento no le respondí. No me gusta hablar sobre impresiones y sin reflexión previa. Creo que es un enorme error. Siempre es mejor decir: leeré ese fragmento más detenidamente y luego ya te diré. Esto es lo que debió planificar mi colaborador. De ese modo en la próxima reunión sus opiniones y valoraciones estarían más fundamentadas y se libraría de la espontaneidad. Porque la espontaneidad es todo lo contrario de la conciencia. Todo el mundo habrá dicho alguna vez: ¡qué noche más amarga pase! ¡Fue una semana negra! Todo el mundo habrá trasladado al objeto lo que vive el sujeto. Así que la expresión “la dulce luz crepuscular” no representa ninguna dificultad para el entendimiento. Entonces, ¿por qué el colaborador del CEKAM planteó que no entendía eso de “dulce luz crepuscular”? Porque no pensó, no reflexionó, sencillamente habló y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza. No se comportó como debe hacerlo un intelectual: de forma reflexiva.

Demos un paso más. Cuando hay un fragmento que resulte de cierta dificultad entenderlo, ¿qué debemos hacer? Someterlo a análisis. Descomponerlo en cuantas partes podamos y poner en juego la representación y el pensamiento. De ese modo superamos las dificultades en la lectura. Luego si un determinado texto resulta de difícil entendimiento, eso lo será al principio, no al final. Siempre hallaremos medios para superar las dificultades en el entendimiento de los textos. Que esas dificultades sean superables en cuestión de horas, de días e incluso en cuestión de meses, es lo de menos, la clave está en que son superables.

Así que, en términos relativos y con perspectiva de futuro, con reflexión y mucho detenimiento, no hay texto literario cuyo entendimiento sea difícil.  Lo difícil, después del mucho trabajo y la mucha preparación, se torna fácil. Pero siempre, tanto en la dificultad como en la solución, tanto en la representación intuitiva como en la representación diáfana, disfrutaremos enormemente con la belleza literaria de Fausto.

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