“Los seres
humanos buscando con ahínco el interés social se procuran de la manera más
óptima su interés particular”
Una pequeña digresión
Expresiones como “dislocaciones en la oferta”,
“desplome de la demanda” y “singulares pérdidas de riqueza financiera”, usadas
por Emilio Ontivero en su artículo en El
País el 17 de marzo, son palabras que no se convierten en hechos; haciendo
mías las palabras de Robert Frost contenidas al inicio de su obra Prosas. Se pregunta Frost cuál es el
lugar de las palabras. Y añade: “…si no sirven de algo, si no equivalen a
hechos, como un ultimátum o un grito de batalla, son lo peor que hay”. Esto le
pasa a Ontivero: Utiliza palabras “técnicas” para expresar lo que todo el
mundo sabe, pero con menor fuerza y desgarro. Ha cesado la actividad económica
de muchas empresas porque el Gobierno las ha obligado a cerrar. Eso genera
mucho sufrimiento y miedo en la población. Pero Ontivero lo llama “dislocación
en la oferta”. Si las empresas comerciales que no sean de alimentación cierran,
nadie podrá ir a comprar lo que esas empresas vendían. Y a eso Ontivero lo
llama “desplome de la demanda”. Y como ha disminuido y en algunos casos cesado
la actividad de grandes y pequeñas empresas, produciéndose en cascada
congelaciones de pagos a proveedores, todo eso inevitablemente se ha reflejado
en la Bolsa y ha caído el precio de las acciones. Y a eso lo llama Ontivero
“singulares pérdidas de riqueza financiera”. Que quieren que les diga: me
desanima ese tipo de artículos: no aportan nada, no añaden nada, solo expresan
la realidad con las categorías más frías de la economía convencional y con la
apariencia de un saber profesional. Desgraciadamente hay muchos economistas
marxistas que copian ese estilo, como si en el dato despojado de humanidad y
con las categorías abstraídas de la concreción de la vida, se acercaran más a
la esencia de las cosas, cuando en la realidad solo merodean el mundo. Y
debemos evitar, ¡por Dios!, esas afirmaciones apocalípticas sobre las crisis
del sistema capitalista. Pensemos en las trabajadoras y trabajadores que viven
de un salario y viven al día, esto es, sin apenas ahorros. Los tiene atenazados
las incertidumbres y el panorama sombrío que se nos cierne sobre todos. Hagamos
luz y no sombras. Seamos menos teoricistas. Observemos el mundo de manera más práctica, para alivio de todos.
La primacía de lo social
La crisis del coronavirus ha elevado lo social
a primera potencia. Lo social es lo
decisivo. De esta crisis solo se sale con la participación activa, consciente y
responsable de todas las ciudadanas y ciudadanos. Ahora el concepto adjetivo
que determina lo social es la unidad. Lo ha destacado el Presidente del
Gobierno. Ahora todas y todos debemos ser uno. Los empresarios, o al menos un
buena parte de ellos, piden socorro al Estado, para resolver sus problemas de
liquidez y sus pérdidas. Ahora los empresarios quieren más Estado, más economía
estatal, esto es, quieren más socialismo.
Esta experiencia dramática está demostrando la
necesidad que tienen las sociedades modernas
de disponer de una poderosa economía estatal. La experiencia china así
lo demuestra. La tesis de liberales y neoliberales que pone en el individuo la
esperanza de un mundo mejor cae por tierra. Mientras que la tesis socialista
que sitúa en el interés social la clave de un mundo mejor adquiere la
supremacía. Aquella tesis de Adam Smith que dice que el individuo al buscar su
propio interés lo lleva a preferir la inversión que procura más beneficios a la
sociedad, ha quedado definitivamente fuera de época, ha perdido su sentido
histórico. La experiencia, con la crisis de 2008 y con la crisis del
coronavirus actual, confirma que el socialismo y la economía estatal se
convierten en una necesidad fundamental y decisiva de las propias sociedades
capitalistas. Hay que ver lo bueno en lo malo. Hay que ver el futuro con
mejores ojos. Hay que ver el socialismo en el capitalismo. Y si bien en los
inicios de la globalización los intereses individuales han primado sobre los
intereses sociales, esta crisis epidemiológica pone al descubierto que solo si
se priman los intereses sociales sobre los intereses individuales el
coronavirus podrá ser derrotado.
La irracionalidad de la Bolsa
La Bolsa. ¡Ay!, la Bolsa. Sus voceros nos gritan:
“¡Hay pérdidas! ¡Hay malas expectativas! Por eso el precio de las acciones baja.
La Bolsa funciona así: por expectativas”. Y los brókeres llaman a los pequeños
ahorradores y los asustan: “Los precios de sus acciones están bajando. Hay
riesgo de que sigan bajando”. Y el propietario de las acciones, asustado,
responde: “Vende. Así no lo pierdo todo”. Pero hagámonos una primera pregunta:
Si los pequeños ahorradores venden sus acciones, habrán otros inversionistas
que compren. Y aquí viene la segunda pregunta: ¿Por qué compran acciones con
malas expectativas los que compran? Porque saben que esta crisis es coyuntural;
y que las acciones que hoy están bajando de precio recuperarán su valor al cabo
de cinco o seis meses. Y entonces se embolsaran como beneficios las pérdidas de
los que vendieron. Lo ha dicho en muchas ocasiones Warren Buffet, el mago de
las finanzas: en todas las crisis se pueden hacer buenos negocios y ganar mucho
dinero. La Bolsa es un juego cruel donde sus actores viven de espalda a la
realidad económica y donde las acciones son solo signos de los valores, donde
los grandes tiburones se comen a los pequeños peces, donde los ahorros de los
pequeños capitalistas monetarios son apropiados por los grandes inversionistas.
La Bolsa es la expresión de la irracionalidad capitalista, donde el interés
social no predomina sobre el interés individual, sino todo lo contrario: las
debilidades de los intereses sociales son aprovechadas por la mezquindad de los
intereses individuales. Los malditos agentes de Bolsa en vez de colaborar con
la economía estatal para hacer frente al coronavirus, nos hablan de la que la
Bolsa se mueve por expectativas. Y habría que responderles: ¡Váyanse ustedes a
la mierda, manada de sinvergüenzas! No tienen escrúpulos. Déjense de hablarnos
de las expectativas y de esos conceptos bursátiles que solo esconden la más
fría de las codicias. Estamos en un
momento de grave crisis social. Sean ustedes responsables como tenemos que ser
todos. Sean sensatos y actúen de forma racional, esto es, dejen de mirar el
bolsillo de las grandes fortunas y colaboren con la economía estatal. Dejen
ustedes de estar dominados por la enajenación, esto es, por la pérdida de
control consciente sobre las relaciones económicas bursátiles, y piensen por
una vez en los intereses de todos.
El egoísmo de los acaudalados
Después nos sale la señora Botín diciéndonos que los
beneficios del Banco Santander han bajado un cinco por ciento. ¿Y qué? Que
ganen los accionistas menos o que no ganen nada. E incluso si tienen que
perder, que pierdan. Esto es válido para todas las empresas. Que se reduzcan
sus beneficios, incluso que tengan pérdidas, y que se reduzcan también los
desorbitados salarios de sus directivos; y por eso no se acaba el mundo, sino
que sencillamente son momentáneamente un poco menos ricos. Lo mismo debería
suceder con las grandes fortunas y con los desorbitados ingresos de las figuras
del mundo del deporte, del cine y de la canción. A todas estas figuras, que en tiempos de
crisis se demuestra que carecen de la más mínima utilidad, habría que
aplicarles un impuesto excepcional para aliviar económicamente al Estado. ¿No
han sido todas esas “estrellas” junto con las grandes empresas tecnológicas y
los fondos de inversión los que se han enriquecido de manera desproporcionada
con las grandes oportunidades de la globalización? Pues sí, así ha sido. Pues
ahora que paguen una parte de los daños que provoca la globalización, pues no otra
cosa es esta pandemia: una de la negatividades de la globalización. Pero como
sucede siempre, serán las grandes mayorías sociales y los sectores más
vulnerables quienes al final paguen por las peores consecuencias de esta
pandemia.
Y por último, cómo le duelen a los recalcitrantes
alineados con los viejos conceptos del capitalismo el éxito de China en la lucha contra el coronavirus, hasta
el punto de que el soberbio de Vargas Llosa cree más importante que él se
exprese libremente que la salud de la población mundial. ¡Qué carajo importará
ahora lo que Vargas Llosa opina sobre el sistema político de China cuando lo
que debería hacer, como así lo hace la comunidad científica, es admirarla por su
ejemplaridad en el control de la epidemia del coronavirus! Pero aclaro: les duele
en el alma el éxito de China –y no solo en la lucha contra el coronavirus sino
también en la lucha contra la pobreza y en la carrera tecnológica –no porque
sea China, sino porque al frente de ese país está un todopoderoso Partido
Comunista. Y esta circunstancia fundamental, que una economía mixta sea tan exitosamente dirigida y gestionada
por comunistas, no puede ser digerida por sus mentes anquilosadas en los
conceptos del viejo capitalismo. Pero lo cierto es que ya acabó el mundo donde
Europa y EEUU eran el centro y la vanguardia.
Es un momento histórico para hacer circular la idea de la necesidad del socialismo. De hecho son los trabajadores y las clases medias quienes están llevando una lucha sin cuartel. Todo el mundo esta viendo de manera palmaria quienes son prescindibles y quienes son imprescindibles para controlar la pandemia. Lo están haciendo todos los sectores del estado, incluyendo el ejercito. No cabe duda que ahora la economía es de predominio estatal.Por otro lado , los ricos siguen invirtiendo en bolsa. He escuchado la idea de los coronabonos, bonos del estado a interés cero o negativo. Puede que pequeños ahorradores hagan préstamos a interés cero al estado. Que se hagan publicaciones de quienes invierten es estas condicione y quienes usan su dinero para mantenerlo a buen recaudo.
ResponderEliminarOtra idea puede ser que las personas que tengan dinero en paraísos fiscales lo legalicen pagando un interés negativo. Que en caso de no cumplir esa orden será un delito especialmente perseguido con consecuencias penales serias.
El socialismo tendrá avances y retrocesos. La situación actual es un claro avance y triunfo del socialismo sobre el capitalismo. Será transitorio, probablemente, pero todo el mundo ve la necesidad de más economía estatal.Y se dan las condiciones materiales para que el socialismo pueda ser: la pandemia se da con más virulencia en las sociedades económicamente desarrolladas, y se da univeralmente, en todos los estados.
Me parece importante la defensa del socialismo y del estatismo que este conlleva al lado de la crítica contra la clase dominante capitalista, que luego de que pase la crisis abominará del socialismo que reclaman como solución para sus pérdidas. Lo que si me parece curioso es que idealicen con lo que "debieran hacer" estos monstruos de la especulación y la explotación de la plusvalía social. Por favor, no seamos ilusos, ellos se guían por el criterio de máxima ganancia y la única forma de acabar con su voracidad y sus crisis es instaurando el socialismo en reemplazo total del capitalismo ¿cómo? con la revolución proletaria; lastimosamente la dirigencia obrera está comprada por sus verdugos burgueses y entonces, toca esperar. Finalmente, la China actual, admirable por su velocidad contra el coronavirus y muchas cosas más, pero allá no hay comunismo ni el partido es comunista, seguramente conserva algunas cualidades de un partido al estilo de las enseñanzas de los maestros en esa materia:Lenin y el Gran Timonel.
ResponderEliminarEn el último trabajo de este blog “emoción e inteligencia”, Francisco Umpierrez se refiere a las funciones neurológicas superiores de la actividad cerebral como fuerzas de la subjetividad, para extender el concepto más allá de la percepción, representación, memoria y pensamiento. Así extiende el concepto a emoción, pasión, voluntad…; y para oponerlo a inteligencia como capacidad de controlar y dominar las potencias y fuerzas de la subjetividad. El deseo puede ser considerado una fuerza de la subjetividad. Los niños no controlan los deseos. Y muchas personas tienen deseos que nunca pueden realizarse. Cuando un deseo no tiene posibilidades de materializarse las personas que tienen estos deseos viven en la frustración y en la impotencia. Los deseos son compartidos por grupos de individuos. La izquierda desea que el capitalismo deje se ser. Que la sociedad capitalista se transforme en sociedad socialista. Y los más extremistas quieren que el capitalismo se transforme en sociedad comunista sin transiciones. Todavía se sigue hablando de dictadura del proletariado. La izquierda mas radical vive en el deseo del socialismo y del comunismo. Estamos en el momento histórico de la transición del capitalismo al socialismo. Y para avanzar en esta transición no hay que vivir en el deseo, sino en el cultivo espiritual que permita conocer en profundidad las leyes del capitalismo y las leyes generales de la economía. Y la obra más revolucionaria para conocer las leyes generales de la economía y las leyes del desarrollo del capitalismo es El Capital de Karl Marx. Mientras la izquierda radical viva en el deseo del comunismo y no viva en el estudio de las leyes del capitalismo y las leyes generales de la economía, y como brotan las relaciones económicas socialistas del desarrollo del capitalismo, entonces las fuerzas de la subjetividad de la izquierda radical se desparramarán por cada poro del cuerpo de sus militantes. Y vivirán al margen de la historia. Y vivirán en la frustración y en la impotencia.
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