lunes, 7 de enero de 2013

Violencia, narraciones y juguetes



Violencia y Estado

En el capítulo IX, Barbarie y civilización, de su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Engels se expresa en los siguientes términos: “Pero acababa de surgir una sociedad que, en virtud de las condiciones generales de su existencia,  había tenido que dividirse en  hombres libres y en esclavos, en explotadores ricos y en explotados pobres; una sociedad que no podía conciliar  estos antagonismos, sino que, por el contrario, se veía obligada a llevarlos a sus límites extremos. Una sociedad de este género no podía existir sino en medio de una lucha abierta e incesante de estas clases entre sí o bajo el dominio de un tercer poder que, puesto aparentemente por encima de las clases en lucha, suprimiera sus conflictos abiertos y no permitiera la lucha de clases más que en el terreno económico, bajo la forma llamada legal. El régimen gentilicio era ya algo caduco, fue destruido por la división del trabajo, que dividió la sociedad en clases, y remplazado por el Estado”.  

Todas las sociedades divididas en clases son sociedades violentas. Y respecto a esa situación el Estado es el medio por el cual se logran dos objetivos: uno, se evita la lucha abierta e incesante entre las distintas clases sociales, y dos, se organiza la violencia. Las tres principales instituciones estatales donde ha cristalizado la organización de la violencia son el ejército, la policía y las cárceles. Como de momento el socialismo no existe de forma acabada sino como sociedad en transición, sigue siendo una sociedad violenta. Y el Estado socialista, como no podía ser de otro modo, representa como cualquier otro Estado clasista la organización de la violencia. Es un error presentar el socialismo como un movimiento que busca la paz. Mientras siga existiendo la sociedad dividida en clases, y de momento esa división no se ha superado, el socialismo será también un movimiento social que aspira a tomar el poder del Estado y, en consecuencia,   a administrar y ejercer la violencia.  Vista las cosas así los juguetes son un reflejo de un mundo dividido en clases sociales y en luchas incesantes canalizadas por medio del Estado. Pero al igual que en cualquier elemento de la riqueza hay que distinguir su valor de uso de su forma económico social, en los juguetes también hay que distinguir esos dos aspectos. Así que los juguetes no sólo expresan unas determinadas relaciones sociales de producción entre los hombres, sino también maravillosas conquistas del desarrollo de las fuerzas productivas.

Guerreas de piedras y juguetes

La pobreza y la incultura son situaciones muy duras para los niños. Yo y otros muchos de mi generación vivimos esa situación. Los Reyes Magos solían dejarnos, además, de pelotas y patinetas, pistolas y escopetas de mixtos. Disfrutábamos mucho disparando y jugando a los americanos y a los indios. Jugábamos sin ningún sentimiento de violencia. Sin embargo, en ese entonces eran habituales las pandillas y las guerreas de piedras. Yo conservo algunas huellas de pedradas. En algunas ocasiones mis amigos y yo lo pasábamos dramáticamente mal. Era violencia y era brutalidad. Era un signo de barbarie. También en ese entonces había serias peleas, donde se empleaban cuchillos y grandes piedras,  y algunas tenían desenlaces funestos. En este ejemplo se ve cómo el mundo de los juguetes no refleja ni tiene nada que ver con la violencia de la sociedad. Hablo de este ejemplo y no de otros donde a lo mejor pueda haber una estrecha relación.

Medio narrativo, violencia y juguetes

En el capítulo III de su obra Actos de significado Jerome Bruner habla de la entrada en el significado. Se trata de estudiar cómo los niños adquieren el lenguaje. La unidad lingüística que analiza para este fin Jerome Bruner es la narración. En verdad es el medio empleado por todo el mundo para comunicarse. Nadie emplea palabras y oraciones aisladas para comunicarse. Todo el mundo cuenta historias. A todo el mundo le suceden cosas día  a día y todo el mundo desea contársela a sus amigos y familiares. El niño se educa en estas narraciones. Es de observar que entre más retiradas estén estas narraciones de lo canónico, de lo considerado normal, los niños prestan más atención. Y es obvio que el contenido y las formas de las narraciones varían según la clase social, la familia y el barrio a la que pertenezca el niño en cuestión. Una característica esencial de las narraciones, además de la argentividad  y el orden secuencial, es la sensibilidad al contexto.

Jerome Bruner habla de un tal Miller que llevó a cabo grabaciones de las narraciones de niños negros de edad preescolar, incluyendo las narraciones entre ellos y sus madres, pertenecientes a un gueto de Baltimore. A este respecto el psicólogo estadounidense hace la siguiente valoración: “Un considerable número de estas narraciones trata de violencias, agresiones o amenazas, e incluso, en una proporción no desdeñable, se ocupa explícitamente de la muerte, del maltrato infantil, de la agresión física a mujeres o de tiroteos. Esta ausencia de censura, este desfile de crudas realidades, forma parte de un énfasis deliberado para endurecer a los niños y prepararles pronto para la vida, característico de la cultura negra de las clases bajas”. Dicho de otro modo: estos niños negros de 3 y 4 años viven en medio de la violencia o hacen una vida contextualmente violenta. Y las narraciones en las que se educan forman parte de esta violencia, son las expresiones de esta violencia, son sus instrumentos narrativos. Estos niños no se educan en un lenguaje distinto al que viven, al menos en el seno de su familia, otra cosa es en la escuela. Las armas de fuego y los asesinatos forman parte de su vida. Y los juguetes, las imitaciones de pistolas o de rifles, poco o nada le dicen. Aquí  los juguetes se presentan como tales juguetes, prácticamente sin valor simbólico o representativo. Si tienen las armas de fuego a su alcance, si viven los asesinatos y los asaltos contra la propiedad en primera persona, para qué quieren símbolos que los representen. Su juego, el juego del que participan, y que desde muy temprano empiezan a practicar en primera persona es el juego que se practica con armas de fuego de verdad. La verdad aquí es muy poderosa y extremadamente dramática y dura como para que el niño tenga ganas de fantasear. La fantasía aquí es la dura y cruda realidad.

 

 

 

 

 

 

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