La vida, por causa del trabajo, tanto el que realizamos fuera como en casa, transcurre inevitablemente en la rutina: la repetición una y otra vez de lo mismo. Igual sucede con los conceptos, los repetimos una y otra vez, sin que experimenten el más leve cambio, y así encarcelamos al espíritu. Tanto en la vida práctica como en la vida teórica nos acecha la rutina. La rutina puede ser tan poderosa que preferimos que el mundo, sobre todo aquel que transcurre en la vida inmediata, no experimente modificación alguna. Vivimos más tranquilo si el mundo inmediato no cambia. Anhelamos paz y sosiego. Y así, inmersos en la rutina, dejamos de pensar, si por pensar entendemos lo que entendía Hegel, y que aclararé a continuación. La rutina mata al espíritu.
Por pensar entenderemos,
siguiendo a Hegel, el trabajo que realizaron y realizan los héroes de la razón
pensante, que también podemos denominarla, a la razón pensante me refiero, el
Espíritu del Mundo. ¿Y en qué consiste la tarea principal de los héroes de la
razón pensante? En penetrar en la esencia de la naturaleza y en la esencia del
pensamiento, y que se presenta como conocimiento racional. Escuchemos a Hegel
en Introducción a la historia de la Filosofía: “El espíritu universal no
se está quieto; y es este espíritu universal lo que nos interesa examinar aquí.
Puede ocurrir que en una nación cualquiera (yo añadiría en una familia
cualquiera o en una persona cualquiera) permanezcan estacionarios la cultura,
el arte, la ciencia, el patrimonio espiritual en su conjunto; tal parece ser,
por ejemplo, el caso de los chinos, quienes probablemente se hallen hoy, en
todo, como hace dos mil años. (Hegel se refiere a la China semifeudal y
semicapitalista y semicolonial del siglo XIX. Pero desde 1978 el espíritu
universal de China ha cambiado a lo contrario: un incesante y poderoso cambio
que se manifiesta en todos los planos de la vida, incluido la vida política,
aunque los liberales se nieguen a ver ese cambio). Pero el espíritu del Mundo
no se hunde nunca en esta quietud y en esta indiferencia; por la sencilla razón
de que, por su concepto mismo, su vida es acción”. Esta es la idea: el espíritu
no se está quieto, pero la rutina lo
lleva a la quietud y mata a su esencia.
Así que el Espíritu del
Mundo, y nosotros queremos ser representantes de ese Espíritu del Mundo y
héroes, aunque en pequeña medida, de la razón pensante, es acción, no quietud e
indiferencia. Sin duda que una parte de nuestra vida tiene que ser rutinaria,
pero no conviertas todo en una rutina. Debes esforzarte por procurar pequeños
cambios en tu vida y en todos los terrenos.
Las fuerzas productivas no cesan de desarrollarse y acelerarse, pero tú,
atrapado en el estilo rutinario, haces las cosas todos los días, todos los
meses y todos los años del mismo modo. No produces cambios en tu vida. Y si
haces lo mismo, hazlo de distinto modo. Escapa de la rutina. No te quedes
atrapada en ella. Y como no escapas o no sabes escaparte de la rutina, el
Espíritu del Mundo no está en ti, solo lo está como una pequeña sombra, como
una débil tendencia, en tu actividad teórica. En tu vida mediata, todo no cesa
de cambiar y lo aceptas, pero porque no depende de ti; mientras que en tu vida
inmediata haces lo imposible porque nada cambie. Porque tu espíritu, atrapado
en la rutina, demanda sosiego y paz. Tu espíritu, sin darte cuenta, se ha
vuelto feudal en el sentido histórico chino.
(Advierto que, en mis
elaboraciones conceptuales, la realidad, siguiendo el criterio de Marx, obedece
al concepto. El individuo, cualquier individuo con sus particularidades, es
puramente accidental en el desarrollo del concepto. Así que no pretenda el
individuo verse reflejado de modo adecuado y completo en el concepto. El concepto
siempre será un reflejo parcial del individuo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario