viernes, 21 de marzo de 2003

El hombre bomba (aspectos ideológicos)

(Respuesta Rodney Williamson)

Antes que nada quisiera agradecerte la cordialidad con que has criticado mi mensaje. También me ha resultado muy interesante el problema que has planteado, el hecho de que sí  en mi mensaje incurrí en el error de no respetar el discurso de los otros, al suponer un motivo en los musulmanes que no se corresponde con lo que ellos mismos creen. Es una puerta que tú has abierto y que yo quisiera aprovechar para atravesarla y dar unos pasos más allá. Dices en tu mensaje: “las declaraciones de los hombres bombas que he visto u oído dejan claro que se consideran mártires que, lejos de entregarse desesperadamente al “no ser” como tú sugieres, conservan su ser al ir al cielo”.  Sobre la base de esta afirmación tuya haré una serie de planteamientos que paso a detallar.


Uno puede ver en los conceptos (religiosos o no) la causa de los intereses y de las acciones de los hombres, o puede ver en los conceptos la expresión idealizada de los intereses y de las acciones de los hombres. La primera posición corresponde a los idealistas, la segunda a los materialistas. De manera que, y de acuerdo con la posición materialista, aunque el hombre bomba piense que al suicidarse conserva su ser en el reino de los cielos, lo cierto es que en el reino de la Tierra esa experiencia significa el tránsito al no ser.

En la época feudal la ideología dominante era la religión. Y en el caso concreto de la historia feudal europea, aunque la religión cristiana propusiera como destino final un reino de los cielos, esta circunstancia no restaba nada al hecho de que dicha religión sirviera para defender los intereses económicos y políticos de los señores feudales y para mantener unidos los diferentes reinos. No en vano la Iglesia Católica era el principal señor feudal. Si bien en la época feudal la ideología dominante es la religión, en la época capitalista es la economía política. En toda época hay una ideología dominante, que puede ser religiosa o no.

Irak es un país semicapitalista, semifeudal y semipatriarcal. De ahí que en esa nación la religión desempeñe un papel fundamental, que la política y la religión esté íntimamente vinculadas, y que el Estado no sea laico. Son aquellas condiciones económicas, su carácter semipatriarcal y semifeudal, quienes determinan esa peculiar superestructua política y religiosa. Aunque la religión de Mahoma represente para el pueblo irakíe un valor espiritual muy importante, esto no resta nada al hecho de que Sadam Hussein la utilice  para defender, en parte, los intereses de la clase dominante de su país, y en parte, los intereses nacionales de su pueblo. Para que una clase se constituya en clase dominante, tiene que darle a sus intereses particulares la forma de los intereses generales de todas las clases, de todo el pueblo en su conjunto. Y la religión sirve a la clase dominante de Irak para eso: para darle a sus intereses particulares la forma de los intereses generales de todo el pueblo.

Surge ahora la cuestión de por qué Bush le ha dado también a los intereses comunes de las cases dominantes de EE.UU. la forma de intereses generales morales y religiosos, concibiendo el mundo dividido en un eje del bien y en un eje del mal, en vez de hacerlo en términos de economía política. Yo veo tres razones: una, porque el pueblo al que se enfrenta es profundamente religioso, dos, porque el pueblo de EE.UU. también es religioso y es un modo de expresar sus intereses comunes por encima de sus diferencias partidistas y de clases, y tres, porque se niega a explicar las causas económicas, políticas y culturales que hay detrás del atentado contra las Torres Gemelas, contentándose con la explicación moral de dividir a los hombres en buenos y malos; y Bin Laden es uno de esos malos, y Sadam Hussein otro.

Paso, por último, a transcribir lo que leí sobre el Jihad en una enciclopedia: “El jihad significa en árabe esfuerzo personal hasta el límite de la propia capacidad o poder, ya sea de palabra o de obra. Técnicamente significa el deber religioso que alcanza a todo musulmán de luchar por el bien y contra el mal”.  El hecho de que el hombre bomba  crea que con su acción terrorista defiende el bien y lucha contra el mal, no determina que su acción sea buena. De hecho lo que para él y los suyos representa el bien, para los soldados estadounidenses y británicos representa el mal. La cuestión no está, por lo tanto, en la explicación moral que damos a este hecho, pues reina el relativismo de los intereses en juego, sino en explicar su significado militar, que no es otro que ser uno de los medios que emplea las fuerzas irakíes para luchar contra el ejército invasor. Y el empleo de este método, la de los hombres bombas, está determinado a su vez por el bajo nivel de desarrollo tecnológico del ejército irakíe.

El hecho de que un musulmán crea en el reino de los cielos y quiera conducir su personalidad de acuerdo con los mandatos del jihad, no lo lleva a convertirse en un hombre bomba. Sólo unas condiciones históricamente determinadas, como las que se dan en el conflicto entre Israel y Palestina o en el conflicto entre Irak y EE.UU., y unas experiencias de vida determinadas, haber sufrido un gran dolor y una enorme opresión, explica que un musulmán pueda transformarse en un hombre bomba. El hecho de que un hombre conduciendo un taxi se aproxime a un control del ejército invasor y haga estallar la bomba que lleva atada a su cuerpo, no se explica porque ese hombre crea en un reino de los cielos donde irá a parar después de su muerte; eso en todo caso representa un alivio para su espíritu, pero nunca explicaría la causa de su acción. La imagen que yo tengo, y que me transmitió mi mujer, es la de un hombre en un hospital que tenía entre sus brazos a su hija muerta por los bombardeos de los B 52, y bajo esas circunstancias y con una frialdad sorprendente, amenazó con transformarse en un hombre bomba para sembrar el pánico en las calles de Nueva York. Las acciones extremistas son obra de hombres desesperados. Y los hombres desesperados son el resultado, al menos en este caso, de una gran opresión económica, política, militar y cultural.

Una última imagen. Al iniciarse la guerra vi en la prensa local una imagen donde se veían a los infantes estadounidenses de rodillas rezando a Dios.  Todos sabemos que uno de los mandamientos de la iglesia cristiana es ‘no matarás’. De lo que deducimos que no es este mandamiento el que conducirá las actuaciones de estos soldados, sino los mandamientos de la guerra, donde uno de ellos dice: ‘matarás al mayor número de soldados del ejército enemigo’. ¿Qué significa entonces esas plegarias a Dios que de rodillas llevan a cabo los soldados estadounidenses? Seguramente lo que le estaban pidiendo a Dios era que no murieran en combate, que el ángel de la guarda los protegiera, que todo  terminara cuanto antes y que regresaran  a su país sanos y salvos. Por lo tanto, el miedo a la muerte es la causa de su comportamiento religioso.

31 de marzo de 2003.

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