Algunas personas, condicionadas por experiencias anteriores, sitúan la clave de su personalidad en la libertad de sus decisiones. Pero ninguna decisión es libre o no es totalmente libre. Le digo a un amigo que el libro que compró y se dispone a leer no es bueno en sentido literario. Yo sigo un principio: solo leo clásicos o preferentemente clásicos. Así que mi afirmación de que el libro seleccionado por mi amigo no es bueno, solo tiene validez en relación con un texto clásico. Al día siguiente mi amigo dice que no me ha hecho caso y que se dispone a leer el libro, porque así lo ha decidido libremente. Pero el libro sobre el que él afirma que lo leerá por libre decisión, no es un libro decidido con tanta libertad como él supone. Ese libro fue recomendado por el profesor que le da clases de literatura. En el curso impartido por ese profesor se hablará de ese libro. Luego son las circunstancias accidentales que concurren en ese curso de literatura las que determinan su elección. Ahí no hay libre decisión. Son los valores y los principios que guían al profesor y la tarea que se realizará en el taller de literatura quienes condicionan y dirigen la decisión de mi amigo.
¿Por qué denomino
accidentales las condiciones que concurren en la supuesta decisión libre de mi
amigo? Porque es accidental que el profesor tutor de ese taller sea esa persona
determinada y no otra. Si mi amigo hubiera vivido en Madrid, el profesor sería otro.
Y si viviera en Berlín, el profesor sería otro distinto a de Las Palmas y al de
Madrid. También es accidental la formación literaria de ese profesor, como la
Universidad donde cursó su carrera, como sus preferencias literarias. Resulta
del todo curioso, incluso yo diría anómalo, que, siendo un taller de literatura
de lengua española, en primer lugar, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha no sea un texto básico, y, en segundo lugar, que los textos preferentemente
seleccionados no sean de autores clásicos: Shakespeare, Goethe, Pushkin, Balzac,
Dante, y muchos otros. Si el ejercicio literario debe suponer el dominio de las
lenguas nacionales, lo racional es que los textos leídos y estudiados sean los
de los padres de esas lenguas nacionales. Y no otra cosa son los clásicos.
Así que la llamada libre
decisión no deja de ser sino un hecho puramente accidental. Es cierto que hay
libertad en la decisión de mi amigo, pero no es menos cierto que esa decisión
está marcada por la accidentalidad.
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