miércoles, 11 de junio de 2025

El movimiento de lo universal a lo particular: del concepto a la percepción

 

Tomemos el concepto de valor de uso elaborado por Marx: cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas, y cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos sentidos. Aquí nos encontramos con lo universal. Ahora ponemos ejemplos de valores de uso particulares: mesa, silla y automóvil. Hemos pasado de lo universal a lo particular, aunque todavía nos movemos en el ámbito de la teoría. La contradicción entre el concepto de valor de uso y los conceptos de mesa, silla y automóvil es la contradicción entre lo universal y lo particular en el seno de la propia teoría.

Vayamos ahora a por el concepto de mesa: mueble compuesto por un tablero horizontal sostenido por uno o varios pies que sirve para comer y otras tareas prácticas. Veamos ahora el concepto de silla: asiento con respaldo, en general con cuatro patas, y en el que solo cabe una persona. Veamos, por último, el concepto de automóvil: Dicho principalmente de los vehículos que pueden ser guiados para marchar por una vía ordinaria sin necesidad de carriles y llevan un motor, generalmente de combustión interna o eléctrico, que los propulsa. Aquí nos movemos en lo universal. Si queremos saltar a lo particular la única opción que tenemos ahora es tener una percepción sensible de nuestras propias mesas, sillas y automóvil. De esta maneta abandonamos el terreno de la teoría y nos vemos inmersos en la práctica, aunque en calidad de consumidores. De la percepción no podemos ya pasar. Así que el concepto encuentra en la percepción su límite.

Hemos vistos que el movimiento de lo universal a lo particular tiene dos etapas distintas: la primera, la que nos lleva de un concepto que desempeña el papel de lo universal, el de valor de uso, a unos conceptos, mesas, sillas y automóvil, que desempeñan el papel de lo particular. Pero esto se produce en el ámbito de la propia teoría, esto es, no hemos abandonado todavía el terreno de los conceptos. Y la segunda etapa es la que nos lleva de los conceptos particulares a la existencia y el ser, esto es, a la percepción. El movimiento cognitivo ya no puede ir más allá.

Si bien el concepto haya el límite de su movimiento cognitivo en la percepción, la percepción encuentra sus propios límites en la naturaleza, simplicidad o complejidad, del objeto percibido. Es relativamente fácil aprehender perceptivamente el ser de una mesa y una silla. Son objetos relativamente simples. Pero si el objeto de la percepción es un submarino nuclear o un petrolero, las cosas cambian. La percepción no puede abarcar la totalidad de esos objetos, dada su enorme complejidad. En estos casos la percepción solo lo es de la existencia del objeto percibido. Sabemos que el submarino y el petrolero existen porque los estamos viendo, pero toda la complejidad de su ser nos resulta imposible abarcarlo, solo podemos aprehender perceptivamente aspectos parciales de su ser. Así que la percepción tiene también sus propios límites en la naturaleza compleja de determinados objetos percibidos. Y en estos casos la percepción reclama la necesidad de conceptos, y muchos, y altamente complejos.

Si examinamos el movimiento total del proceso cognitivo, y para el caso de los objetos complejos, vemos que transcurre del siguiente modo: del concepto universal a los conceptos particulares, de los conceptos particulares a la percepción, y de la percepción a la percepción ayudada y mediada por conceptos específicos. No debe pensarse que estamos retornado a los conceptos, sino que permaneciendo en la percepción varios especialistas nos explican el ser en toda su diversidad existencial y funcional del objeto percibido. En el caso de los objetos complejos podemos entenderlos como una configuración estructural y funcional de múltiples seres.

 

 

1 comentario:

  1. No quiero dejar pasar la ocasión para felicitar a D. Francisco Umpiérrez por el artículo que acaba de publicar. Con un lenguaje y expresión sencilla y clara y con una exposición ordenada y pedagógica impecable, despliega y pone al alcance de la comprensión de cualquier lector, conceptos filosóficos muy complejos y abstractos.
    La filosofía, y el conocimiento en general, nos deben aportar luz y claridad para interpretar el mundo y transformarlo. Pero cuán a menudo cae en nuestras manos textos de filosofía llenos de oscuridad, complejidad y ambigüedad, como si el autor en vez de mostrarnos el objeto sobre el que trata el texto, tratase de mostrarse a sí mismo, como diciendo”… no me entiendes porque soy muy profundo…”.
    Por el contrario, y sirva como ejemplo, escribe Francisco Umpiérrez:
    “…la segunda etapa es la que nos lleva de los conceptos particulares a la existencia y el ser, esto es, a la percepción…. Sabemos que el submarino y el petrolero existen porque los estamos viendo, pero toda la complejidad de su ser nos resulta imposible abarcarlo…”
    ¡De qué manera tan clara y tan sencilla, Francisco Umpiérrez nos pone al alcance de todos, la relación y diferencia entre los conceptos tan complejos y abstractos como son los conceptos de existencia y ser!
    Por último, quiero señalar una virtud más. He estudiado en varias ocasiones el texto de Mao Tse-tung “Sobre la práctica”. Dicha obra estudia, igualmente, la relación existente entre la etapa sensorial del conocimiento y la etapa del conocimiento racional o teórico. Es un magnífico texto y he aprendido mucho de él. Podríamos catalogarlo de texto sintético. Por el contrario, Francisco Umpiérrez nos habla igualmente de la percepción sensible y del terreno de la teoría pero no lo hace de forma sintética sino analítica. Esa es la otra virtud que quiero señalar. Expone y hace referencia a casos particulares estableciendo matices y diferencias entre las distintas fases de un movimiento cognitivo.
    ¡Felicidades D. Francisco!

    Ramón Galán

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