Según Roman Jakobson, para el investigador que parte de premisas naturales, el contenido fónico del lenguaje se deshace en una infinidad de átomos movedizos, ya sean de carácter motor o acústico. De ahí, que a su juicio, la repelente imagen de la multiplicidad caótica requiere el antitético principio de la unidad ordenadora, que no es otra que la investigación de la forma fónica desde el punto de vista de su valor en cuanto signo y, ante todo, de su función aportadora de significación. Los antiguos filósofos cuando exponían sus cosmogonías establecían que el punto de partida era el caos, el desorden y la falta de configuración determinada, y que sólo posteriormente, con la llegada de un ser superior, esta multiplicidad caótica se transformaba en una multiplicidad ordena y configurada. Tanto Jakobson como los antiguos filósofos plantean la contradicción entre la naturaleza y la razón, entre lo material y lo ideal, entre la fonética y la fonología, como una contradicción entre la multiplicidad caótica y la unidad ordenadora.