domingo, 20 de enero de 2013

Sujeto y objeto: el empeño de la metafísica


El pensador metafísico suele presentar el sujeto y el objeto como dos entidades acabadas cada una de por sí y situadas una frente a la otra. Y después estudia sus interacciones. Procede al revés de cómo son las cosas. Parte del pensamiento y de sus resultados y no del ser. Ya que sujeto y objeto son dos productos conceptuales creados por el pensamiento abstracto. Así que el pensador metafísico no sólo incurre en el error de concebir los opuestos en el modo de existencias acabadas e independientes, sino que en su análisis parte del pensamiento y no de la percepción.

El punto de partida, si nos guiamos por la percepción, es la interacción entre sujeto y objeto. El objeto experimenta continuamente las modificaciones que le provoca el sujeto, y el sujeto sufre los impactos del objeto. Bajo esta concepción ni el sujeto ni el objeto se presentan como entidades acabadas, sino como entidades en continua modificación e interacción. Y al subrayar la interacción, presentamos al sujeto no de modo inerte sino como fuerza transformadora.

Sujeto y objeto son resultados de su interacción. Pero cuando el pensamiento abstracto los produce de sí mismo, se presentan como entidades que existen de por sí y antes de que el movimiento se produzca. Produce inevitablemente el pensamiento metafísico. Es una condición de la existencia tanto teórica como práctica. Mientras el carpintero hace la mesa todo es movimiento, es la organización del tiempo por medio de las fuerzas y de los materiales, pero al final el proceso de trabajo se presenta en la forma del ser, como objeto, como quietud. El movimiento, el proceso, -la esencia de la dialéctica- deja de ser, mientras que el resultado, el producto, se conserva y se mantiene. Diríamos que la realidad se empeña en ser metafísica.

Este refuerzo del ser, este mantenimiento del producto del trabajo en el tiempo, hace que el objeto se sustantive y pueda erigirse como una entidad extraña frente al sujeto. Y esto a su vez provoca que el sujeto, fundamentalmente en tanto sujeto pensante,  se sustantive frente al objeto. Y de hecho el lenguaje, la gramática, por medio de la división entre sujeto y predicado, refuerza la concepción metafísica del sujeto y del objeto como entidades acabadas y existentes de por sí. Así que no sólo la realidad, también el lenguaje se empeña en ser metafísico.



 

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