miércoles, 29 de febrero de 2012

La tragedia y lo universal

La experiencia de la vida y mi actividad teórica me permiten afirmar que las cosas tienen muchos lados, que siempre uno debe  cuidarse de pensar que lo abarca todo, y que el otro de forma explícita o somera ha visto un lado que uno no ve. No hay nada de malo en esa afirmación,  no se cuestiona con ella la certeza del conocimiento, sólo nos advierta del absolutismo en materia de conocimiento. No es una invitación al escepticismo ni a la ambivalencia, sino a la prudencia y a la visión amplia. La filosofía como conocimiento de  lo general nos acerca más a esta perspectiva que la ciencia, que siempre es la ciencia de una determinada forma del ser o de una determinada forma del movimiento de la materia.

La lucha de clases, el partidismo, nos vuelve más particulares, nos reduce la visión de la amplitud y de la complejidad del mundo. Cuanto más estrechos sean nuestros intereses económicos, políticos e ideológicos, menos posibilidades tendremos de dotarnos de una visión amplia del mundo, menos posibilidades tendremos de dotarnos de un conocimiento multilateral.  No planteo renunciar a la lucha de clases y muchos menos a la identidad de clase, este requisito es básico en el mundo de hoy donde hay tanto mal, sino que tengamos la inteligencia de saber expresar los intereses particulares de los trabajadores  como los intereses generales de toda la sociedad. En medio de la globalización, en medio de la universalización, no debemos dejarnos atar por la particularización.
Juan Blanco, un miembro del foro Filosofía y Pensamiento, siempre ha estado dominado por un pensamiento universal. Yo, por el contrario, siempre cuestiono el capitalismo, una determinada forma de la existencia humana. Aunque Juan Blanco también cuestiona el capitalismo, cuestiona más a la humanidad en general, cuestiona la esencia primera de la humanidad: su existencia. Hay un lado de verdad en todo esto y no debemos dejarlo de lado. Los intereses particulares de los trabajadores no deben cegarnos hasta el punto de no ver las contradicciones generales de la humanidad. El ser humano  no es sólo el ser humano en el socialismo,  sino el ser humano a lo largo de todo su dilatado desarrollo histórico. El socialismo no es la meta de la historia sino el inicio de la historia puramente humana, la historia que ha dejado atrás la división de los hombres en clases sociales, la historia que ha dejado atrás el Estado como organización de la violencia, la historia que ha dejado atrás el extenso mar de la pobreza y de la deshumanización.
Como complemento al sentido de estas reflexiones les transcribo unas palabras de Arthur Schopenhauer sobre la tragedia contenidas en su obra El mundo como voluntad y representación: “Para el conjunto de nuestro análisis es muy importante observar que el fin de esta máxima producción poética es la representación del aspecto terrible de la vida; que lo que aquí se nos exhibe es el indecible dolor, las calamidades de la humanidad, el triunfo de la maldad, el sarcástico dominio del azar  y el irremediable fracaso de lo justo y lo inocente: pues aquí se encuentra una importante advertencia sobre la índole del mundo y de la existencia”. Muy sabias estas palabras. Así es el mundo de hoy, sin duda un mundo más trágico que el de la Grecia Clásica o de la Roma imperial, pero  el indecible y extenso dolor ha sido ahogado, sofocado, sepultado. No hay poetas que lo expresen, no hay pensadores que lo capten, no hay pintores  que lo reflejen. Que estupidez más grande la de aquellos pensadores que dicen que la teoría del reflejo está superada. Tal vez esa superación sea puro abandono, pura cobardía, pura ocultación de la esencia del mundo.
Estoy con Schopenhauer: triunfa la maldad, nos domina el azar, y fracasa lo justo y lo inocente: el ciego mercado se ha adueñado de nuestras vidas. La alienación, la pérdida de control sobre el conjunto de los mecanismos económicos, genera una extensa y profunda decepción en la humanidad. Más adelante, en el mismo texto citado,  Arthur Schopenhauer añade estas  otras  palabras: “El verdadero sentido de la tragedia es la profunda comprensión de que lo que el héroe expía no son sus pecados particulares sino el pecado original, es decir la culpa de la existencia misma”. Tal vez sea esto: el capitalismo está cuestionando no a una clase social en particular sino a la propia existencia humana, al rodearla de tanto calamidad y miseria, al dejarla a merced de las fuerzas oscuras y oprobiosas del mercado. Ya es hora de que llegue la época de la conciencia, ya es hora de acabar con tanta alienación, ya es hora de la liberación plena de la subjetividad.



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