sábado, 23 de abril de 2016

David Harvey y el carácter fetichista de la mercancía

He seguido leyendo a duras penas La guía para leer El Capital de David Harvey. Me produce desazón y me preocupa que haya personas que lean esta obra como guía para leer El Capital. La impresión que me da es como si Harvey hubiera troceado toda la sección de El Capital dedicada al carácter fetichista de la mercancía y la hubiera lanzado al aíre, y después recogiera unos determinados trozos y los uniera bajo la más libre arbitrariedad. ¡Qué desorden! Las teorías se componen de juicios. Los juicios están encadenados en razonamientos de los que se extraen conclusiones lógicas. A nadie se le ocurriría exponer una teoría matemática o física saltándose o eliminando juicios de los razonamientos o saltando directamente a las conclusiones. El encadenamiento de los juicios no puede ser roto; porque si no, sería imposible obtener conclusiones lógicas. Pues bien, esto es lo que hace David Harvey con El Capital: en términos lógico teóricos lo destruye. Y así confunde y entremezcla los conceptos de manera que no hay manera de entenderlos. Confunde la ocultación con el fetichismo y el valor con las formas del valor. No quiero entrar en el detalle de todos sus errores para no aburrir al lector. Expondré primero lo esencial del razonamiento de Marx acerca del carácter fetichista de la mercancía. Y después expondré lo que entiende David Harvey por fetichismo y lo someteré a crítica. Gran parte de lo que voy a exponer no aparece en el texto de Harvey. 

Cuando se estudia El Capital se atraviesa distintas etapas teóricas. Primero hay que estudiar la transformación de la mercancía en dinero, y después, la transformación del dinero en capital. Estas son las dos primeras etapas del conocimiento contenidas en El Capital. Es un error introducir conceptos y determinaciones de la segunda etapa en la primera. No podemos pretender ver en la primera etapa aspectos que solo pueden verse en la segunda etapa. Tampoco debemos pretender que con uno solo concepto, como puede ser el carácter fetichista de la mercancía, entender la totalidad de la naturaleza de la mercancía. Todo concepto tiene sus limitaciones. Ir más allá de los límites de cada concepto es un error teórico grave. Si queremos llegar más lejos en la comprensión del objeto de estudio necesitamos de otros conceptos. Cada cosa a su tiempo. Estas consideraciones lógico teóricas no las tiene en cuenta Harvey, provocando que su exposición no sea ordenada sino tortuosa.
Después de haber expuesto la transformación de la mercancía en dinero –advirtiendo que aquí hablamos del dinero-oro, esto es, del dinero que todavía es un valor de uso– Marx pasa a exponer el carácter fetichista de la mercancía. Les recuerdo que la mercancía es una unidad doble: valor de uso y valor. Marx nos dice que en principio la mercancía parece un objeto trivial, pero de su análisis resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilizas metafísicas y de caprichos teológicos. Y cuando algo es complicado y muy complejo, se nos presenta inevitablemente como algo misterioso y enigmático.  Lo que hace a continuación Marx es decirnos primero dónde no está el misterio de la mercancía.
Pero antes de entrar en esta materia aclaremos la diferencia entre valor y forma de valor. El lector me lo agradecerá. Comprenderá mejor lo que sigue. Cuando un agricultor produce trigo, debemos distinguir dos cosas: por un lado, realiza una actividad productiva conforme a un fin, y por otro lado, gasta una determinada cantidad de fuerza de trabajo en producir, por ejemplo, 2 kilos de trigos. En tanto actividad productiva el agricultor produce valor de uso, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo el agricultor produce valor. El gasto de la fuerza de trabajo se mide por la duración del trabajo. De manera que diremos que para producir 2 kilos de trigo el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio. Pero cuando miramos los 2 kilos de trigo, y por muchas vueltas que le demos, no tenemos manera de hallar las dos horas de trabajo contenidas en los 2 kilos de trigo. Dicho de otro modo: bajo el punto de vista sensible es imposible percibir el valor de los dos kilos de trigo. Al valor considerado así se le llama el valor en su forma natural. A esta forma de existir el valor en la mercancía aislada Marx la califica de “objetividad espectral”. Lo único que quiere indicar Marx con esta expresión es el carácter imperceptible del valor en su forma natural.
La situación cambia cuando en vez de considerar a la mercancía aislada consideramos la relación de una mercancía con otra. Supongamos que se establece una relación de intercambio entre 2 kilos de trigo y 1 metro de tela. Dice Marx que una mercancía por sí misma no puede expresar el valor que tiene. Así que el trigo para expresar su valor necesita de la tela. Y en esta relación el trigo se encontrará en la forma relativa de valor, porque es la mercancía que expresa su valor, y la tela estará en forma de equivalente, porque es la mercancía que sirve de material de expresión del valor del trigo. Si preguntáramos ¿cuál es el valor de 2 kilos de trigo? Responderíamos: 1 metro de tela. Lo que nos dice Marx es que 1 metro de tela es la forma del valor de 2 kilos de trigo. Así que, concluyendo, una cosa es el valor en su forma natural, el valor existiendo en la mercancía aislada y que no es perceptible, y otra cosa es la forma del valor, el valor existiendo en la relación de cambio entre dos mercancías, donde la mercancía que desempeña el papel de equivalente, en nuestro caso 1 metro de tela, existe como forma del valor de los 2 kilos de trigo. El estudio de las formas del valor merece un estudio muy concienzudo, muy riguroso y muy reflexivo. Aconsejo al lector que lea mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero, para que tome nota de toda su complejidad y trascendencia. Sin embargo, en un gesto ofensivo hacia la calidad teórica de El Capital, Harvey afirma que el estilo seguido por Marx en esa sección es “aburridamente contable”. ¡Qué le vamos a hacer! Es propio de mucha gente achacar al otro sus propias limitaciones. Y Harvey tiene importantes limitaciones teóricas.
Pasemos ahora a explicar dónde según Marx no está el misterio de la forma mercantil.
Una. El misterio de la mercancía no puede provenir del valor de uso, ya se le mire, por una parte, como una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas, o por otra parte, como un producto del trabajo útil o de la actividad conforme a un fin. Aquí no hay oscuridad ni misterio. Todo está a la luz.
Segunda. Nos advierte Marx que tampoco el misterio está en las determinaciones del valor. El valor tiene tres determinaciones fundamentales: su sustancia, su magnitud y su forma social. Hablemos de su sustancia: por muy diferentes que sean las actividades productivas o trabajos útiles, es una verdad fisiológica que son funciones del organismo humano, esto es, gasto de cerebro, músculos,... En tanto valores las mercancías son gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto. Esta determinación es la que hace iguales a todas las mercancías. Es obvio igualmente que esta determinación no tiene nada de misteriosa ni enigmática. Hablemos de la magnitud del valor: Nos dice Marx que salta a la vista la diferencia que hay entre la cantidad de trabajo y la calidad del trabajo. Y añade que en todas las situaciones tuvo que interesarle a los hombres saber cuánto tiempo empleaba en producir sus medios de subsistencia. Luego en la magnitud de valor tampoco hay misterio. Hablemos, por último, de su forma social: dice Marx “en cuanto los hombres trabajan de alguna manera los unos para los otros, su trabajo recibe también una forma social”. En el esclavismo los esclavos trabajaban para los esclavistas, en el feudalismo los siervos trabajaban para los señores feudales, en el capitalismo la clase obrera trabaja para los capitalistas, y en el socialismo de Estado la clase obrera trabajaba para el Estado. Así que la forma social del trabajo tampoco genera ninguna clase de misterio y enigma.
Llegados a este punto Marx se pregunta: “¿De dónde nace, pues, el carácter enigmático del producto del trabajo en cuanto adopta la forma de mercancía?” Y responde: “Evidentemente de esa misma forma”. Ya tenemos entonces la respuesta: el carácter misterioso y enigmático del producto del trabajo proviene de su forma mercantil. Luego la clave está en comprender bien la naturaleza de esa forma para comprender por qué la mercancía tiene un carácter fetichista. Toda esta exposición pormenorizada que he realizado, y que no es nada extensa, no figura en el texto de David Harvey. Y, por rigor, no me he saltado ningún paso. Vale más decir poco pero claro que mucho pero turbio. Expongamos primero en qué consiste el enigma de la forma mercantil según Marx: “La igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo, la medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo, las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”. No se me atragante el lector que ahora pasaré a explicar todo esto.
El señor A de la comunidad A produce trigo, y el señor B de la comunidad B produce telas. Desde hace décadas vienen intercambiando sus productos del trabajo de forma regular. Los sucesivos intercambios han establecido la siguiente relación de cambio: 2 kilo de trigos se cambian por 1 metro de tela, o 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. El trabajo del agricultor es un trabajo útil cualitativamente diferente del trabajo del tejedor, pero como gasto de fuerza de trabajo humano son iguales. En un caso se gasta fuerza de trabajo humano en forma de agricultura y en el otro caso se gasta en forma de tejeduría. Esta diferencia se objetiva en las mercancías del siguiente modo: como valores de uso el trigo y la tela son cualitativamente diferentes y como valores son iguales. Debemos suponer también que el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio en producir 2 kilos de trigo, y que el tejedor empleó igualmente 2 horas de trabajo social medio en producir 1 metro de tela. Y aunque el tejedor haya empleado 3 horas de trabajo, sus 3 horas de trabajo individual representan 2 horas de trabajo social medio. Ya que hemos supuesto que las condiciones medias de productividad en esta rama del trabajo se expresan en que por cada metro de tela producida se emplean 2 horas de trabajo social medio. Prefiero emplear la expresión “trabajo social medio” que la tan socorrida expresión de “trabajo socialmente necesario”.
Ahora preguntemos por las palabras de Marx  a las cuáles prometí darles una explicación. Primero: ¿Qué significa que “la igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo”? Pues eso: que la igualdad entre el trabajo humano del agricultor y el trabajo humano del  tejedor se expresa –o recibe la forma– en la igualdad de sus productos: el trigo y la tela en tanto valores, en tanto representan gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, son iguales. Segundo: ¿Qué significa  que “la medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que las 2 horas de trabajo social medio que costó producir los 2 kilos de trigo se expresa –o recibe la forma– en 1 metro de tela. Y tercero: ¿Qué significa “que las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que la relación socio-económica entre el agricultor y el tejedor se expresa –o recibe la forma –en la relación social de los 2 kilos de trigo con 1 metro de tela. En suma, en el mundo mercantil nada se dice directamente de los trabajos y de los trabajadores: todo se dice por medio de los productos del trabajo.
Llegados a este punto y esperando que el lector haya entendido mis explicaciones, Marx concluye: “Lo misterioso de la forma de mercancía consiste, pues, en el hecho de que les refleja a los hombres los caracteres sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos del trabajo, como propiedades naturales sociales de estas cosas, y, por tanto, también  refleja la relación social de los productores con el trabajo total como una relación social de objetos, existente fuera de ellos”. Creo que en mis palabras anteriores queda claro lo que concluye Marx. Los caracteres sociales del  trabajo del agricultor y del tejedor en tanto gasto de fuerza de trabajo social medio se les refleja a ellos como caracteres sociales de sus productos, como caracteres sociales de los 2 kilos de trigo y el metro de tela. Y la relación social de los productores con el trabajo total, esto es, con el trabajo de todas las ramas de producción, se refleja como la relación social de todas las mercancías entre sí. ¿Y cuáles son los caracteres sociales del trabajo humano abstracto, esto es, del gasto de fuerza de trabajo humano  sin tener en cuenta la forma de su gasto, del agricultor y del tejedor? Lo dijimos antes: uno, que en tanto valores son iguales, dos, que en su producción han gastado una determinada cantidad de trabajo social medido por su duración, y tres, que cada uno de ellos satisface la necesidad del otro o que cada trabajo se ha confirmado como eslabón necesario en la división social del trabajo. Creo que con lo dicho hasta aquí basta.
Hablemos ahora de cómo interpreta David Harvey el fetichismo. En la página 46 de su texto, Harvey explica el fetichismo de las mercancías en los siguientes términos: “Si alguien va a un supermercado y quiere comprar allí una lechuga, tiene que disponer de cierta cantidad de dinero. La relación material entre el dinero y la lechuga expresa una relación social porque el precio –el cuánto– está socialmente determinado, y el precio es una representación monetaria del valor. Oculto en el seno de ese intercambio en el mercado entre cosas existe una relación entre el consumidor y los productores directos que trabajaron para producir esa lechuga. Pero el trabajador no solo  no tiene por qué saber  nada del trabajo o los trabajadores que introdujeron valor en la lechuga; en sistemas muy complicados de intercambios es imposible saber nada sobre el trabajo o los trabajadores, y por eso el fetichismo es inevitable en el mercado mundial. El resultado final es que nuestra relación social con las actividades laborales de otros queda oculta bajo las relaciones entre cosas”.
La esencia de la explicación de David Harvey sobre qué es el fetichismo de las mercancías es la siguiente: la relación entre cosas en el mercado, entre mercancía y dinero, oculta la relación entre productores y consumidores, resultando que los segundos no saben nada de los primeros. ¿De dónde extrae Harvey esta explicación? De El Capital puedo asegurarles que no. ¿De dónde la extrae entonces? De sus propias conjeturas. ¿Tiene sentido lo que afirma? Pues no. El en proceso de intercambio, en el mercado, las personas figuran unas frente a otras como representantes de mercancías, esto es, como compradores y como vendedores. Estos son los dos únicos papeles que se desempeñan en el mercado: vendedor y comprador. De hecho el capitalista en el mercado también es un comprador y un vendedor, el hecho de que sea capitalista no le hace desempeñar un papel distinto a los que rigen en el mercado, que vuelvo y repito son el de comprador y el de vendedor. El dinero como capital se diferencia del dinero como medio de compra por las mercancías que se compran con él: medios de producción y fuerza de trabajo. El dinero como capital no se diferencia del dinero como medio de compra porque su propietario desempeñe un papel distinto a los que rigen en el mercado. Quien va con dinero al mercado desempeña el papel de comprador, mientras que quien va con mercancía desempeña el papel de vendedor. –No hablamos ni tenemos en cuenta en esta etapa del conocimiento el capital productor de interés Advertí que es un error incluir en una etapa del conocimiento aspectos que pertenecen a una etapa de conocimiento posterior–.
Seguimos. Una vez que el comprador se hace con la mercancía que necesita, por ejemplo, la lechuga, abandona la esfera de la circulación e ingresa en la esfera del consumo. La lechuga en el mercado funciona en calidad de valor, mientras que en el consumo funciona en calidad de valor de uso. En el mercado la lechuga se realiza como valor, mientras que en el consumo se realiza como valor de uso. Así que no tiene sentido alguno afirmar que la esfera de la circulación oculta la esfera del consumo. La esfera del consumo está tan a la vista como la esfera de la circulación. Veamos ahora el otro lado de la relación económica. El agricultor una vez ha recolectado las lechugas abandona la esfera de la producción e ingresa en la esfera del mercado. Y en el mercado no figura como productor sino como vendedor. Así que tampoco tiene sentido decir que la esfera de la circulación oculta la esfera de la producción. La esfera de la producción está tan a la vista como la esfera de la circulación. Así que es un acto mental caprichoso y arbitrario de Harvey afirmar que en el intercambio se ocultan las relaciones entre los productores y los consumidores,   cuando lo cierto es que la relación entre producción y consumo está mediada por el mercado. Y mediación no es lo mismo que ocultación. Además no solo es que la producción, el intercambio y el consumo se diferencien espacialmente, sino también temporalmente. Primero viene la producción, después el intercambio, y por último, el consumo.
Podría entrar aún en más detalles,  pero no quiero cansar al lector. Creo haber demostrado que la lectura de Harvey sobre la sección de El Capital titulada el carácter fetichista de la mercancía y su secreto carece de rigor conceptual e interpreta de forma errónea la esencia de ese concepto.

 
 
 
 

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