Lo importante es que tú seas tu propia medida,
que no esperes nunca nada de los demás, que te sientas como un vaso lleno que
continuamente derrama sus excesos. Solo así te sentirás libre y no te acecharán
los prejuicios y los malos pensamientos sobre los demás. Tú sabes que cada día
creces, en lo bueno y en lo malo, y tú debes reconocerlo. Y eso debe ser lo
decisivo, no lo que piensen los demás. Acepta las críticas que te ayuden e
interesen, y aparta las que te perjudiquen. Y todo esto no te volverá más
egoísta y más individualista, todo lo contrario, verás a los demás con más amor
y generosidad. Dejarás que los demás sean como son; y lanzarás tus dardos, envenenados
o no, con alegría y diversión.
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