martes, 20 de mayo de 2003

Teoría del valor de Marx





PROLOGO



Este trabajo interesa a todos aquellos investigadores que hacen uso, por una parte,  de los conceptos de forma y  de  valor, y por otra parte,  de la distinción filosófica entre esencia y fenómeno. Así que creo que interesará a economistas, sociólogos, filósofos, lingüistas y semiólogos. También será de mucho interés para todas aquellas personas dedicadas a la defensa de los intereses de los trabajadores y a propagar la necesidad del socialismo. Y será de interés igualmente para todas aquellas personas que quieran conocer el pensamiento de Marx en origen, cuya riqueza en contenidos conceptuales y en formas categoriales no tiene parangón. Este trabajo se compone de dos secciones: en la primera  se expone la transformación de la mercancía en dinero, esto es, la teoría del valor de Marx, y en la segunda, una  crítica a los detractores de Marx. Para las personas inquietas, las que desde el principio quieren saber cuál es el sentido, el estilo y el modo de este trabajo, les recomiendo que lean, en la segunda sección, el artículo titulado: ¿Es Marx metafísico o científico? Pero para comprender a ciencia cierta toda la parte crítica, es necesario leer previamente la primera sección. Es imposible entender la crítica a Baudrillard sin conocer la primera sección.






















PRIMERA SECCIÓN

 

 

 

TRANSFORMACIÓN DE LA MERCANCÍA EN DINERO

(TEORIA DEL VALOR)

INTRODUCCION

La mayoría de los textos  que hablan de la teoría del valor de Marx, tanto de sus defensores como de sus detractores, carece de la riqueza de detalles, del rigor y del orden presentes en el texto de Marx. Predominan la confusión, la oscuridad y la especulación en aquellos textos. Mi método de exposición es diferente porque sigo directamente el texto de Marx,  hablo con sus palabras, y no me salto los pasos necesarios en el devenir de los razonamientos. Acompaño al lector por todo el texto, le reduzco el recorrido, y le indico los aspectos lógicos, filosóficos, antropológicos y fenomenológicos presentes en sus distintas partes. Si el lector estudia atentamente y con rigor mi trabajo, después podrá estudiar directamente el texto de Marx con relativa facilidad. Según el propio Marx, la parte más difícil de El Capital está en su primer capítulo, esto es,  en la exposición de la transformación de la mercancía en dinero. Y de esto trata el presente trabajo.
1.     Economía marxista y economía convencional. Se tiene la idea de que la economía marxista, representada por El Capital de Karl Marx, y la economía convencional habitan en dos  mundos distintos: Marx en el de los metafísicos, y los economistas convencionales en  el de los científicos. Se presenta el pensamiento de Marx como un cuerpo teórico oscuro, metafísico y poco práctico, mientras que a la economía convencional se le presenta como un cuerpo teórico científico, riguroso y eminentemente práctico. Cuando lo cierto es que El Capital de Karl Marx incluye los conceptos principales de la economía convencional. En la filosofía contenida en El Capital no existe la contraposición entre apariencia y realidad. Domina, por el contrario,  la concepción de que la realidad está constituida por apariencias y esencias. Es decir, que la apariencia es parte de la realidad y no algo contrapuesto a la realidad. Llamaremos categorías esenciales a aquellas categorías que reflejan las esencias de la realidad, mientras que llamaremos categorías aparentes a las categorías que reflejan las apariencias de la realidad. Pongamos un ejemplo para dejar estas diferencias filosóficas bien claras. En la economía convencional es fundamental el estudio de la categoría de precio, pero también lo es en El Capital de Marx. ¿Dónde reside entonces la diferencia? La economía convencional define el precio de acuerdo con su función práctica (aparente). Marx también analiza la función práctica del precio, pero añade algo más: explica la génesis de la forma de precio, expone el proceso mediante el cual el valor sufre una serie de metamorfosis, desde su figura más simple, la que se da en el trueque, hasta su figura más compleja, que constituye la forma de precio. Ahí reside el componente fundamental de El Capital: el análisis de las formas del valor. La categoría precio refleja una apariencia de la realidad económica, mientras que la categoría valor refleja una esencia de la realidad económica. El movimiento teórico de Marx va desde las esencias a las apariencias, esto es, parte del valor en su forma natural hasta llegar a la forma de precio; mientras que la economía  convencional sólo se mueve en el ámbito de la apariencia. Por lo tanto, no hay que ver en la economía convencional la negación de la economía marxista, sino todo lo contrario: una parte necesaria de ella.
2.     Lo que se manifiesta y la forma de manifestarse. Pongamos una mesa a dos metros de un espejo. Si acercamos la mesa al espejo, la mesa del espejo  (la imagen de la mesa)  aumentará de tamaño. Si alejamos la mesa respecto del  espejo,  la mesa del espejo disminuirá de tamaño. Esta experiencia tan sencilla demuestra la necesidad científica de distinguir, en el ámbito de las relaciones entre cosas, lo que se manifiesta de la forma de manifestarse.  El aumento del tamaño de la mesa del espejo es la forma en que se manifiesta la aproximación de la mesa al espejo, mientras que la disminución del tamaño de la mesa del espejo es la forma de manifestarse el alejamiento de la mesa respecto del espejo. Así que el aumento de tamaño de la mesa del espejo no es sólo el aumento del tamaño de la mesa del espejo, sino también la forma fenoménica, la forma de manifestación, de la aproximación de la mesa al espejo. Si en el mundo de las relaciones físicas entre las cosas es necesaria esta distinción fenomenológica, mucho más necesaria lo será en el mundo de las relaciones entre los hombres mediada por los productos del trabajo. Así que cuando Marx estudia el precio como forma fenoménica del valor, no está llevando a cabo ninguna aventura metafísica ni dando un salto en el vacío. Sólo está teniendo en cuenta una necesaria distinción científica. La gran dificultad que tienen los economistas convencionales y los marxistas para comprender acertadamente El Capital de Karl Marx, es que piensan en términos de lógica formal o en términos de lógica dialéctica general. Desconocen por completo la lógica fenoménica, que es la quintaesencia del pensamiento dialéctico de Marx.  Ignoran que el concepto de forma fenoménica es la categoría lógica fundamental en El Capital.
3.     El Capital y la Semiótica. Cualquier investigador en Semiótica, sobre todo aquellos que reflexionan sobre la semiótica del dinero, están obligados a estudiar, cuanto menos, el primer capítulo de El Capital de Karl Marx, que trata de la transformación de la mercancía en dinero, y donde se expone la teoría del valor. Hay que saber que la relación de cambio entre las mercancías es una relación de expresión, esto es, una relación semiótica. Así que en este capítulo de Marx está dada una semiótica, que puede ser desarrollada hasta postulados más generales, y que tiene sus fundamentos en la Fenomenología. También es importante señalar que el concepto de forma y el concepto de valor, que tanta importancia tienen para  la Lingüística y  la Semiótica, son básicos en el desarrollo teórico del capítulo de El Capital mencionado.
4.     El destino histórico de El Capital. La primera popularización de El Capital correspondió a Engels. Pero Engels vulgarizó la dialéctica presente en El Capital, en especial en su libro Anti-Dühring. Después sucedió, desde finales del siglo XIX, que las posibilidades de una revolución socialista, sobre todo en términos de condiciones subjetivas, se trasladaron desde Francia, Inglaterra y Alemania a Rusia, un país semipatriarcal, semifeudal y semicapitalista. A partir de ese entonces el papel desempeñado por Marx fue ocupado por Vladimir Ilích Ulianov. Más del 90 por 100 de los textos del líder de los comunistas rusos versa sobre  política. De ahí que los comunistas europeos, encandilados por el genial Vladimir Ilích, dejaran a Marx de lado, y en especial a El Capital. La preparación económica de los comunistas de todo el mundo durante todo el siglo XX cayó en picado, permitiendo que las concepciones económicas liberales dominaran por completo el panorama de las ciencias económicas. Hay, sin embargo, dos textos de Vladimir Ilích sobre economía muy importantes, pero que nunca tuvieron gran importancia ideológica para los comunistas. El primero de esos textos, escrito a finales del siglo XIX, trataba sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia, la creación del mercado interno y las transformaciones mercantiles capitalistas que se producían en la agricultura. El segundo de esos textos, escrito un par de años antes de que Vladimir Ilích muriera, trata de la Nueve Economía Política, que propuso después de visto el fracaso económico que significó el comunismo de guerra. En esa Nueva Economía Política se proponía restaurar las relaciones mercantiles monetarias, y potenciar el pequeño capital y el capitalismo de Estado. Las reformas económicas chinas iniciadas en 1978 tiene su principal precedente teórico en esa Nueva Política Económica diseñada por Vladimir Ilích. Pero después de muerto Vladimir Ilích la importancia del conocimiento económico entre los comunistas decayó a los niveles más bajos, y así fueron derrotado tan fácilmente por los economistas convencionales (capitalistas) y se abrió la ola de las capitulaciones ideológicas entre los intelectuales marxistas. No obstante, Stalin y Mao Zedong hablaron siempre de que los comunistas debían respetar la ley del valor. ¿Y qué significaba para estos dos líderes respetar la ley del valor? Respetar la idea de que el valor de la riqueza está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla. Sin embargo, aunque promovían el respeto por la ley del valor, promovieron al mismo tiempo la suspención de las relaciones mercantiles monetarias. Por lo tanto, en la práctica no respetaron la ley del valor. ¿Por qué? Porque el valor sólo existe de forma objetiva en forma de dinero. Sólo si permito que la producción en el socialismo sea una producción mercantil, estoy permitiendo que la ley del valor se manifieste. Pero si prohibo la producción mercantil, entonces en la práctica no estoy respetando la ley del valor, puesto que impido que se manifieste. Y lo que no se manifieste no es sensible. De ahí que el valor, concebido en su forma natural y prohibida su manifestación en el socialismo real, haya sido para los propios comunistas una abstracción pura,  desde la que no se sabe para donde partir. Han sido los propios comunistas quienes han puesto en bandeja a los liberales la crítica a la teoría del valor de Marx, que nunca fue la crítica a la teoría del valor de Marx, sino la crítica a cómo habían entendido los comunistas la teoría del valor de Marx. Los economistas convencionales no han luchado contra la verdadera teoría del valor de Marx, sino contra una vulgar falsificación; creada, así de vaivenes tiene la historia, por los propios comunistas.

LA FORMA DE MERCANCIA

Primer juicio: En las sociedades capitalistas la riqueza se presenta como mercancía.
Forma lógica del juicio: A se presenta como B. Este es un juicio de presentación donde hay que distinguir dos lados: por un lado, el objeto que se presenta, y por otro lado, en calidad de que se presenta. Y en el ámbito lingüístico habrá que distinguir igualmente dos lados: por un lado,  el nombre del objeto que se presenta, y por otro lado, el sintagma con que expresamos en calidad de que se presenta dicho objeto. Aquí el objeto que se presenta es la riqueza, y se presenta en calidad de mercancía. Esta forma de juicio es muy usada en la vida cotidiana. Dirigiéndonos a un amigo y señalándole a nuestro acompañante le decimos: “este es Juan Sánchez, marido de Ana Ruiz, profesor de Lingüística de la Universidad de La Laguna, y un amigo de la infancia”. “Juan Sánchez” es el nombre del objeto que se presenta, y “marido de Ana Ruiz”, “profesor de Lingüística de la Universidad de La Laguna” y “un amigo de la infancia” son los sintagmas con que expresamos en calidad de que presentamos a dicho objeto. Cuando decimos que Juan Sánchez lo presentamos en calidad de marido de Ana Ruiz, estamos presentando a Juan Sánchez como miembro de determinadas relaciones sociales. Así que ‘en calidad de’ y ‘miembro de determinadas relaciones’ las tomaremos como expresiones equivalentes.
Contenido del juicio: En las sociedades esclavista y feudal sólo una pequeña parte de la riqueza se producía como mercancía.  Mientras que en las sociedades capitalista toda la riqueza se produce como mercancía. Y en las sociedades socialistas, de acuerdo con la experiencia de la Nueve Economía Política elaborada por Vladimir Ilích y con las reformas económica emprendidas en China a partir de 1978, la riqueza se tiene que seguir produciendo como mercancía. Entre los marxistas, después de muerto Vladimir Ilích, se había confundido la forma mercantil de la riqueza con su forma de capital, y el socialismo se entendía en ese sentido: como movimiento conducente a acabar con la forma mercantil de la riqueza. En este consistió la esencia económica del modelo soviético de construcción del socialismo y ahí residió su error y la fuente de su fracaso. Se confundía los mecanismos económicos para desarrollar la producción de riqueza, donde la experiencia ha demostrado que el mercado es superior al plan, con la forma de propiedad de la riqueza, donde la experiencia demuestra que para los intereses de la mayoría la forma socialista es superior a la forma capitalista. Hasta hace poco la electricidad se producía en España como mercancía, pero no como capital. Las industrias productoras de electricidad eran de propiedad del Estado. Pero con la ola de liberalizaciones, estas industrias han pasado a manos privadas, y en vez de producirse la electricidad como un bien socialista se produce como capital. El camino esencial del socialismo no está en luchar contra la forma mercantil de la riqueza, sino en luchar por cambiar su forma capitalista por su forma socialista. La lucha por el socialismo es una lucha que se manifiesta fundamentalmente el ámbito de la propiedad.
No obstante, el capitalismo ha evolucionado de tal manera que todo, absolutamente todo, se quiere producir como mercancía. Así, aspectos de la vida social como el deporte, la fama o la vida privada se producen en la actualidad como mercancías. De manera que el camino del socialismo también se manifestaría como una delimitación de qué aspectos de la vida social se pueden producir como mercancías y qué aspectos no. Hasta la Iglesia Católica ve en los fabulosos sueldos que ganan los futbolistas de elite una enorme injusticia.  Pero también los enormes ingresos que reciben las personas de famas en concepto de publicidad y en concepto de ventas de exclusivas a revistas, representan una enorme injusticia. Por lo tanto, el camino del socialismo también exige que se acabe con la forma mercantil que tienen esos aspectos de la vida mencionados anteriormente.
Como la riqueza en las sociedades capitalistas se presenta como mercancía, Marx inicia su investigación analizando la mercancía. Pero la mercancía es un objeto doble: valor de uso y valor. De ahí que lo primero que haga Marx sea proporcionarnos dos conceptos de valor de uso.

EL VALOR DE USO

Segundo juicio: El valor de uso es una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas de cualquier clase. 
Tercer juicio: El valor de uso es una cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos aspectos. 
Todos los juicios cuyo operador verbal sea el verbo ser los denominaremos juicios conceptuales. Y en todo concepto debemos distinguir dos lados: el objeto y el contenido. Y en el ámbito lingüístico debemos distinguir también dos lados: el nombre del objeto del concepto y el sintagma con que se expresa el contenido del concepto. Así, en nuestro caso, ‘valor de uso’ es el nombre del objeto del concepto, mientras que ‘cosa que por sus propiedades puede satisfacer necesidades humanas’ y ‘cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos aspectos’ son los sintagmas con que expresamos el contenido del concepto.
Forma lógica del contenido del  juicio: una cosa que por ser A, puede ser B. Es muy importante esta distinción, puesto que A y B no desempeñan el mismo papel ni tienen el mismo valor en la elaboración del juicio de concepto. Una cosa no puede ser B si no es A. Sin embargo, una cosa puede ser A sin ser necesariamente B. 
La tarea científica, el trabajo propiamente conceptual, debe centrarse en la indagación, análisis y desarrollo del contenido del concepto, y no en el uso caprichoso y arbitrario del nombre del objeto del concepto. Y esta es la primera tarea que hace Marx en El Capital: elaborar el concepto de valor de uso. Y una vez que ha sido elaborado el concepto, el nombre del objeto del concepto (valor de uso) puede circular como categoría, como nombre que ha sido cargado previamente con un contenido conceptual o con un contenido informativo. Y quien no elabore previamente el concepto de valor de uso, empleara el nombre ‘valor de uso’, no como categoría, sino como simple palabra cargada de su significado general. Categoría es el uso que damos al nombre del objeto de un concepto una vez que hemos elaborado su contenido. En este sentido el libro de Baudrillard, Crítica de la economía política del signo, no es categorial, no elabora previamente los conceptos que pone en circulación o los elabora muy deficientemente.
Pero reflexionemos sobre los dos contenidos conceptuales. Empecemos por el segundo: como cada cosa es un conjunto de muchas propiedades, puede ser útil en diversos aspectos. Representemos la lógica de este juicio: como cada cosa es  A, puede ser B. Observamos que la lógica de este juicio le asigna a A (las propiedades)  y a B (la utilidad) dos papeles distintos. Analicemos esos dos papeles en el ámbito de la dialéctica formal. Primera consideración: una cosa puede ser útil, si tiene propiedades. Si la cosa no tiene propiedades, no puede ser útil. Así, por ejemplo, si un martillo no tuviera ciertas propiedades, como la dureza y una determinada forma física, no sería útil para clavar tachas. Segunda consideración: una cosa puede tener propiedades y no ser útil, por ejemplo, el polvo que recogemos todos los días en nuestras casas.  Por lo tanto, las propiedades  constituyen la parte independiente del valor de uso, puede existir sin que exista la otra parte, la utilidad. Mientras que la utilidad constituye la parte no independiente del valor de uso, no puede existir si la otra parte no existe, las propiedades. Marx lo expresa así: la utilidad no flota en el aire, condicionada por las propiedades del cuerpo del valor de uso, no existe sin ellas.
Reflexionemos ahora sobre el segundo contenido del concepto: una cosa que por sus propiedades puede satisfacer necesidades humanas. Representemos la lógica de este juicio: una cosa que por ser A, puede ser B. Observamos que la lógica de este juicio le asigna a A (las propiedades) y a B (la satisfacción de necesidades humanas) papeles distintos. Analicemos estos dos papeles en el ámbito de la dialéctica formal. Una cosa sólo satisface necesidades humanas, si tiene propiedades. Si no tiene propiedades, la cosa no puede satisfacer necesidades humanas. Una cosa puede tener propiedades y no satisfacer necesidades humanas, pero nunca una cosa podría satisfacer necesidades humanas si no tuviera propiedades. Así, por ejemplo, una naranja puede satisfacer necesidades alimenticias porque tiene propiedades nutritivas. Por lo tanto, las propiedades constituyen la parte independiente del valor de uso, puede existir sin que exista la otra parte,  la satisfacción de las necesidades humanas. Mientras que la satisfacción de las necesidades humanas constituye la parte no independiente del valor de uso, no puede existir si no existe la otra parte, las propiedades.
Vemos pues que el contenido del concepto de valor de uso tiene tres aspectos, partes o momentos: las propiedades, la utilidad y la satisfacción de las necesidades. Uno de esos aspectos, las propiedades, tiene una existencia independiente, mientras que los otros dos, la utilidad y la satisfacción de las necesidades humanas, tienen una existencia dependiente. De ahí que sea erróneo concebir la utilidad como si constituyera una existencia independiente y no como una parte que depende en su existencia de las propiedades. Y ese error lo comete Baudrillard. Y no sólo es que la utilidad de una cosa resida en sus propiedades, sino además que a determinadas propiedades sólo le corresponden determinadas utilidades. Así una naranja sirve como alimento porque tiene propiedades nutritivas, pero no sirve para romper la corteza de una nuez porque carece de la suficiente dureza. Sin embargo, una piedra sirve para romper la corteza de una almendra porque tiene la suficiente dureza, pero no sirve como alimento porque carece de propiedades nutritivas. 
Valor ideológico del concepto de valor de uso. Fijémonos en el primer concepto de valor de uso, aquel que dice que es una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas. Por medio de este contenido podemos definir lo que es un pobre y lo que es un rico. Un trabajador que vive del salario mínimo tiene las necesidades básicas satisfechas, pero sus necesidades superiores y sus necesidades de lujo no las tiene satisfechas. Son personas que tienen tendencia a soñar, a pensar que un día puedan ganar una suma de dinero por medio del juego, y así hacer feliz a su familia. Esperan un golpe de suerte. Y disfrutan de soñar esa posibilidad. Un capitalista es una persona que tiene las necesidades básicas, superiores y de lujo satisfechas. Pero como las necesidades no cesan de multiplicarse, los capitalistas también viven la ansiedad de ganar más y más dinero.  Un pobre, sobre todo las miles de personas que mueren a diario de hambre, es una persona que no tiene ni tan siquiera las necesidades básicas satisfechas. Representan la necesidad que se ha enajenado completamente de los medios de satisfacción. Y la necesidad que se ha enajenado completamente de los medios de satisfacción, conduce a quien la padece a la muerte. Los pobres del mundo, las personas que viven en el reino de la necesidad abstracta, no sueñan con un golpe de suerte, sino que su alma se abre de par en par al mayor de los sueños humanos: la existencia de un Dios benefactor que les asegure una vida después de la muerte. 
Forma objetiva y subjetiva del concepto de valor de uso. Cuando decimos que el valor de uso es una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas, estamos definiendo el valor de uso de una manera subjetiva. ¿Pero qué significa elaborar el concepto de valor de uso de una forma subjetiva? Significa que en la definición del objeto introducimos el sujeto, y en el caso que nos ocupa esto queda perfectamente claro: las necesidades y las satisfacciones son aspectos que residen en la persona, en el sujeto, no en el objeto. Mientras que cuando decimos que el valor de uso es una cosa que por sus propiedades puede ser útil, estamos definiendo el valor de uso de una manera objetiva. ¿Pero qué significa aquí elaborar el concepto de valor de uso de una forma objetiva?  Significa que en la definición del objeto no introducimos el sujeto, y en el caso que nos ocupa esto queda perfectamente claro: la utilidad es un aspecto que reside en la cosa, en el objeto, no en el sujeto. 
Tercer juicio: El valor de uso se realiza únicamente en el uso o en el consumo. Esta distinción entre el ser de una cosa y su realización es muy importante, y tanto en el ámbito económico como en el ámbito filosófico. Esta distinción también se aplica al valor. Se dice que el valor sólo se realiza en el mercado, en el cambio.  Esta distinción no es equivalente a la existente entre ser en potencia y ser en acto.  Aquí se trata sencillamente de saber que  en la esfera del consumo es donde se demuestra que un valor de uso es tal valor de uso, si efectivamente es útil.  Al igual que en la esfera del mercado se demuestra si una determinada mercancía es valor, esto es, si el trabajo gastado en producirla es socialmente necesario. Resulta paradójico que a Marx se le atribuya la idea de haber negado el mercado y haber concebido el valor al margen del mercado, cuando en verdad afirmó que sólo en mercado es donde  se demuestra si una determinada mercancía tiene valor.
Cuarto juicio: Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea su forma social.  Independientemente de que la riqueza se produzca de forma esclavista, de forma feudal, de forma capitalista o de forma socialista, el contenido material de la riqueza es el mismo: el valor de uso. Con el concepto de valor de uso no podemos saber bajo que forma social se produce la riqueza. Samuelson y Nordhaus dicen en su libro ECONOMIA: “Dado que los deseos son ilimitados, es importante que una economía saque el mayor provecho de sus recursos limitados, lo cual nos lleva al concepto fundamental de eficiencia. Eficiencia  significa utilización de los recursos de la sociedad de la manera más eficaz posible para satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos” (La negrita de esta última parte es mía). Si esto fuera cierto, si la economía persiguiera satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos, sería una evidencia que el capitalismo no es eficiente. Y por dos razones: primera, porque una gran parte de la población está condenada sólo a satisfacer las necesidades primarias, y segunda, porque cada minuto doce niños mueren de hambre. Es evidente que Samuelson y Nordhaus definen lo que es una economía en términos de valor de uso, esto es, una definición que sería común a cualquier modo de producción, mientras que evitan definirla por su forma social. ¿Y por qué razón afirmo que definen la economía en términos de valor de uso? Porque el contenido conceptual que emplean, la satisfacción de las necesidades de los individuos, pertenece al concepto de valor de uso. Los economistas convencionales quieren definir la economía independientemente de la naturaleza concreta de las relaciones de los hombres en la producción. Esta enajenación los lleva al extremo de concebir la explotación del hombre por el hombre como un problema ético y no económico.
El concepto de valor de uso es también muy importante para el socialismo. El socialismo en tanto modelo soviético se entendió como un socialismo pobre, como un socialismo donde los trabajadores tenían limitado al mínimo sus necesidades materiales y condenada totalmente sus necesidades de lujo. La reforma china impulsada por Deng Xiaoping buscaba superar el socialismo pobre y conquistar el socialismo rico, el socialismo donde los trabajadores tengan mayores riquezas y, por lo tanto, mayores satisfacciones. ¿Y por qué esta demanda es justa? Porque la riqueza la producen los trabajadores. El hecho de que en el modelo soviético los trabajadores tuvieran un bajo nivel de vida no se debió a la existencia de una clase capitalista que se apropiara de una enorme plusvalía, sino al hecho de que en la economía total la industria pesada representaba el 70 por 100, mientras que la industria ligera representaba el 30 por 100. Y la vida de las masas, el consumo de la gente, su satisfacción diaria, depende de que la industria ligera ocupe un mayor peso en la economía total. Esta es una de las direcciones que siguió la economía china, aumentar el peso de la industria ligera, aumentar la cantidad, la calidad y la variedad de los bienes de consumo de masas. Y este aumento del consumo, este enriquecimiento de los trabajadores chinos, es interpretado erróneamente desde Occidente  como el camino del capitalismo. Y no es así: confunden el capitalismo con el socialismo rico. China no ha cambiado el socialismo por el capitalismo, sino el socialismo pobre por el socialismo rico.      


EL VALOR DE CAMBIO


El aparecer. La elaboración del concepto de valor de cambio por parte de Marx se divide en dos fases: primero expone cómo aparece el valor de cambio a primera vista, y después expone cómo aparece cuando lo vemos más de cerca. Y al mirarlo más de cerca, Marx nos demuestra que el valor de cambio es un modo de expresión o forma fenoménica. Más adelante explicaré qué es un modo de expresión o forma fenoménica.
Primera fase. El valor de cambio aparece primero como la proporción en que los valores de uso de un tipo se cambia por los de otro. Pero como esta proporción varía con el tiempo y el lugar, un valor de cambio intrínseco a la mercancía se presenta como una contradicción en el adjetivo.  Ilustremos esta idea. Se trata de imaginar un mercado donde la seda se cambia por trigo, el hierro por papel, el oro por zapatos, etcétera. Pero con respecto a la proporción en que se intercambian estos valores de uso, ocurre lo siguiente: en un lugar 1 metro de seda se cambia por 2 kilos de trigo, pero en otro lugar 1 metro de seda se cambia por 3 kilos de trigo; hoy 1 metro de seda se cambia por 2 kilos de trigo, pero mañana en el mismo lugar 1 metro de seda se cambia por 1 kilo de trigo. Como el valor de cambio de 1 metro de seda cambia con el lugar y con el tiempo, pensar que ese metro de seda tiene un valor de cambio intrínseco se presenta como una contradicción en el adjetivo. Puesto que la experiencia nos dice que el valor de cambio es una pura relación externa entre valores de uso,  que nada tiene que ver con propiedades inmanentes o intrínsecas. Es así como se ve el valor de cambio a primera vista.
Segunda fase. Miremos el valor de cambio más de cerca. Al mirar el valor de cambio más de cerca, observamos que una misma mercancía se cambia por otras mercancías en las proporciones más diversas. Así, por ejemplo, 1 kilo de trigo se cambia por x betún, y seda, z oro, etcétera. Por lo tanto, el trigo tiene múltiples valores de cambio y no uno sólo. Pero como x betún, y seda y z oro son el valor de cambio de 1 kilo de trigo, entonces x betún, y seda y z oro son valores de cambio sustituibles unos por otros o de magnitud igual entre sí. De ahí deducimos dos cosas: una, que los valores de cambio válidos de la misma mercancía expresan la misma cosa, y dos,  que el valor de cambio es un modo de expresión  (o forma fenoménica) de un contenido que debemos distinguir de él. Esta es la conclusión a la que llegamos cuando miramos las cosas más de cerca: la relación de cambio entre las mercancías es una relación de expresión. De modo que la primera tarea a realizar a continuación será distinguir cuál es el contenido que se expresa en la relación de cambio entre las mercancías. Es el mismo problema que se nos planteaba cuando vimos la distinción filosófica entre lo que se manifiesta y la forma de manifestación, cuando hablábamos de la mesa y de su reflejo en el espejo. Veíamos que la mesa del espejo aumentaba y disminuía de tamaño, pero llegábamos a la conclusión de que ese aumento y disminución de la mesa del espejo eran formas fenoménicas, y que en consecuencia había que distinguir unos contenidos distintos de ellas. Uno de esos contenidos era la aproximación del espejo a la mesa, y el otro el alejamiento de la mesa respecto del espejo. Lo mismo hay que hacer en el caso de la relación de cambio entre las mercancías: cuando decimos que un metro de tela se cambia o vale 2 kilos de trigo, 2 kilos de trigo es una forma fenoménica. Y por lo tanto, la tarea a realizar será descubrir el contenido de esta forma fenoménica.
Esta conclusión tiene consecuencias muy importantes para la Semiótica, puesto que la relación de expresión es la primera y la más básica de las relaciones semióticas, que no debe confundirse con la relación referencial o con la relación de significación. La relación que se da entre el espejo y los objetos que refleja es una relación de expresión. También es una relación de expresión la que se da entre los órganos de los sentidos y los objetos del mundo exterior. Sólo hay que tener en cuenta que la relación de cambio entre los valores de uso es un caso particular de forma fenoménica o modo de expresión. Pero repito lo que es fundamental para la Semiótica: la relación de cambio entre los valores de uso es una relación semiótica, en concreto, una relación de expresión.
Del aparecer al representar. Hemos visto que el valor de cambio es un modo de expresión y que, por lo tanto, la primera tarea a realizar es distinguir o descubrir el contenido expresado.  Pero para distinguir este contenido hemos de pasar del aparecer del valor de cambio a representarlo por medio de una ecuación. Tomemos una de las relaciones de cambio vistas anteriormente, por ejemplo, 1 metro de tela se cambia por 2 kilos de trigo. Esta relación de cambio se puede representar por medio de una ecuación, donde se equiparan 1 metro de tela con dos kilos de trigos. Así tenemos que 1metro de tela = 2 kilos de trigo. ¿Qué nos dice esta ecuación? Que en dos cosas diferentes, en 1 metro de tela y en 2 kilos de trigo, existe algo de común y de la misma magnitud. Hay que tener en cuenta que la base de la ecuación es  tela = trigo. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es descubrir lo que hay de común en la tela y en el trigo. Y para saber lo que hay de común en la tela y en el trigo, tendremos que restar o abstraer lo que hay de diferente en el trigo y en la tela.
Del representar al proceso de abstracción. Surge el problema de saber qué debemos abstraer en la relación de cambio. Y esto sólo nos lo puede decir la propia relación de cambio entre los valores de uso. Lo que caracteriza el valor de cambio es precisamente la abstracción del valor de uso. Dentro de ella, un valor de uso vale tanto como cualquier otro, aunque sólo si existe en la proporción suficiente. Al analizar la ecuación vemos que la seda y el trigo son valores de uso cualitativamente diferentes, esto es,  tienen distintas propiedades y distintas utilidades. Pero el problema es saber qué tienen de común la seda y el trigo. Por lo tanto, de la seda y del trigo debemos restar o abstraer su valor de uso, para ver cuál es el resto que obtenemos. Si a la mercancía le restamos su valor de uso, sólo nos queda la propiedad de que es un producto del trabajo. (Mercancía – valor de uso = producto del trabajo) (M – VU = Pt). Si en esta ecuación despejamos la mercancía, obtenemos que la mercancía es  el valor de uso más el producto del trabajo. (M = VU + Pt). Esta es la primera conclusión a la que llegamos, que la mercancía es un objeto doble: valor de uso y  producto del trabajo.
Pero el proceso de abstracción no es tan simple como aparece en este primer paso. Detallemos el proceso de abstracción. Si de la tela restamos o abstraemos su valor de uso,  abstraemos las propiedades y la utilidad de la tela. Pero la utilidad de la tela es obra del trabajo útil del tejedor. De manera que en la utilidad de la tela está representado el trabajo útil del tejedor. Por lo tanto, si de la tela hacemos abstracción de su utilidad, hacemos abstracción del trabajo útil del tejedor. Lo mismo ocurre con el trigo: al hacer abstracción de la utilidad del trigo, hacemos abstracción  del trabajo útil del agricultor. Miremos ahora a la tela y al trigo después de haber llegado a esta fase de abstracción: se han disuelto sus propiedades sensibles, han desaparecido las propiedades y las utilidades que los diferenciaba, pero también han desaparecido el trabajo útil del tejedor y el trabajo útil del agricultor. ¿Qué nos queda entonces? Sólo nos queda el hecho de que en la tela y en el trigo se ha gastado fuerza de trabajo humana (gasto de nervios, músculos, cerebro, etcétera) sin tener en cuenta la forma de su gasto. Ahora la tela y el trigo sólo representan el hecho de que en ellos se ha gastado fuerza de trabajo humana sin tener en cuenta la forma de su gasto, esto es, sin tener en cuenta si se gasta en forma de tejeduría o en forma agrícola. Dicho de otro forma: la tela y el trigo representan el hecho de que en ellos se ha acumulado trabajo humano abstracto, esto es, gasto de fuerza de trabajo humana  sin tener en cuenta la forma de su gasto. Lo que nos dice ahora la ecuación, después de haber realizado el proceso de abstracción, es lo siguiente: en un 1 metro de tela se ha gastado la misma cantidad de fuerza de trabajo humana que en 2 kilos de trigo. Como cristalizaciones de esta sustancia social común a ellas, como cristalizaciones de trabajo humano abstracto, son valores, valores de mercancías. Por lo tanto, un valor de uso o un bien sólo tiene valor porque se ha cristalizado en él trabajo humano abstracto.
Forma lógica del juicio. El valor de una mercancía  es el trabajo humano abstracto acumulado en ella. A es B. Esto es un juicio de concepto, donde debemos distinguir el nombre del objeto del concepto,  ‘el valor’, y el sintagma con que expresamos el contenido del concepto, ‘trabajo humano abstracto acumulado’. Lo único que hay que destacar aquí es que este concepto no ha sido obtenido de modo inmediato, recurriendo a la percepción, como ocurría en el caso del concepto de valor de uso, sino que lo hemos obtenido mediante un proceso de abstracción. Aunque el punto de partida fue también un hecho perceptivo:  el aparecer del valor de cambio.
La medida del valor. Habíamos dicho que un valor de uso tiene valor porque se ha objetivado en él trabajo humano abstracto. ¿Cómo medimos entonces la magnitud del valor de una mercancía? Mediante la cantidad de trabajo acumulado en la mercancía. ¿Y cómo medimos la cantidad de trabajo acumulado en la mercancía? Mediante la duración del trabajo. ¿Y cómo medimos la duración del trabajo? Mediante unidades de tiempo: horas, días, semanas, meses, etcétera. Dicho en camino inverso: por medio de unidades de tiempo (horas) mido la duración del trabajo; y mediante la duración del trabajo mido el trabajo acumulado o la fuerza de trabajo humana gastada. Entre los marxistas y no marxistas es habitual confundir la sustancia del valor con su medida. La sustancia del valor es la cantidad de trabajo acumulada en la mercancía o el trabajo gastado en su producción, mientras que la duración del trabado es el medio por el que medimos dicho gasto.
Trabajo individual y trabajo social.  Si el valor de una mercancía viene determinado por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más holgazana y menos diestra sea una persona, más valor tendrá su mercancía, puesto que consume más tiempo en su elaboración. Pero el trabajo que constituye la sustancia del valor de las mercancías es trabajo humano igual, gasto de la misma fuerza de trabajo. Toda la fuerza de trabajo de la sociedad que se representa en los valores del mundo de las mercancías rige aquí como una sola y la misma fuerza de trabajo, aunque conste de numerosas fuerzas de trabajo individuales. Es aquí muy importante el concepto de ‘regir como’. Es cierto que la fuerza de trabajo es individual, pero también es evidente que todas las fuerzas de trabajo son iguales en el sentido de que todas representan gasto de nervios, músculos, cerebro, etcétera. De ahí que la fuerza de trabajo representada en los valores de las mercancías rija como una y la misma fuerza de trabajo. Marx pone el siguiente ejemplo: Un tejedor manual emplea 1 hora de trabajo en transformar 100 metro de hilo en tela. Pero con la introducción del telar a vapor se requiere sólo ½  hora de trabajo para transformar 100 metros de hilo en tela. El tejedor manual, atado al viejo método de producción, seguirá necesitando 1 hora de trabajo para transformar 100 metros de hilo en tela, pero su hora de trabajo individual, después de la introducción del telar a vapor, representa solamente ½ hora de trabajo social. Es evidente, por lo tanto, que en la consideración de los valores de las mercancías toda la fuerza de trabajo de la sociedad rige como una y la misma fuerza de trabajo. Esta representación se hace todavía más evidente cuando en vez de considerar a la sociedad en su conjunto, consideramos a una persona que vive sola en una isla. Trabaja dos horas de pescador, dos horas de agricultor, dos horas de cocinero y dos horas de carpintero. Es obvio que pescar, cultivar la tierra, cocinar y fabricar muebles son actividades productivas diferentes, pero también es obvio que son formas distintas de gastar una y la misma fuerza de trabajo. La diferencia está, y es la causa de la dificultad de esa representación, en que en un caso, en el de la isla, son funciones de un mismo individuo, mientras que en el otro caso, en el de la sociedad, son funciones de individuos distintos. Así que únicamente el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un valor de uso determina su magnitud de valor. Tiempo de trabajo socialmente necesario es el tiempo de trabajo requerido para representar cualquier valor de uso con las existentes condiciones de producción socialmente normales y el grado medio de habilidad e intensidad de trabajo. Dicho de forma más corriente: tiempo de trabajo socialmente necesario es el tiempo que necesita la sociedad para producir la riqueza. 
Reflexionemos un poco más sobre las diferencias entre el trabajo individual y el trabajo social. Al imponerse las condiciones sociales medias de producción, las que establece el método de producción basado en el telar a vapor, la magnitud del valor de los 100 metros de hilo transformado en tela por el trabajador manual  y la del valor de los 100 metros de hilo transformado en tela por el obrero colectivo mediante el telar a vapor, es la misma: ½ hora de trabajo social. Pero el trabajo individual contenido en los 100 metros hilo transformado en tela por el trabajador manual y el trabajo colectivo contenido en los 100 metros de hilo transformado en tela por el obrero colectivo son distintos: en el primero hay contenido 1 hora de trabajo y en el segundo hay contenido ½ hora de trabajo. Esta distinción es muy importante para el estudio del comercio internacional, y que Samir Amin interpretó erróneamente como intercambio de valores desiguales. En el mercado mundial se impone las condiciones sociales medias de producción, que no son sino las condiciones sociales medias de los países más avanzados. Por lo tanto, en el mercado mundial también se impone el intercambio de valores iguales,  aunque los contenidos de trabajo nacionales sean distintos para los mismos valores. Es decir, se intercambian los mismos valores pero distintos trabajos nacionales. De ahí la necesidad ineludible que tienen los países económicamente más atrasados de proteger su agricultura, industria, comercio y finanzas nacionales, si no quieren ser explotados por los países más avanzados.

CARÁCTER DOBLE DEL TRABAJO REPRESENTADO EN LA MERCANCÍA


El valor representativo de las mercancías. Hasta aquí hemos estudiado la mercancía en sí misma, ahora la analizaremos por su valor representativo, derivado de que su existencia está mediada por el trabajo. Al igual que la mercancía es una unidad doble, valor de uso y valor, del mismo modo el trabajo que crea la mercancía tiene un carácter doble. El trabajo representado en el valor de uso no tiene las mismas características que el trabajo en cuanto constituye la sustancia del valor. Para aclarar más estas diferencias volvamos al ejemplo inicial. Tomemos esas dos mercancías: 1 metro de tela se cambia por 2 kilos de trigo.  La tela es un valor de uso que satisface una necesidad  particular. Para producirla se requiere un tipo de terminado de actividad productiva. Esta viene determinada por su fin, su modo de operar, sus medios, su objeto y su resultado. Llamaremos trabajo útil al trabajo cuya utilidad se presenta en el hecho de que su producto es un valor de uso. El trabajo del tejedor es un trabajo útil en la medida en que en su producto, la tela, es un valor de uso. (Recuerdo que no debe confundirse el ser de una cosa con su realización. Aquí hablamos sólo del ser del valor de uso, no de su realización) Del mismo modo que la tela y el trigo son valores de uso cualitativamente diferentes, también son cualitativamente diferentes los trabajos que les dan existencia. Si estos objetos no fueran valores de uso cualitativamente diferentes, tampoco podrían enfrentarse como mercancías. 1 metro de seda no se cambia por 1 metro de seda, un valor de uso por el mismo valor de uso. Por lo tanto, para que dos objetos se enfrenten  como mercancías, tienen que ser valores de uso cualitativamente diferentes.
Escuchemos, a este respecto, a Baudrillard en su trabajo Más allá del valor de uso: “Si el principio del intercambio y el principio de utilidad tienen tal afinidad, es porque, opuestamente a lo que dice Marx de la icomparabilidad de los valores de uso, la lógica de la equivalencia está ya toda entera en la utilidad”. Marx no dice que los valores de uso sean incomparables, sino que los valores de uso que se intercambian deben ser cualitativamente diferentes, que nadie cambia un valor de uso por el mismo valor de uso. Todos los valores de uso en cuanto valores de uso son comparables, como son comparables todas las mesas en cuanto mesas, y los coches en cuanto coches, etcétera. Esta es una de las “habilidades” especulativas de Baudrillard: atribuirle a Marx una cosa que él no ha dicho, que los valores de uso no son comparables, para después criticarlo sin saberse con qué finalidad.  De todos modos, con lo dicho hasta aquí podemos concluir que en el valor de uso de toda mercancía se encierra una determinada actividad productiva conforme a un fin, esto es, trabajo útil. De manera que los valores de uso además de tener un valor en sí mismo como tales valores de uso, tienen un valor representativo: representan el trabajo útil. Así que la mesa representa el trabajo útil del carpintero, la paella el trabajo útil del cocinero, la acera limpia el trabajo útil del barrendero, etcétera.
En calidad de valores, seda y trigo son objetos de idéntica sustancia, expresiones objetivas de un trabajo idéntico. Más tejeduría y agricultura son trabajos cualitativamente diferentes. Pero aunque tejeduría y agricultura sean trabajos cualitativamente diferentes, son ambos gasto productivo de cerebro, músculos, nervios, etcétera, humanos, y en este sentido son ambos trabajo humano. No son más que dos formas distintas de gastar fuerza de trabajo humana. En suma, tejeduría y agricultura son elementos constitutivos de los valores de usos seda y trigo precisamente por sus cualidades diferentes. Pero sólo son sustancias del valor de la seda y del trigo en tanto se hace abstracción de su calidad particular, y ambos poseen la misma cualidad, la de ser trabajo humano abstracto. De manera que las mercancías en tanto valores tienen un valor representativo: representan el trabajo humano abstracto, esto es, el gasto de la fuerza de trabajo.
Por un lado, todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo humana en sentido fisiológico, y en esta calidad de trabajo humano igual o de trabajo abstractamente humano constituye el valor de las mercancías.  Por otro lado, todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo humana en forma específica y determinada por su fin, y en esta calidad de trabajo útil concreto produce valores de uso.
Contenido ideológico del valor representativo de las mercancías.  En el muelle deportivo de  un municipio turístico  veo a la familia Ramírez disfrutar de un hermoso yate. El precio de mercado de este espléndido yate es de 12 millones de euros. Ante semejante hecho un capitalista se expresaría del siguiente modo: “ese hombre  ha sabido hacerlo bien, ha trabajado duro, ha sido listo y se lo merece en justicia. Lo que sucede es que vivimos en una sociedad de envidiosos, y en vez de tratar de imitar el genio del señor Ramírez lo que hacemos es dudar  que haya adquirido esa riqueza de modo legal y como fruto de su duro e inteligente trabajo”. Si fuera Veblen  quien contemplara el yate, tal vez opinaría del siguiente modo: “la familia Ramírez usa el yate como ostentación, como signo para diferenciarse de los miembros de las clases oprimidas”. Sin embargo, si lo viera un marxista, su opinión sería esta otra: primero se fijaría en el valor representativo de su valor de uso, y diría que en ese yate hay encerrado muchos y variados trabajos útiles: los del carpintero, del electricista, del ingeniero, del fontanero, etcétera. Después se fijaría en su valor, esto es, en su precio: 12 millones de euros. Siguiendo el consejo de Samuelson y Nordhaus atravesaría el velo del dinero y diría: con 12 millones de euros se pueden comprar 72 viviendas urbanas de 90 metros cuadrados. De manera que el yate vale 72 viviendas urbanas de 90 metros cuadrados. Así apreciamos de modo sensible el valor del yate. Y no pueden imaginarse hasta que punto se torna sensible. Pensemos en esos matrimonios de trabajadores, donde trabajan hombre y mujer, que después de haber estado trabajando más de 40 años, tienen al final de sus vidas una vivienda de 90 metros cuadrados y una pensión de mala muerte. Es decir, el dueño del yate tiene en sus manos un valor equivalente al trabajo de 144 personas al cabo de 40 años. Esto es lo que vería un marxista en el ostentoso yate en cuanto valor: el trabajo de 144 personas durante cuarenta años. Y le surgiría una duda: por muy cualificada que sea la fuerza de trabajo del señor Ramírez, es inexplicable que el valor de su fuerza de trabajo durante 10 años sea equivalente al trabajo de 144 personas durante 40 años. De manera que la única explicación posible es la siguiente: que el señor Ramírez, gracias a las relaciones de producción capitalista, ha podido apropiarse de una enorme cantidad de trabajo ajeno, del trabajo de 40 años de 144 trabajadores. Es evidente que el ostentoso yate se ha vuelto tremendamente ideológico.


LA FORMA DEL VALOR

Partimos del valor de cambio y llegamos a la conclusión de que era un modo de expresión o forma fenoménica. Surgió entonces la necesidad de descubrir cuál era el contenido de ese modo de expresión, y llegamos a la conclusión de que era el valor. Después analizamos el valor. Ahora tenemos que retornar a la forma del valor, esto es, al valor de cambio. El valor concebido como la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía es el valor en su forma natural. Tenemos que representárnoslo como una propiedad inmanente a la mercancía. Y como es inmanente, esto es, no  trascendente, carece de forma objetiva. En palabras de Marx: “De ahí que se le puedan dar las vueltas que se quiera a una mercancía, mas como cosa de valor permanece inasequible”. Las mercancías sólo poseen objetividad del valor en tanto son expresión de la misma unidad social, del trabajo humano. Por lo tanto, su objetividad de valor es puramente social. De manera que la objetividad del valor sólo pueda presentarse en la relación de cambio de una mercancía con otra. Todo el mundo sabe que las todas las mercancías tienen una forma de valor que contrasta con sus multicolores formas naturales, y que es común a todas: el dinero. Así se hace en economía: el valor de todos los bienes y servicios se expresa en dinero. Se trata, según Marx, de demostrar la génesis del dinero, esto es, de seguir el desarrollo de la forma del valor desde su figura más simple hasta la deslumbrante forma del dinero. Podemos también expresar esta tarea en términos hegelianos: se trata de que el valor, que existe de forma inmanente y unido al valor de uso, se independice del valor de uso, se objetive y se sustantive frente a él.

                 FORMA SIMPLE  O INDIVIDUAL DEL VALOR

1 metro de tela = 2 kilos de trigo. Esta ecuación, con la que representamos la relación de cambio entre esas dos mercancías, puede transformarse en una pregunta y en una respuesta. Pregunta: ¿cuánto vale 1 metro de tela? Respuesta: 2 kilos de trigo. De esta manera hacemos más evidente que las dos mercancías no desempeñan el mismo papel. La seda desempeña un papel activo, puesto que es la mercancía que expresa su valor. Mientras que el trigo desempeña un papel pasivo, puesto que es la mercancía que sirve de material de expresión del valor de la tela. Pues bien, de la mercancía que expresa su valor, diremos que está en forma relativa de valor, y de la mercancía que sirve de material de expresión de la otra diremos que se encuentra en forma equivalente de valor. Por lo tanto, la forma del valor o valor de cambio incluye dos formas de valor: la relativa y la equivalente. Baudrillard erróneamente concibe la relación de cambio entre las mercancías sólo como una relación de equivalencia. Es obvio que una mercancía necesita expresar su valor, pero no puede expresar su valor en sí misma. No podemos decir que 1 metro de tela vale 1 metro de tela, pues así estamos expresando lo contrario, que 1 metro de tela no es más que 1 metro tela. La tela sólo puede expresar su valor de forma relativa, esto es, en otra mercancía. Por lo tanto,  la forma relativa de valor presupone que otra mercancía se halle frente a ella en forma equivalente. Y a la inversa, ninguna mercancía puede estar en forma equivalente si otra mercancía no se encuentra frente a ella en forma relativa. Por lo tanto, forma relativa de valor y forma equivalente de valor son dos momentos de la expresión del valor, se pertenecen el uno al otro, cada uno existe por medio del otro, y  se excluyen polarmente. Es evidente que la ecuación 1 metro de tela =  2 kilos de trigo incluye la contraria: 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. Pero si hacemos eso, será entonces el trigo la mercancía que esté en forma relativa de valor, mientras que la tela se encontrará en forma equivalente. Pero nunca podrá suceder que una misma mercancía se encuentre simultáneamente bajo las dos formas.
Consecuencia semiótica. La relación de cambio entre mercancías constituye un caso particular de modo de expresión. Así que sobre la base de este caso particular podemos atrevernos a definir lo que es un modo de expresión en general. Hay modo de expresión cuando dos objetos entran en una relación de expresión, donde uno de ellos es el objeto que se expresa y el otro sirve de material de expresión. (He elaborado un pequeño Tratado de Semiótica donde desarrollo en todos sus detalles el concepto de modo de expresión. Dicho tratado se encuentra publicado en el ARCHIVO VIRTUAL DE SEMIOTICIANS con el título “Reflexiones sobre Semiótica”)
Contenido de la forma relativa del valor. Volvamos a nuestro ejemplo. 1 metro de tela se cambia por 2 kilos de trigo. Recordemos que esta relación de cambio se puede representar por medio de una ecuación: 1 metro de tela = 2 kilos de trigo. Pero para comparar dos magnitudes de cosas distintas, hay que reducirlas primero a la misma unidad. Deben ser concebidas como objetos de la misma índole, y pueden concebirse así porque efectivamente son de la misma índole, esto es, valores. Así que la base de la ecuación es tela = trigo. Las dos mercancías desempeñan papeles distintos. Sólo se expresa el valor de la tela. ¿Y cómo? Mediante su relación con el trigo en calidad de equivalente suyo. En esta relación el traje figura como forma de existencia del valor o como cuerpo de valor. Esta noción es muy importante para comprender el análisis de las formas del valor. Así que entremos en detalles. Empecemos con un ejemplo del mundo religioso. Nosotros podemos considerar a Jesucristo como un personaje histórico real sin más, como podemos considerar el trigo como un valor de uso sin más. Pero de acuerdo con la representación religiosa cristiana, podemos ver en Jesucristo, no sólo ni fundamentalmente un personaje histórico, sino la forma de existencia sensible de Dios. Así se presenta Jesucristo ante el cristiano: como Dios hecho hombre. Dios es una sustancia espiritual y, por consiguiente, imperceptible. Necesita, por lo tanto, volverse sensible, objetivo, perceptible. Y Jesucristo representa esa objetivación sensible. En suma, a Jesucristo lo podemos concebir de dos modos: por un lado, en sí mismo, en tanto personaje histórico de carne y hueso, y por otro lado, como forma fenoménica de Dios. Del mismo modo el valor de la tela es una sustancia social y, por lo tanto, imperceptible. Necesita objetivarse, volverse sensible. Y esto sólo puede hacerlo relacionándose con otra mercancía en calidad de equivalente suyo, por ejemplo, con el trigo. Y así, en su relación de cambio con la tela, el trigo existe como forma sensible del valor de la tela. No figura como valor de uso, sino que su valor de uso figura como forma de existencia del valor, del mismo modo que Jesucristo figura como forma de existencia de Dios. Lo mismo ocurre con la palabra: podemos concebirla en si misma, como valor referencial sonoro sin más, o como significante, esto es, como forma de existencia sensible del significado.
Las tres particularidades del contenido de la forma equivalente del valor. La tela al expresar su valor en el trigo, le imprime al trigo  su forma de valor particular, la de equivalente. La tela saca a relucir su valor mediante el hecho de que el trigo equivale a ella. La forma de equivalente de una mercancía es, por consiguiente, la forma de su inmediata intercambiabilidad por otra mercancía.   Hemos visto que la tela al expresar su valor en el trigo, le imprime a esta última su forma de valor particular, la de equivalente. Pues bien, la primera particularidad de la forma de equivalente es ésta: el valor de uso se convierte en forma fenoménica del valor. Para ilustrar esta primera particularidad Marx recurre a un ejemplo muy interesante. Una manzana es pesada y tiene, por lo tanto, peso. Pero no se puede ver ni tocar el peso de la manzana. Por lo tanto, a la manzana le pasa lo que a la tela con su valor, que no puede expresar su peso en sí misma, sino que tiene que expresarlo en otro cuerpo. Tomemos entonces diversos trozos de hierro cuyo peso se ha determinado previamente. Para expresar el peso de la manzana lo ponemos, por medio de una balanza, en relación con los trozos de hierro. En esta relación el hierro figura como un cuerpo que sólo representa peso. Dicho en términos fenomenológicos: en esta relación el cuerpo del hierro se presenta como forma fenoménica del peso.  Si la manzana y el hierro no fueran ambos pesados, el uno no podría servir de expresión del peso de la otra. Si ponemos la manzana y el hierro en el platillo de la balanza, vemos que en cuanto peso son lo mismo y que en cierta proporción pesan lo mismo. Del mismo modo, por una parte, el trigo en su relación   con la tela figura como cosa que sólo representa valor, y por otra parte, en cierta proporción tienen la misma magnitud de valor. Por lo tanto, se ha demostrado que la primera particularidad de la forma equivalente estriba en que el valor de uso se convierte en forma fenoménica del valor.
Intrínseco y extrínseco. Dice Marx: “Las propiedades de una cosa no surgen de su relación con otras cosas, sino que más bien se limitan a actuar en tal relación”. La propiedad de ser pesada de la manzana no brota de su relación con el hierro, sino que la tiene independientemente de esa relación. Tampoco la magnitud del peso de la manzana viene determinada por su relación con el hierro, sino que es independientemente de esa relación. Es la magnitud del peso de la manzana quien determina la cantidad de hierro que expresa esa magnitud. Lo mismo sucede en la relación de cambio entre las mercancías. La propiedad de ser valor de la tela no brota de su relación con el trigo, sino que la tiene independientemente de esa relación. Tampoco la magnitud del valor de la tela viene determinada por su relación con el trigo, sino que viene determinada independientemente de esa relación. Es la magnitud del valor de la tela quien determina la cantidad de trigo que expresa esa magnitud. En suma, del mismo modo que no podemos confundir el peso de la manzana con su expresión por medio del hierro, tampoco debemos confundir el valor de la tela con su expresión por medio del trigo. Es evidente, por lo tanto, que el valor de la tela es intrínseco a la tela.
Segunda particularidad de la forma de equivalente. El cuerpo de la mercancía que sirve de equivalente, el trigo, por una parte, es producto de un trabajo útil determinado, el de agricultura, y por otra parte, en su relación con la tela figura como encarnación de trabajo humano abstracto. Por lo tanto, este trabajo concreto deviene expresión del trabajo humano abstracto. Tanto en forma de tejeduría, el  trabajo útil que crea la tela, como en forma de agricultura, el trabajo útil que crea el trigo, se gasta fuerza de trabajo humana. Nada de esto es misterioso. Lo que sucede es que en la relación de la tela con el trigo las cosas se presentan al revés. Para expresar que el tejer constituye el valor de la tela en su propiedad general de trabajo humano, se le contrapone la agricultura en calidad de forma sensible de realización de trabajo humano abstracto. Por lo tanto, la segunda particularidad de la forma de equivalente estriba en que el trabajo concreto se convierte en forma fenoménica del trabajo humano abstracto.
Tercera particularidad de la forma de equivalente. Al figurar este trabajo concreto, el agrícola, como expresión de trabajo humano indiferenciado, posee la forma de igualación con el otro trabajo, el de tejeduría. Y por eso, aunque trabajo privado, es trabajo en forma social directa. Así, pues, la tercera particularidad de la forma de equivalente consiste en que el trabajo privado devenga forma del trabajo social directo.
Resumamos las tres particularidades de la forma de equivalente: primera, el valor de uso se convierte en forma fenoménica del valor, segunda,  el trabajo concreto deviene forma sensible de realización del trabajo humano abstracto, y tercera, el trabajo privado deviene forma del trabajo social directo.
Insuficiencia de la forma simple del valor. Marx llama a la forma simple del valor forma germinal del valor. ¿Por qué? Porque esta forma tiene que experimentar aún una serie de metamorfosis, esto es, una serie de cambios de formas, hasta concluir en la forma dinero. La forma acabada del valor sería aquella donde  la tela  pudiera representar, por una parte, su igualdad cualitativa con el resto de las mercancías, y por otra parte, su proporcionalidad cuantitativa con el resto de las mercancías. Pero en la forma simple del valor este objetivo no se logra, pues la tela lo único que representa es su igualdad con el trigo.
 
FORMA DESARROLLADA  O TOTAL DEL VALOR

En la forma desarrollada del valor no vemos ya el intercambio fortuito y ocasional entre una mercancía individual y otra mercancía individual, sino lo que vemos es que cada mercancía se cambia con una serie de otras mercancías. Esta forma del valor corresponde históricamente a un estadio donde en el mercado hay un intercambio habitual y regular de distintas especies de mercancías. Representado por medio de ecuaciones tenemos: 1 metro de tela = 2 kilos de trigo, o 1 metro de tela = 20 gramos de oro, o 1 metro de tela = 4 kilos de café, etcétera.
1.     Forma relativa desarrollada del valor. El valor de una mercancía, el de la tela, se expresa ahora en todas las mercancías presentes en el mercado. Se refleja, como en un espejo, en cualquier otra mercancía. El valor se presenta así por primera vez como cristalización de trabajo humano indiferenciado. ¿Por qué? Porque el trabajo que crea el valor de la tela equivale a cualquier otro trabajo humano, tenga la forma natural que tenga. Ya se objetive el trabajo humano en forma de trigo, en forma  de oro, o en forma  de café, en todos los casos equivale al trabajo que crea el valor de la tela. El hecho de que la tela pueda expresar su valor  en cualquier otro valor de uso, implica que al valor le es indiferente el valor de uso en el que exista. Al igual que al peso, por ejemplo 3 kilos, le es indiferente el cuerpo en el que exista: en hierro, en pan, en madera, en paja, etcétera. A los niños les cuesta mantener la representación de la indiferencia de las sustancias respecto de los cuerpos en los que puedan existir. Así que cuando les preguntamos qué pesa más, si un kilo de hierro o un kilo de paja, nos responden: 1 kilo de hierro. No mantienen la representación del peso independientemente del cuerpo en el que exista.  Una misma magnitud de valor, por ejemplo, 8 horas de trabajo social medio, puede existir en forma de 1 metro de tela, de 2 kilos de trigo, de 20 gramos de oro, de 4 kilos de café, etcétera. En este estadio de desarrollo, el que corresponde a la forma relativa desarrollada del valor, el valor ha logrado dar un paso más en su independencia y objetivación frente al valor de uso.
2.     Forma particular de equivalente. En el estadio de la forma desarrollada del valor,  todas las mercancías desempeñan la forma de equivalente, puesto que todas sirven para expresar el valor de la tela. Así que cada una de estas mercancías es una forma particular de equivalente junto a otras formas particulares de equivalentes. A la forma relativa desarrollada del valor de una mercancía corresponde la forma de equivalente particular del resto de las mercancías. También es importante señalar aquí que los trabajo útiles, concretos, contenidos en las mercancías que se encuentran en forma de equivalente, figuran como formas particulares de realización del trabajo humano.
3.     Defectos de la forma desarrollada del valor.  Primer defecto: La expresión relativa del valor de la mercancía es incompleta. ¿Por qué? Porque su serie nunca se cierra. Con cada nueva mercancía que entra en el mercado, tenemos otra nueva expresión relativa del valor de la tela. Segundo defecto: Como la forma natural (forma de valor de uso) del trigo, del oro, del café, etcétera es una forma particular de equivalente junto a muchas otras, no existen más que formas limitadas de equivalentes que se excluyen mútuamente. Y tercero: El tipo de trabajo útil contenido en cada equivalente particular de mercancía es una manifestación particular y no exhaustiva del trabajo humano. Se podría decir que el valor de la tela tiene su forma de manifestación completa en el conjunto de esas formas particulares de manifestación, en el del trigo, oro, café, etcétera. Pero así carece de forma fenoménica unitaria.

FORMA GENERAL DEL VALOR


Recordemos que la forma total o desarrollada del valor contiene la serie de ecuaciones siguientes:
1 metro de tela = 2 kilos de trigo
1 metro de tela = 20 gramos de oro
1 metro de tela = 4 kilos de café

Si un mercader expresa el valor de su mercancía, la tela, en una serie de otras mercancías, en el trigo, el oro y el café, entonces los dueños de estas otras mercancías expresan el valor de las suyas en la tela. Así que invirtiendo estas ecuaciones tenemos que:

2 kilos de trigo = 1 metro de tela
20 gramos de oro = 1 metro de tela
4 kilos de café = 1 metro de tela

Al invertir aquellas ecuaciones ha cambiado el carácter de la forma de valor. Las mercancías expresan ahora su valor de una manera simple y unitaria. ¿Por qué las mercancías trigo, oro y café expresan sus valores de una manera simple? Porque lo hacen en una sola mercancía. ¿Y por qué lo expresan de manera unitaria? Porque lo hacen en  la misma mercancía. Hay que tener en cuenta que un grupo de mercancías puede expresar su valor, por ejemplo, sólo en la tela, y otro grupo puede hacerlo sólo en cabezas de ganado.  Las mercancías expresarían ahora su valor de una manera simple, porque lo hacen en una sola especie de mercancías; pero no expresarían su valor de manera unitaria, porque un grupo lo hace en la tela y  el otro en cabezas de ganado.
Recuento de las distintas formas del valor. La forma individual del valor corresponde al estadio histórico donde los productos del trabajo se transforman en mercancías mediante el cambio fortuito y ocasional. Corresponde a una época en la evolución de la humanidad donde las distintas comunidades apenas tenían contactos entre sí. Sólo una parte muy pequeña de los productos del trabajo, tanto en términos de variedad como de cantidad, se cambiaban como mercancías. Bajo esta forma, la de la forma individual del valor, la tela sólo es capaz de distinguir su valor de su propio valor de uso, pero no lo distingue de la totalidad de los valores de uso o de cualquier otro valor de uso. La forma desarrollada del valor corresponde al estadio histórico donde los productos del trabajo se transforman en mercancías mediante el cambio regular y habitual. Éste era el caso donde 1 metro de tela se cambiaba por 2 kilos de trigo, por 20 gramos de oro, por 4 kilos de café, etcétera. Ahora la tela ya es capaz de distinguir su valor de cualquier valor de uso. ¿Y por qué? Porque al poder expresar su valor en el trigo, en el oro, en el café y en cualquier otra mercancía, demuestra que al valor le es indiferente el valor de uso en el que exista. Siendo cierto que en este estadio el valor se ha distinguido por completo del valor de uso, no obstante, las mercancías carecen de una expresión común de los valores. La forma general del valor corresponde al estadio histórico donde un producto de trabajo determinado, por ejemplo, el ganado, se cambia de forma habitual por el resto de las mercancías. Ahora los mercaderes se hacen con la costumbre de expresar el valor de sus mercancías en una sola de ellas, en el ganado. Este era el caso donde 2 kilos de trigo, 20 gramos de oro y 4 kilos de café se cambian por 1 metro de tela. Ahora todas las mercancías expresan  su valor mediante su igualdad con la tela, y así adquieren una expresión común para sus valores.
Lo individual y lo social. En la forma individual del valor era un asunto privado de la tela darse una forma de valor en otra mercancía individual, por ejemplo, en el trigo. En la forma desarrollada del valor seguía siendo un asunto privado de la tela expresar su valor en una serie de mercancías particulares: trigo, oro, café, etcétera. En cambio, en la forma general del valor es un asunto social de todas mercancías darse una forma de valor. Surge como obra común del mundo de las mercancías. Como todas las mercancías expresan su valor en la tela, ésta adquiere la forma general de equivalente. Y cualquier mercancía nueva que entre en el mercado tiene que imitar al resto de las mercancías: expresar su valor en la tela. Todas las mercancías existen ahora en forma de algo igual a la tela. De este modo todas las mercancías aparecen, por una parte, como seres cualitativamente iguales, en cuanto valores, y por otra parte, como magnitudes de valores comparables. También sucede  que el trabajo útil, concreto, privado, que produce la tela, esto es, la tejeduría, se presenta como forma universal de manifestación del trabajo humano.
Relación de desarrollo entre la forma relativa del valor y la forma de equivalente. En la forma individual del valor, donde teníamos la ecuación  1 metro de tela = 2 kilos de trigo, ya se daba la oposición entre la forma relativa de valor y la forma de equivalente.  Pero en este estadio de evolución de la forma de valor dicha oposición aún no está fijada. Según leamos la ecuación de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, la tela estará en forma relativa de valor o en forma de equivalente. Tampoco en la forma desarrollada del valor la oposición queda fijada. Pues todas las mercancías están alternativamente en forma relativa desarrollada del valor y en forma de equivalente particular. Sólo con la llegada de la forma general del valor la oposición entre forma relativa de valor y forma equivalente de valor queda fijada. Ahora una sola mercancía, la tela, se encuentra en forma de equivalente general, quedando el resto de las mercancías excluidas de esta forma. A su vez, el resto de las mercancías están en forma relativa de valor, quedando excluida de esta forma la mercancía que sirve de equivalente general,  la tela.

FORMA DINERO


La forma general de equivalente puede corresponder a cualquier mercancía. No obstante, una mercancía está en forma de equivalente general porque el resto de las mercancías expresan su valor en ella. Y es a partir de este momento, en que una determinada mercancía ha sido excluida definitivamente como equivalente general, cuando la forma relativa unitaria del valor adquiere consistencia objetiva y validez social general. Esta mercancía específica excluida como equivalente general se convierte en mercancía dinero o funciona como dinero. Su monopolio social estriba en representar, dentro del mundo de las mercancías, el papel de equivalente general. Una mercancía determinada ha conquistado históricamente  este papel privilegiado: el oro.
Así que la forma dinero quedará representada en las siguientes ecuaciones:

1 metro de tela = 20 gramos de oro
2 kilos de trigo = 20 gramos de oro
4 kilos de café  = 20 gramos de oro

En el paso de la forma simple de valor a la forma desarrollada del valor, y de la forma desarrollada del valor a la forma  general del valor, ocurren cambios esenciales. Sin embargo, en el paso de la forma general del valor a la forma dinero no se producen cambios esenciales. El único cambio que se ha producido es que ahora es el oro el que desempeña el papel de equivalente general en vez de la tela. El progreso estriba solamente en que la forma general de equivalente (o forma de la intercambiabilidad directa) se identifica definitivamente con el oro.
El oro puede desempeñar el papel de dinero porque antes desempeñó el de mercancía. Como las demás mercancías funcionó como equivalente individual (forma I) y como equivalente particular (forma II). Poco a poco fue funcionando en círculos más amplios como equivalente general. Apenas ha conquistado este monopolio social, ser la única mercancía en la que las demás expresan su valor, se convierte en mercancía dinero. Y desde que se convierte en mercancía dinero, se diferencia la forma IV de la III, o la forma general del valor se transforma en dinero.
Ahora, la expresión relativa simple del valor de una mercancía, por ejemplo, de la tela en oro, es la forma de precio. De ahí que la forma de precio de la tela sea:

1 metro de tela = 20 gramos de oro

Si 1 euro es el nombre monetario de 20 gramos de oro, tenemos entonces que la forma de precio de la tela es:

1 metro de tela = 1 euro

Ocurrirá después, por causas que sólo se explican en el proceso de intercambio y no en el presente capítulo, que la moneda de 1 euro en oro será sustituida por una moneda de metal no noble que llevará inscrito el nombre 1 euro. A partir de este momento la sustancia del  valor se separará de su función, y de este modo el dinero se transforma en un signo. Pero como ya indiqué está explicación corresponde a otro capítulo que no es el presente.
Cuando surge la forma de precio, después que el valor ha sufrido una serie de metamorfosis, ocurre un cambio en el mercado: la forma de precio aparece adherida a las mercancías. Ahora las mercancías se exhiben con su precio. Y es que para expresar el valor de la tela no necesito dinero real, me basta con dinero ideal, esto es, dinero hecho con números y palabras. En una etiqueta, que cuelgo de la tela, escribo: 1 euro. Pero al igual que ocurría con la transformación del dinero en un signo, el empleo del dinero ideal en vez del dinero real será estudiado en el proceso de intercambio y no en este capítulo.

DE LA FORMA INDIVIDUAL DEL VALOR A LA FORMA DINERO

Por un lado, uno de los grande defectos de la economía convencional estriba en considerar el dinero sólo en forma de objeto, como algo dado, como consecuencia de que un día los hombres se pusieron de acuerdo y dijeron: vamos a inventar el dinero. Pero como hemos visto en la lección de Marx, el dinero no es más que el resultado de un proceso de evolución, donde el valor experimenta una serie de cambios de forma. Y por otro lado, el gran defecto de los marxistas estriba en concebir el valor sólo en su forma natural, como trabajo humano abstracto, como sustancia inmanente a las mercancías. Cuando la clave de El Capital  estriba en el estudio de las distintas formas del valor. Así que no estará de más hacer un recuento de las distintas formas del valor, para observar su riqueza, y comprobar así cuánto se ha ocultado el verdadero pensamiento de Marx.

FORMA SIMPLE O INDIVIDUAL DEL VALOR. La mercancía que expresa su valor se encuentra en forma relativa simple o individual de valor, y la mercancía que sirve de material de expresión del valor se encuentra en forma equivalente simple o individual de valor.
FORMA DESARROLLADA O TOTAL DEL VALOR. La mercancía que expresa su valor se encuentra  en forma relativa desarrollada del valor, y las mercancías que sirven de material de expresión del valor se encuentran en forma de equivalentes particulares de valor.
FORMA GENERAL DE VALOR. Las mercancías que expresan su valor se encuentran en forma relativa unitaria del valor,  mientras que la mercancía que sirve de material de expresión del valor se encuentra en forma de equivalente general.
FORMA DINERO. La mercancía que expresa su valor se encuentra en forma relativa simple o individual del valor, mientras que la mercancía que sirve de material de expresión se encuentra en forma de precio.













 
 
 
SEGUNDA SECCIÓN


CRITICA A JEAN BAUDRILLARD

El libro de Baudrillard Crítica a la economía política del signo es de arriba abajo una enorme especulación. No define previamente los conceptos guías de su discurso, inventa nuevas categorías que no elabora, carece del más mínimo rigor, y lo confunde y lo mezcla todo. Para demostrar que lo que digo es cierto, he seleccionado una parte de una de las secciones de su libro, Más allá del valor de uso, y la someteré a crítica. Las palabras de Baudrillard las escribiré en bastardilla y las entrecomillaré.
1.     “Sabemos que la mercancía es a la vez valor de cambio y valor de uso”.  Esto es literalmente falso. La mercancía es valor de uso y valor. El valor de cambio es la forma fenoménica del valor. Esta distinción, la existente entre el valor y la forma (fenoménica) del valor, es fundamental en El Capital de Karl Marx. Pero esta distinción, como tantas otras, la ignora Baudrillard y todos los detractores de Marx.
2.     “El valor de uso es siempre concreto y particular, en tanto que el valor de cambio es abstracto y general”. Esta es una de las mañas especulativas predilectas de Baudrillard, toma afirmaciones que hace Marx sobre determinaciones del objeto del concepto y se las aplica al objeto considerado como totalidad. Lo que plantea Marx es lo siguiente: el trabajo tiene un carácter doble: por una parte, es una actividad productiva conforme a un fin, y por otra parte, es gasto de fuerza de trabajo humana. En tanto actividad  productiva conforme a un fin lo denomina trabajo concreto, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo humana lo denomina trabajo humano abstracto. ¿Qué significa para Marx la expresión “trabajo humano abstracto”? Considerar el trabajo en tanto gasto de fuerza de trabajo sin tener en cuenta la forma en que se gasta. Es decir, que lo de abstracto y concreto se dice del trabajo, no del valor y del valor de uso. Por otro lado, el valor de cambio de una determinada mercancía, por ejemplo de 1 metro de tela, es otra mercancía determinada, 2 kilos de trigo. Y el trigo, en tanto valor de cambio de la tela, es totalmente concreto. Pero Baudrillard es así de espontáneo, hace afirmaciones sin haberlas reflexionado ni sopesado en lo más mínimo. La intuición y los significados generales de las palabras guían su pensamiento.
3.     “Naturalmente, no podría haber valor de cambio sin que hubiera valor de uso; los dos están emparejados, pero no existe implicación de los dos en sentido absoluto”. Esta es la segunda forma especulativa predilecta de Baudrillard y la de todos los filósofos especulativos: hablar siempre de forma general, no decir nunca nada en concreto. Subsanemos este defecto para saber en concreto de que estamos hablando. Una cosa puede ser valor de uso sin ser valor: el aire que respiramos, por ejemplo,  es una valor de uso pero no es un valor, puesto que no es producto del trabajo. Una cosa no puede ser valor si no es valor de uso: si hacemos una porquería, algo inútil, habremos gastado fuerza de trabajo pero no habremos creado valor. Puesto que sólo crea valor aquel trabajo que crea cosas útiles para otros. Y si su producto es inútil, también será inútil la fuerza de trabajo gastada en su producción. El valor sólo puede existir en un valor de uso: quien gasta fuerza de trabajo sólo puede hacerlo objetivándolo en un producto. Hay más aspectos concretos de la lógica o relación entre valor de uso y valor, pero con los mencionados basta.
4.     “El valor de uso no se halla implicado en la lógica del valor de cambio, que es una lógica de la equivalencia”.  Esto no es cierto. La lógica del valor de cambio es una lógica fenoménica. Y en esta lógica fenoménica las dos mercancías enfrentadas no desempeñan el mismo papel: una de ellas, la que expresa su valor, está en forma relativa de valor, y la otra, la que sirve de material de expresión del valor, está en forma de equivalente. Por lo tanto, la forma equivalente de valor supone la forma relativa. Y viceversa.
5.     “Aunque esté continuamente recobrado por el proceso de producción y de cambio, el valor de uso no se inscribe realmente en el campo de la economía mercantil: tiene su finalidad propia, incluso restringida”. ¡Que manera tan tortuosa, oscura y general     tiene Baudrillard de expresarse! Si el valor de uso constituye el contenido material de la riqueza, independientemente de su forma social, esto es,  de si se produce como mercancía o no, entonces el valor de uso se “inscribirá” realmente en la economía mercantil y en la economía no mercantil. Si la mercancía es tal mercancía porque se produce en vista del valor, y el valor sólo existe en el valor de uso, es evidente que una economía que produce en vista del valor debe “inscribir” el valor de uso como su condición básica. Baudrillard es víctima, como el marxismo de la época en que redactó su libro, de la confusión entre la forma mercantil de la riqueza y su forma de capital. En esa época la lucha por el socialismo se entendía como la lucha por acabar con la forma mercantil de la riqueza. En eso residió el error básico del modelo soviético del socialismo.
6.     “Resulta, por lo tanto, que el “fetichismo de la mercancía” no actúa sobre la mercancía definida a la vez como valor de cambio y valor de uso, sino sobre el valor de cambio únicamente”. Baudrillard le atribuye a Marx ideas y formas de pensar que no son suyas. Cuando hablamos del valor de cambio, en su origen, hablamos de la proporción en que los valores de uso de un tipo se cambian por los de otro. Sabemos que en la relación de cambio entre dos mercancías, una de ellas se encuentra en forma relativa de valor y la otra en forma equivalente. Y también sabemos que uno de los contenidos de la forma equivalente de valor es el siguiente: que el valor de uso del trigo, por ejemplo, en su papel de equivalente frente a la tela, deviene forma fenoménica del valor. El fetichismo de las mercancías, en verdad, tampoco tiene nada que ver con las determinaciones del valor: porque es evidente que cualquier clase de trabajo es gasto de nervios, músculos, cerebro, etcétera, y porque es obvio igualmente que la cantidad de trabajo es distinta de la calidad. ¿De dónde proviene entonces el carácter fetichista de la mercancía? De la forma del valor, esto es, de que el valor de uso se presente como forma fenoménica del valor. Así que es totalmente disparatado y caprichoso lo que dice Baudrillard.
7.     “El valor de uso, en este análisis restrictivo del fetichismo, no aparece como relación social, ni por lo tanto como lugar de fetichización”. Baudrillard no expone previamente qué entiende Marx por fetichismo de la mercancía en sus mínimos detalles, ni expone lo que entiende él mismo. Y sin saber con rigor y detalle lo que se entiende bajo determinada categoría, se puede especular con ella cuanto uno quiera, y así aparentar que se está diciendo algo con fundamento cuando en verdad todo carece de fundamento. No hay en el discurso de Baudrillard ni un lugar donde uno pueda decir que pisamos firme. No cabe duda que las pirámides de Egipto son unos gigantescos valores de uso, y que fueron creados por el trabajo y muerte de decenas de miles de esclavos. Es obvio que sin la relación social entre los propios esclavos, sin la colaboración y la división del trabajo entre ellos, las pirámides no existirían. También es obvio que su trabajo no era a favor de ellos mismos, sino a favor de los esclavistas. Y es obvio, por último, que la relación social entre los esclavistas y los esclavos no tiene nada de fetichista, pues está claro como la luz del sol que los primeros se apropiaban del trabajo de los segundos. Uno de los aspectos fetichistas de la mercancía estriba en que desde que los productos del trabajo y la propia fuerza de trabajo se convierten en mercancías, la apropiación de trabajo ajeno por parte de los capitalistas queda totalmente oscurecida. Y no porque los capitalistas sean malintencionados, sino porque la riqueza se produce como mercancía. Así que la idea de Baudrillard de que el valor de uso no es fruto de la relación social nada tiene que ver con las ideas de Marx.
8.     “El valor de uso, la utilidad misma, es una relación social fetichizada –una abstracción, la del sistema de necesidades, que adopta la evidencia falsa de un destino concreto, de una finalidad propia de los bienes y servicios”. Esta frase no hay manera de entenderla, recuerda los sinsentidos y requiebros discursivos del enajenado Alonso Quijana.  Por valor de uso entendemos  una cosa que por sus propiedades puede satisfacer necesidades humanas. Por lo tanto, las necesidades son una de las determinaciones del valor de uso. Así que representarse las necesidades independientes del concepto de valor de uso, del que es uno de sus contenidos, y afirmar que el sistema de las necesidades es una abstracción, es un sinsentido, o tiene un sentido meramente especulativo.  Además, ¿desde cuándo el hambre y la sed, por señalar dos necesidades humanas básicas, son abstracciones? ¿Cómo puede pensarse que los doce niños que mueran cada minuto de hambre son abstracciones? Creo que Baudrillard, en su enajenación especulativa, hace un flaco favor a la ciencia y a los intereses de las capas pobres del mundo.
9.     “La hipótesis es, en efecto, que las necesidades son el equivalente del trabajo social abstracto: sobre ellas se funda el sistema del valor de uso, como sobre el trabajo social abstracto se funda el sistema del valor de cambio”. Esta frase de Baudrillard es todo un disparate. Carece del más mínimo rigor. En primer lugar quisiera decirles que donde Baudrillard escribió “trabajo social abstracto”, en rigor debió escribir  “trabajo humano abstracto”. Puesto que no sabemos que quiere decir Baudrillard cuando afirma que el trabajo social es abstracto, mientras que sí sabemos que quiere decir Marx cuando habla del trabajo humano abstracto. ¿Por qué Marx llama abstracto al trabajo humano? Porque se trata de considerar el trabajo haciendo abstracción de la forma en que se gasta, de considerarlo solamente bajo la condición de que se ha gastado nervios, músculos, cerebro, etcétera. En toda abstracción hay que saber de dónde se abstrae, qué se abstrae, y cuál es el resto. Pero Baudrillard entiende por abstracción algo que no se ve, que es oscuro, que sólo se puede intuir. En segundo lugar diré lo siguiente: Baudrillard afirma que las necesidades son el equivalente del trabajo humano abstracto, esto es, que una de las determinaciones del valor de uso, las necesidades, es el equivalente de la determinación básica del valor: el trabajo humano abstracto. Así que al afirmar que las necesidades son el equivalente del trabajo humano abstracto, Baudrillard está afirmando que el valor de uso es el equivalente del valor. Todo un disparate. Todo este lenguaje de Baudrillard es resultado de los caprichos del pensamiento especulativo, que entre otros defectos no examina nunca las consecuencias de sus afirmaciones. Y en tercer lugar, quiero examinar la idea de Baudrillard  sobre las necesidades se funda el sistema del valor de uso”. Si en el lugar del nombre del objeto del concepto, esto es, el nombre ‘valor de uso’, ponemos el sintagma con que expresamos el contenido del concepto de valor de uso, esto es, el sintagma ‘cosas que por sus propiedades satisfacen necesidades humanas’, el juicio de Baudrillard quedaría como sigue: sobre las necesidades se funda el sistema de las cosas que por sus propiedades satisfacen necesidades humanas. Y esto, con toda evidencia, es un sinsentido, un enredo, una hablar sin pensar. Además, y siendo prácticos, que es donde todas las especulaciones se hacen añicos, sobre los doce niños que cada minuto se mueren de hambre, que representan la necesidad que se ha enajenado de la satisfacción, no se funda ningún valor de uso. Si se fundara algún valor de uso, no morirían de hambre.
10.           “Marx definió la forma del valor de cambio y de la mercancía por el hecho de que todos los productos pueden equivalerse sobre la base del trabajo social abstracto. Y planteó a la inversa la “incompatibilidad” (más adelante dice “incomparabilidad”) de los valores de uso”. Otra frase endiabladamente especulativa. Sólo les diré lo que dijo Marx al respecto, y comprueben ustedes mismos hasta que punto Baudrillard adultera, tergiversa y enreda las ideas de Marx. La relación de cambio supone que las mercancías que se cambian sean valores de uso cualitativamente diferentes. A nadie se le ocurre cambiar tela por tela, trigo por trigo, el mismo valor de uso por el mismo valor de uso. Así que Marx no dice que los valores de uso sean incomparables o incompatibles, sino que en la relación de cambio deben ser cualitativamente diferentes. Esta es una de las peculiaridades del cambio entre las mercancías: como valores de uso son cualitativamente diferentes, y como valores son cualitativamente iguales y cuantitativamente comparables.
11.           “Como valores útiles, todos los bienes son ya comparables entre sí, por estar asignados al mismo denominador común funcional/racional, a la misma determinación abstracta”. Todas las cosas rojas son comparables entre sí  en tanto seres rojos, como todos los objetos físicos lo son en cuanto seres físicos, y a sí hasta el infinito. De manera que no hay nada de original en decir que los valores útiles son comparables entre sí en tanto seres útiles. Lo que no dice Baudrillard es cuál es la necesidad práctica de compararlos y cuál es la consecuencia práctica de compararlos.
12.           “Únicamente los objetos o categorías de bienes invertidos en el intercambio simbólico son estrictamente incomparables. En cambio, como valor útil, el objeto alcanza la universalidad abstracta, “la objetividad”. ¡¡¿¿??!! Como dice Cervantes de los dichos y requiebros de Alonso Quijana: ni el mismísimo Aristóteles sería capaz de desentrañar semejantes enredos y sinsentidos. No es necesario comparar los valores de uso entre sí para hacerlos objetivos. Del valor de uso, en tanto unidad de propiedades naturales y utilidades, no hay duda de su objetividad. Nuestros sentidos dan testimonio de su existencia sensible y objetiva. Del valor si hay dudas acerca de su objetividad, si se considera a la mercancía aisladamente. Como dice Marx: se le pueden dar las vueltas que se quiera a una mercancía, mas como cosa de valor permanece inasequible. El valor sólo se hace objetivo mediante la relación de una mercancía con otra. Y esa objetividad se vuelve firme cuando el valor, tras experimentar una serie de metamorfosis, adopta la forma de dinero.
13.           “El individuo es una estructura ideológica, una forma histórica correlativa de la forma/mercancía (valor de cambio) y de la forma objeto (valor de uso)”. Baudrillard nos habla de las siguientes formas: forma histórica, forma mercancía y forma objeto. Pero no nos habla del contenido de esas formas. Si alguien nos habla de que algo tiene una forma y no explica el contenido de esa forma, lo único que está aportando al debate   es la palabra ‘forma’. Con Marx sabemos cuál es el contenido de la forma relativa de valor, que es la mercancía que expresa su valor; cuál es el contenido de la forma de equivalente, que es la mercancía que sirve de material de expresión del valor y que el valor de uso que desempeña el papel de equivalente deviene forma fenoménica del valor. Pero en Baudrillard ocurre todo lo contrario: sus palabras son un puro vacío. No hay manera de coger lo que dice por ningún lado. 
Creo sinceramente que con esto basta. Baudrillard es un puro especulador. Su discurso carece de fundamento, rigor y claridad. No hay parte de su libro donde podamos pisar firme, encontrarnos en terreno seguro, avistar un camino teórico. Es un hablar sin pensar. Sus ideas no gravitan en torno a ningún objeto del conocimiento. Jamás nos lo presenta ni lo define. Lo supone, lo intuye, o nos lo da en  escorzos fugaces. Inventa categorías, mezclas determinaciones conceptuales, y enreda. No teje ni desteje, ni ovilla tan siquiera, sino enreda y enreda. Y creo una inutilidad desenredar sus múltiples enredos. Con los trece que he desenredado creo que son argumentos  suficientes para catalogarlo, sin género de dudas, como un puro especulador.

EL CONCEPTO DE VALOR EN SAUSSURE

“Consideremos primero la significación tal como se suele presentar, y tal como la hemos imaginado en la página 103. Como indican las flechas de la figura, no es más que la contrapartida de la imagen auditiva. Todo ocurre entre la imagen auditiva y el concepto, en los límites de la palabra considerada como un dominio cerrado, que existe por sí mismo.
Pero el aspecto paradójico de la cuestión es el siguiente: de un lado, el concepto se nos aparece como la contrapartida de la imagen auditiva en el interior del signo; y de otro, ese signo mismo, es decir, la relación que vincula sus dos elementos, es también y de igual modo la contrapartida de los demás signos de la lengua. Puesto que la lengua es un sistema del que todos los términos son solidarios y donde el valor del uno no resulta más que de la presencia simultánea de los otros. ¿Cómo es que el valor, así definido, se confunde con la significación, con la contrapartida de la imagen auditiva? Para responder a esta cuestión, tengamos en cuenta primero que, incluso fuera de la lengua, todos los valores parecen regidos por este principio paradójico. Están siempre constituidos:
1° Por una cosa desemejante susceptible de ser cambiada por otra cuyo valor está por determinar.
2° Por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor está en cuestión.
Se necesitan estos dos factores para la existencia de un valor. Así, para determinar lo que vale una moneda de cinco francos, hay que saber, 1°) que se puede cambiar por una cantidad determinada de una cosa diferente, por ejemplo, de pan; 2°) que se puede comparar con un valor similar del mismo sistema, por ejemplo, con una moneda de 1 franco,... De igual modo una palabra puede ser cambiada por cualquier cosa desemejante: una idea; además puede ser comparada con algo de igual naturaleza: otra palabra. Su valor no está fijado por tanto mientras nos limitemos a comprobar que puede ser cambiada por tal o cual concepto; tenemos que compararla todavía con los valores similares, con las demás palabras que puedan oponérsele”. (La negrita es mía)
La representación que tiene Saussure sobre las determinaciones del valor es errónea, supone que se intercambia el valor, en su forma acabada de dinero, con el valor de uso. Cuando en la realidad la relación de intercambio supone que se hace abstracción del valor de uso y se intercambian valores iguales. Pero no quiero incidir sobre este aspecto por considerarlo poco útil en el tema que ahora nos ocupa. Lo que sí haré será lo siguiente: expresaré las ideas de Saussure de acuerdo con la representación de Marx sobre el valor, expuesta en la transformación de la mercancía en dinero. Lo que Saussure, en el marco de la palabra, llama significado, en Marx, en el marco de la mercancía, se llama valor. Y lo que en Saussure, en el marco de la palabra, se llama valor; en Marx, en el marco de la mercancía, se llama valor de cambio. Aunque emplean términos distintos en ámbitos distintos del saber, la representación filosófica del problema es la misma: la concepción de las unidades como dos caras, y la relación entre las distintas unidades. Para unificar la terminología hablaremos del valor significativo de la palabra y del valor significativo de cambio de la palabra. En Saussure el valor significativo (el significado, el concepto, la idea) es inmanente, inherente, intrínseco, al signo. Pero bajo esta condición o modalidad, su valor significativo no está fijado (determinado). Si consideramos la palabra ‘mesa’ aisladamente, su significado permanece inasequible. El significante es sensible y objetivo, pero el significado, considerada la palabra aisladamente, no es sensible ni objetivo. Por lo tanto, el problema que se plantea es cómo hacer objetivo y sensible el significado de la palabra ‘mesa’. Y la respuesta es que el significado de la palabra ‘mesa’ se hace sensible y objetivo por medio de otras palabras: ‘mueble compuesto por un tablero horizontal sostenido por uno o varios pies, que sirve para comer, etcétera’. Si empleáramos la representación de Marx, podríamos afirmar que el significado de la palabra ‘mesa’ está en forma relativa de valor significativo, puesto que es la palabra que expresa su significado, mientras que el significado de la secuencia de palabras ‘mueble compuesto por...’  está en forma de equivalente significativo, puesto que son las palabras que sirven de material de expresión del valor significativo de la palabra ‘mesa’. Los diccionarios pueden considerarse como el mejor ejemplo de intercambio de valores significativos, y  tienen la forma del ejemplo utilizado.

CRITICA A ROGER BACKHOUSE


Backhouse, en su libro Historia del análisis económico moderno, página 157, dice lo siguiente: “Los defectos de la teoría del valor-trabajo que llevaron a Jevons a reaccionar en contra de Ricardo también están presentes en la obra de Marx. Parece plausible que la principal explicación del compromiso de Marx con la teoría del valor-trabajo resida en sus implicaciones ideológicas. Marx no se limitó a medir el valor por el tiempo de trabajo, pues la plusvalía entrañaba la implicación ética de que los beneficios constituían los frutos de la explotación”.
Vamos a desmenuzar estas ideas de Backhouse en una serie de puntos para saber con claridad y precisión de qué habla. Primero: por implicaciones ideológicas de Marx debemos entender que Marx defendía los intereses de los trabajadores y dañaba los intereses de los capitalistas. Segundo: por dicho motivo, por estar implicado ideológicamente con los trabajadores, Marx defendió la teoría del valor-trabajo. Tercero: al hacerlo así, al defender la teoría del valor-trabajo, Marx no respetó las leyes objetivas de la economía. Hizo ideología y no ciencia. Y cuarto: Jevons, al contrario de Marx, elaboró su teoría del valor sin implicarse ideológicamente. Hizo ciencia y no ideología. Sobre la base de estos cuatro ideas, cabe preguntarse: ¿es posible que un economista siendo objetivo pueda favorecer los intereses de una determinada clase? ¿Cuál es la relación entre ciencia e ideología?
Para aclararnos con fundamentos firmes sobre estos cuatro puntos vamos a exponer de forma resumida la teoría de Marx sobre el valor de uso, el valor y el beneficio. Una mesa, por ejemplo, es un valor de uso que satisface una necesidad particular. Para producirla se requiere una determinada actividad productiva. Esta viene determinada por su fin, su modo de operar, sus medios y su resultado. Llamamos trabajo útil al trabajo cuya utilidad se presenta en el hecho de que su producto es un valor de uso. Por lo tanto, en el valor de uso de toda mercancía se encierra una determinada actividad productiva conforme a un fin, esto es, trabajo útil.
Es obvio que Marx concibe el valor de uso como obra del trabajo útil. Creo que lo concibe Marx  es totalmente objetivo. No obstante, respetando la ley objetiva de la creación de valores de uso, Marx favorece claramente los intereses de los trabajadores. Por lo tanto, un economista puede ser totalmente objetivo y, no obstante, favorecer los interese de una determinada clase social.
.) Hablemos ahora del valor. Supongamos que el carpintero tardó 8 horas en hacer la mesa. Podríamos suponer que el valor creado por el carpintero asciende a 8 horas. Pero no es así. Tenemos conocimiento de que las carpinterías industrializadas producen la misma clase de mesas en 4 horas. De ahí que el valor de la mesa del carpintero sea realmente de 4 horas y no de 8 horas. Es cierto que su trabajo individual asciende a 8 horas, pero sólo representa un trabajo social de 4 horas. Por lo tanto, en el valor de toda mercancía se encierra una determinada cantidad de trabajo social (de trabajo humano abstracto).
Es obvio que Marx plantea que la substancia del valor es el trabajo humano abstracto, el gasto de fuerza de trabajo sin tener en cuenta la forma de su gasto. Creo que Marx concibe las cosas de modo totalmente objetivo. No obstante, respetando la ley objetiva de la creación del valor, Marx favorece claramente a los intereses de los trabajadores.  Por lo tanto, vuelve confirmarse que un economista puede ser totalmente objetivo y, no obstante, favorecer los intereses de una determinada clase social.
.) Hablemos ahora del beneficio. Marx dividió la jornada laborar en dos partes. Durante la primera parte el obrero produce su salario, y durante la segunda produce el beneficio del capitalista. En el capitalismo ocurre lo que en la época feudal. La jornada laboral se dividía igualmente en dos partes. Durante tres días de la semana el siervo trabajaba en su tierra para sí mismo y durante los tres días siguientes trabajaba en las tierras del señor gratuitamente. Yo creo que aquí Marx vuelve a ser totalmente objetivo. No obstante, respetando la ley objetiva de la creación del beneficio, Marx favorece claramente los intereses de los trabajadores. Vuelve a confirmarse aquí por tercera vez que un economista puede ser totalmente objetivo y, no obstante, favorecer los intereses de determinada clase social.
.) Veamos ahora los planteamientos de Jevons en torno al valor de uso, el valor y el beneficio. Cuando Jevons analiza la naturaleza de la utilidad lo hace bajo el punto de vista del consumidor y no del productor. Su definición de la utilidad es la siguiente: “La utilidad no es una cualidad inherente a las cosas. Se define mejor como una propiedad circunstancial de las cosas que nace de su relación con las necesidades humanas”.
Jevons no habla para nada del trabajo útil. No dice que en el valor de uso de toda mercancía se encierra una determinada actividad productiva conforme a un fin. De hecho afirma que la utilidad brota o nace de la necesidad y no del trabajo útil. Por una parte, es obvio que Jevons no es plenamente objetivo, puesto que no habla para nada del trabajo útil como condición esencial de existencia de los valores de uso. Por otra parte, es obvio que el planteamiento de Jevons favorece los intereses de los capitalistas, puesto que hace desaparecer el protagonismo esencial que tienen los trabajadores en la creación de los valores de uso.
.) En lo que se refiere a la naturaleza del valor, el planteamiento de Jevons se resumen en tres de sus ideas. Primera: “hablando sólo de cosas que son transferibles o susceptibles de pasar de mano en mano, observamos que dos de las más claras definiciones del valor reconocen a la utilidad y a la escasez como las cualidades esenciales”. Segunda: “el valor de cambio está definido por la utilidad terminal, por el deseo remanente que nosotros u otros tenemos de poseer más”. Y tercera: “aunque el trabajo nunca es la causa del valor, es en una gran proporción de casos la circunstancia determinante”.
En suma. Jevons plantea que las cualidades esenciales del valor son la escasez y la utilidad, mientras que el trabajo es meramente una cualidad circunstancial. Por lo tanto, es obvio que el planteamiento de Jevons favorece los intereses de los capitalistas, puesto que el papel que le asigna al trabajo en la creación del valor es meramente circunstancial y no esencial. Resumiendo: por una parte, cuando Jevons habla de los valores de uso no menciona para nada el trabajo útil, y por otra parte, cuando habla del valor le asigna al trabajo un papel meramente circunstancial. Es obvio que los planteamientos de Jevons sobre el valor de uso y sobre el valor tienen claras implicaciones ideológicas.
.) Hablemos ahora del planteamiento de Jevons sobre el beneficio. Jevons, citando a Senior, afirma: “Con la palabra Abstinencia queremos expresar ese agente distinto del trabajo y del concurso de la naturaleza cuya concurrencia es necesaria para la existencia del capital y que está en la misma relación con los beneficios que el trabajo con los salarios”.
El capitalista puede hacer con su dinero dos cosas: o gastarlo en su vida personal o emplearlo como  capital. Pero si lo emplea como capital, no puede gastarlo en su vida personal. Por lo tanto, la existencia del dinero como capital sólo es posible por la abstinencia del capitalista. Podemos admitir este conocimiento como cierto.  No obstante, Jevons no explica como la Abstinencia crea el beneficio.
Es obvio que ningún trabajador ha visto jamás en su empresa a la Abstinencia en persona, como un agente más de la producción, al igual que se ven los medios de producción y los propios  trabajadores. La Abstinencia sí que es un dato inobservable. Y si los economistas utilitaristas saben de su forma de existencia objetiva, que lo digan para asombro de todos. Por lo tanto, es obvio que la teoría de la abstinencia sirve para justificar que el capitalista obtenga un beneficio de su negocio, pero no sirve para explicar  cómo se crea ese beneficio.


CRITICA A SAMUELSON Y NORDHAUS


“La economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos. Tras esta idea se esconden dos ideas claves en economía: los bienes son escasos y la sociedad debe utilizarlos eficientemente”. Pg. 4.

Crítica
11) Samuelson y Nordhaus hablan de la escasez en términos absolutos. No se han visto influenciados por la teoría de la relatividad, donde se afirma que el movimiento de un cuerpo no es absoluto, sino que depende del sistema de referencia empleado. Si tiramos una piedra por la ventanilla de un tren en movimiento uniformemente acelerado, respecto del tren la piedra describe una línea recta y respecto del terraplén describe una parábola. De igual modo la escasez tampoco es un dato absoluto, depende del individuo empleado como referencia. Los pobres, por ejemplo, viven la escasez de los medios de vida más elementales, mientras que los ricos no sufren ninguna clase de privaciones al respecto. Por lo tanto, la medida de la escasez de los bienes varía de acuerdo con la clase social a la que pertenece el individuo empleado como sistema de referencia.
12) Samuelson y Nordhaus hablan de la escasez en términos metafísicos. No se han visto influenciados por la filosofía de Hegel, donde se conciben las cosas como unidad de contrarios. Si hablamos de escasez, por lógica dialéctica deberíamos hablar también de su contrario: la abundancia. Los recursos de una sociedad no se presentan sólo en calidad de escasos, también se presentan en calidad de abundantes. Los ricos, por ejemplo, viven en la abundancia, mientras que los pobres viven en la escasez. Por lo tanto, la proporción entre la abundancia y la escasez de bienes depende de la clase social a la que pertenece el individuo en cuestión.

“Dado que los deseos son ilimitados, es importante que una economía saque el mayor provecho de sus recursos limitados, lo cual nos lleva al concepto fundamental de eficiencia. Eficiencia significa utilización de los recursos de la sociedad de la manera más eficaz posible para satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos”. Pg. 4.

Crítica
21) Samuelson y Nordhaus están envueltos en piel burguesa. De ahí que afirmen que los deseos sean ilimitados. Están pensando en los capitalistas, que cuanto más tienen más quieren. Todos sabemos que los capitalistas son insaciables en sus deseos de acumular riquezas. Lo que filosóficamente les sucede a Samuelson y Nordhaus es que son incapaces de pensar en una sociedad que no sea burguesa, en una sociedad donde, al contrario de la capitalista, los deseos sean moderados y limitados. ¿No estará la verdadera felicidad de todos en una sociedad donde los deseos sean moderados y limitados? Yo creo que sí. Si se ha establecido un salario mínimo, un tope mínimo de ingreso que asegure a los trabajadores la satisfacción de las necesidades básicas, por lógica dialéctica se debería establecer igualmente un ingreso máximo, un tope máximo de ingreso que evite el despilfarro y las desorbitadas acumulaciones de riquezas en manos privadas.
22) Según Samuelson y Nordhaus “eficiencia significa utilización de los recursos de la sociedad de la manera más eficaz posible para satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos”. Pero de acuerdo con esa definición y con lo que observamos en la cruda realidad, podemos concluir que la economía capitalista, sobre todo a escala mundial, no es nada eficiente, pues mantiene a una gran parte de la población sin satisfacerle sus necesidades básicas.
Aún admitiendo que la economía capitalista, dentro de ciertos parámetros, es eficiente, el modo en que se satisfacen las necesidades y los deseos de los individuos es muy distinto. Depende de la clase social a la que pertenece el individuo en cuestión. Los ricos, por ejemplo, tienen muchas necesidades y la mayoría plenamente satisfechas; los obreros que perciben el salario mínimo tienen las necesidades básicas satisfechas, pero las necesidades superiores insatisfechas; y los pobres tienen las necesidades básicas sin satisfacer.
23) La economía esclavista y la economía feudal, al igual que la economía capitalista, empleaban sus recursos “escasos” para satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos. Bajo este punto de vista no sabemos en qué se diferencia la economía capitalista de las economías esclavista y feudal. Por lo tanto, la definición dada por Samuelson y Nordhaus sólo nos habla de la índole general de la economía capitalista, pero no de su índole específica. Pero la cosa va más lejos: Samuelson y Nordhaus nos dan la definición de la índole general de la economía capitalista como si nos estuvieran dando la definición de su índole específica. De esa manera la definición de la índole general de la economía capitalista sirve para ocultar, hacer desaparecer, la definición de su índole específica.
Sabemos que en el esclavismo el modo en que se satisfacían las necesidades de los esclavistas era muy distinto del modo en que se satisfacían las necesidades de los esclavos. También sabemos que en el feudalismo el modo en que se satisfacían las necesidades de los señores feudales era muy distinto del modo en que se satisfacían las necesidades de los siervos. Y por lógica deducimos que para conocer esencialmente la naturaleza de las economías esclavista y feudal es necesario, no sólo hablar del modo en que  los recursos escasos eran empleados para satisfacer las necesidades de los individuos, sino también  de los diferentes modos en que se satisfacían las necesidades de dichos individuos. No hay que romperse la cabeza para ver que el modo en que satisface un individuo sus necesidades depende de la clase social a la que pertenece.
Resulta sospechoso, entonces, que Samuelson y Nordhaus no se refieran para nada a los distintos modos en que se satisfacen las necesidades humanas en el capitalismo. Hablan de la satisfacción de las necesidades humanas a secas, haciendo abstracción, dejando de lado, las diferencias en los modos de satisfacción. Así logran presentar la economía capitalista como una economía natural, carente de forma económico social. Pero al igual que sucedía en el esclavismo y en el feudalismo, hablar de las diferencias en los modos de satisfacción resulta clave para  comprender la esencia de la economía capitalista. Cualquier postura, como la de Samuelson y Nordhaus,  tendente a hacer desaparecer las diferencias en los modos de satisfacción en la economía capitalista, favorece los intereses de los capitalistas y les proporciona un gran activo ideológico.

 



CRITICA A LA TEORÍA DE LA UTILIDAD DE JEVONS


Las tesis fundamentales de Jevons sobre la  naturaleza de la utilidad son las siguientes: Primera: La utilidad no es una cualidad inherente a las cosas, sino una propiedad circunstancial de las mismas que nace de su relación con las necesidades humanas. Segunda: En consecuencia, nunca podremos afirmar de forma absoluta que unos objetos tienen utilidad y otros no. Así, por ejemplo, la fruta no recolectada para los consumidores no tiene la más mínima utilidad. Y tercera: todas las partes de una misma mercancía no tienen el mismo grado de utilidad. Así, por ejemplo, un litro de agua diario tiene la máxima utilidad, pues evita que nos muramos de sed; varios galones de agua tienen gran utilidad, puesto que nos permite satisfacer las necesidades de bañarnos, fregar el suelo, lavar la losa, etc.; pero por encima de estas cantidades la utilidad empieza a descender hasta llegar a cero. Podríamos incluir algunas tesis más de Jevons sobre el particular, pero con estas nos basta para nuestro propósito.
Ahora paso a exponer las tesis fundamentales de Marx sobre el mismo tema,  para luego pasar a  compararlas con las tesis de Jevons: Primera: Marx proporciona dos definiciones de valor de uso: una, es una cosa que por sus propiedades puede satisfacer necesidades humanas, y dos, es una cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos aspectos. Segunda: La utilidad de una cosa no flota en el aire. Condicionada por las propiedades del cuerpo de la mercancía no existe sin ellas. Tercera: Los valores de uso se realizan en el uso o en el consumo. Y cuarta: En todo valor de uso se encierra una determinada actividad productiva conforme a un fin, esto es, trabajo útil.

 

CRITICA


De acuerdo con Jevons diremos que una manzana, por ejemplo, es útil porque satisface necesidades humanas, pero de acuerdo con Marx diremos que una manzana satisface necesidades humanas porque tiene propiedades nutritivas. El hombre primitivo, en su calidad de cazador, tuvo necesidad de lanzar objetos a sus presas. Fue la necesidad de cazar la que le obligó a usar piedras como elementos arrojadizos. Pero la utilidad de las piedras como elementos arrojadizos no dependía de que él las necesitara, sino del peso, volumen y configuración de las mismas. Por lo tanto, la utilidad  no es una  propiedad circunstancial de las cosas que nace de su relación con las necesidades humanas, sino una cualidad inherente a las cosas que depende en su existencia de las propiedades naturales de las  mismas.
Supongamos que tenemos una manzana en el frutero y que de momento nos abstenemos de consumirla. Por el hecho de que no se consume, Jevons deduce que la manzana deja de ser valor de uso. Es decir, que el no consumo de un valor de uso supone para Jevons la negación de su existencia como valor de uso. Si seguimos a Marx, el planteamiento cambia: aunque no consumamos la manzana, no por ello deja de ser valor de uso. Sigue siendo un valor de uso, lo que sucede es que no se realiza como valor de uso. Marx diferencia entre el ser de una cosa y su realización, en este caso, entre valor de uso y consumo, mientras que Jevons toma la no realización de un valor de uso como negación de su existencia como valor de uso. La diferencia  que presenta Marx entre ser y realización, Jevons la presenta como diferencia entre ser y no ser.
Supongamos ahora que al cabo de cinco días decidimos comernos la manzana. Pero no podemos hacerlo porque está podrida. La manzana ha perdido su condición de valor de uso, no porque no se consumiera, sino porque perdió sus propiedades nutritivas. Vuelve a quedar claro aquí que la utilidad de las cosas reside en sus propiedades naturales y no en su relación con las necesidades humanas.
Pensemos ahora en el guepardo y en uno de sus alimentos habituales: el impala. El impala libre y vivo es objeto de la necesidad alimenticia del guepardo, pero no es medio de consumo, no es apto para el consumo, no es un valor de uso. Sólo es apto para el consumo el impala capturado y muerto. Pero para que se produzca este cambio en la forma de existencia del impala, que de estar libre y vivo pase a estar capturado y muerto, el guepardo tiene que realizar una determinada actividad productiva conforme a un fin: cazar. Entre la  necesidad alimenticia del guepardo y su satisfacción media su trabajo de cacería. Por lo tanto, la utilidad de las cosas no brota de las necesidades humanas, sino del trabajo útil.

Conclusiones de la crítica. Los errores de Jevons son los siguientes: uno, ignora que la utilidad de una cosa reside en sus propiedades naturales, dos, no diferencia entre el ser de una cosa y su realización, confundiéndola con la diferencia entre ser y no ser, y tres, ignora que la utilidad de las cosas es obra del trabajo útil.







¿ES MARX METAFÍSICO O CIENTÍFICO?
( Distinción entre esencia y fenómeno)

Los economistas convencionales se niegan a reconocer que en economía es necesario distinguir entre la esencia de las cosas y su forma de manifestación. Las expresiones “esencia” y “forma de manifestación” les suenan tanto a Marx y a su herencia hegeliana, que el rechazo es prácticamente instintivo. Y como no reconocen la necesidad de hacer tal distinción filosófica, ignoran que en la forma de manifestación las cosas se presentan a menudo distintas a como son en esencia. Por lo tanto, lo primero que debemos hacer será demostrar que esa distinción filosófica es un saber más corriente de lo que se supone y que el conocimiento de su poder inversor es básico para el desarrollo exitoso de  todas las ciencias.
Todos estamos acostumbrados a decir que el Sol sale por el Este y se pone por el Oeste. De hecho, de acuerdo con nuestra experiencia diaria y la información que nos suministra los sentidos, las cosas se presentan así: la Tierra aparece como un cuerpo inmóvil y el Sol aparece moviéndose alrededor de ella. Pero todos sabemos que en esencia las cosas ocurren al contrario: el Sol es el cuerpo inmóvil y la Tierra es el cuerpo móvil. Si expresáramos esta contradicción de forma dialéctica, estaríamos obligados a decir que el movimiento de la Tierra sobre sí misma genera la apariencia de que  el Sol  se mueve alrededor de aquella.
En este sencillo ejemplo quedan claras dos cosas: una, la necesidad que tienen los físicos de reconocer  la distinción filosófica entre esencia y forma de manifestación, y dos, la necesidad que tienen los físicos de saber que en la forma de manifestación las cosas se presentan al contrario de cómo son en esencia. En primer lugar, la Tierra, que es el cuerpo móvil, aparece como inmóvil, y el Sol, que es el cuerpo inmóvil, aparece como móvil. Y en segundo lugar, lo que en esencia es un movimiento de rotación, se presentan en apariencia como un movimiento de traslación.
Primera reflexión. ¿El hecho de que nosotros sepamos cómo son las cosas en esencia hace desaparecer su forma de manifestación? Dicho de forma más práctica: ¿el hecho de que nosotros sepamos cómo son las cosas en esencia implica que mañana, cuando nos levantemos de la cama y hagamos nuestra vida diaria, veremos las cosas tal y como son en esencia, esto es, al Sol inmóvil y a la Tierra  girando sobre sí misma? Pues no y mil veces no. El conocimiento de cómo son las cosas en esencia no disipa la ilusión generada por la apariencia, no evita que en su forma de manifestación las cosas sigan apareciendo invertidas.
Segunda reflexión. ¿El hecho de que nosotros sepamos cómo son las cosas en esencia hace necesario que le pidamos a los profesores que no enseñen a los niños en la idea de que el Sol sale por el Este y se pone por el Oeste y a las autoridades locales que se empeñen en convencer a los ciudadanos de que no calculen la hora observando la posición del Sol? Pues no y mil veces no. El conocimiento de la forma de manifestación de una cosa es tan necesario como el conocimiento de su esencia y, por lo tanto, las categorías fenoménicas son tan necesarias como las categorías de esencia.
Tercera reflexión. Si en un fenómeno físico tan sencillo, como es la relación de movimiento entre la Tierra y el Sol, es necesario distinguir entre esencia y forma de manifestación y saber que en la forma de manifestación las cosas aparecen al contrario de cómo son en esencia, ¿cómo no va a ser necesario hacer tal distinción y tener en cuenta tal saber en unos fenómenos tan complejos como son los económicos? Negarse a ello, como hace la economía convencional, es actuar en contra del saber filosófico más básico y, por lo tanto, en  contra de la ciencia. Puesto que la ciencia nació de la filosofía y  no debe proceder ignorando sus postulados básicos.
Cuarta reflexión. Lo que en economía es el valor, tal y como fue concebido por Marx, en nuestro ejemplo es la Tierra girando sobre sí misma. Lo que dice la economía convencional es que como el valor, tal y como lo concibió Marx, no puede percibirse por los sentidos, no habiendo manera de descubrirlo en el mercado, debemos concluir que dicho valor no es más que un ente metafísico inventado por la mente ideologizada de Marx. Si aplicáramos a nuestro ejemplo el procedimiento seguido por la economía convencional en el tratamiento crítico del concepto de valor de Marx, estaríamos obligados  a plantear las cosas en los siguientes términos: cómo no podemos ver a la Tierra girar sobre sí misma, debemos concluir que dicho movimiento no es más que un ente metafísico inventado por la mente de los astrónomos.
Para los economistas convencionales las cosas son tal y como aparecen: es el capital la causa del interés, y la tierra la causa de la renta del suelo (es el Sol el que se mueve sobre la Tierra.) Pero para Marx las cosas no son tal y como aparecen: no es la tierra la causa de la renta del suelo ni el capital la causa del interés, sino que la causa del interés y de la renta del suelo es la fuerza de trabajo (es la Tierra  la que se mueve.) Lógicamente los economistas convencionales están en su derecho de argumentar en contra de que  las cosas sean como dice Marx. Pero la economía convencional no argumenta en contra de Marx, sencillamente lo descataloga como científico. ¿Y por qué? Porque Marx hace uso de la distinción filosófica entre esencia y forma de manifestación cuando analiza los hechos económicos. Pero en verdad los que no actúan como científicos son los economistas convencionales, que ignoran que todas las ciencias, o la mayoría de ellas, actúan sobre la base de ese conocimiento filosófico.

TEORIAS SOBRE EL INTERCAMBIO
(Crítica a la economía oficial)

En el presente trabajo haré uso de tres obras teóricas: ECONOMIA de Samuelson y Nordhaus, La teoría  de la Economía Política de William Stanley Jevons, y  Análisis Económico de Kenneth E. Booulding. A partir de aquí cuando me refiera a ellas sólo indicaré el autor y la página. Con el propósito de determinar el uso correcto de la palabra “valor”, Jevons habla de si en un mercado 1 tonelada de hierro se cambia por 1 onza de oro, “la expresión más correcta y segura es que el valor de la tonelada de hierro es igual al valor de la onza de oro, o que sus valores están en relación  uno a uno”. (p. 121) Dicho en términos de Marx, el intercambio entre la tonelada de hierro y la onza de oro se puede representar por medio de la ecuación: 1 tonelada de hierro = 1 onza de oro, esto es, 1 tonelada de hierro/1onza de oro = 1. Esta es la primera idea que queremos dar por sentada: Jevons afirma que la relación de intercambio entre dos mercancías es una relación de igualdad. A esta afirmación de Jevons la denominaremos primera tesis de la economía oficial.
“En un sistema de mercado, todo tiene un precio, que es el valor del bien expresado en dinero”. (Samuelson y Nordhaus, p. 27) En esta definición de precio está contenida la idea de que entre las mercancías y el dinero hay una relación de expresión. Y en esta relación de expresión se ve con claridad que la mercancía y el dinero no desempeñan el mismo papel: la mercancía desempeña un papel activo, puesto que es el miembro de la relación que expresa su valor, mientras que el dinero desempeña un papel pasivo, puesto que es el miembro de la relación que sirve de material de expresión del valor de la mercancía. A esta afirmación de Nordhaus y Samuelson, que entre la mercancía y el dinero hay una relación de expresión, la denominaremos segunda tesis de la economía oficial.
Supongamos que 1 tonelada de hierro tenga un precio de 1000 pesetas. De acuerdo con la definición de precio, las 1000 pesetas sirven para expresar el valor de 1 tonelada de hierro. Pero que 1 tonelada de hierro tenga un precio de 1000 pesetas implica que, en condiciones normales, la tonelada de hierro se cambiará por 1000 pesetas. “Pero en economía siempre necesitamos “atravesar el velo” del dinero para expresar las verdaderas consecuencias de las distintas decisiones”. (Samuelson y Nordhaus, p. 27) Sigamos entonces el consejo de Samuelson y Nordhaus y atravesemos el velo del dinero. Si una tonelada de hiero vale o es igual a 1000 pesetas y una onza de oro vale o es igual a 1000 pesetas, entonces una tonelada de hiero vale o es igual a una onza de oro. Por lo tanto, la relación de cambio entre la mercancía y el dinero no es más que una caso especial de la relación entre dos mercancías. Por lo tanto, la afirmación de que la relación de cambio entre las mercancías y el dinero es una relación de expresión, nos lleva a la afirmación de que la relación de cambio entre las propias mercancías también es una relación de expresión.
Resumiendo: cuando se analiza el fenómeno del cambio, y de acuerdo con la economía oficial, hay que tener en cuenta dos determinaciones fundamentales: primera, que la  relación de cambio es una relación de igualdad, y segunda, que la relación de cambio es una relación de expresión. Pero la economía oficial, a pesar de establecer estas dos tesis como premisas de su teoría del cambio, no dedica página alguna a analizar el cambio entre  mercancías ni como relación de igualdad ni como relación de expresión. Por lo tanto, procede de una forma totalmente inconsecuente. Lo peor del caso es que encima, cometiendo esta flagrante inconsecuencia, la economía  oficial se presenta en sociedad como el no va más  del rigor científico.
Pero la economía oficial no sólo es inconsecuente con las premisas que establece, sino que va más allá y llega al absurdo: “Cuando una persona acepta comprar un Ford a un concesionario por dos millones de pesetas, eso indica que para ella el Ford vale más que dos millones de pesetas y que para el concesionario los dos millones de pesetas valen más que el Ford”. (Samuelson y Nordhaus, p. 27) Esta interpretación del fenómeno del cambio tira por los suelos la primera tesis de la economía oficial, aquella que dice que la relación de cambio entre dos mercancías es una relación de igualdad. Si el Ford vale para el comprador más de dos millones de pesetas, debemos suponer que para él vale, por ejemplo, dos millones doscientas mil pesetas. Si a esta  situación aplicamos la primera tesis de la economía oficial, obtenemos la ecuación absurda de que  2.000.000 pesetas = 2.200.000 pesetas. Es decir, el comprador cambia un valor en pesetas de dos millones de pesetas por un valor en Ford de 2.200.000 pesetas. No hay que ser muy listo para descubrir que esto es un disparate. Y si para el vendedor los dos millones de pesetas valen más que el Ford, debemos suponer que  para él  el Ford vale, por ejemplo, 1.800.000 pesetas. Si a esta situación aplicamos la primera tesis de la economía oficial, obtenemos la ecuación igualmente absurda de que 1.800.000 pesetas = 2.000.000 pesetas. Es decir, el concesionario cambio un valor en Ford de 1.800.000 pesetas por un valor en pesetas de 2.000.000 de pesetas. ¡Otro disparate!
Si analizamos las cosas más en detalle,  comprobamos que el Ford no tiene un valor sino tres: el que paga el comprador y recibe el vendedor, dos millones de pesetas, el que se imagina el comprador, 2.200.000 pesetas, y el que se imagina el vendedor, 1.800.000 pesetas. En verdad que no hay por donde coger esta teoría que se presenta como excelente en el rigor. Pero lo cierto es que el único valor objetivo, perceptible y externo, es el de dos millones de pesetas, el que paga el comprador y recibe el vendedor.  Mientras que el valor que se imagina el comprador y el que se imagina el vendedor son fenómenos inmanentes a la psicología del vendedor y del comprador. Resulta curioso comprobar cómo la economía oficial pone el grito en el cielo porque Marx concibe el valor como algo inmanente a las mercancías y, sin embargo, habla de dos inmanencias psicológicas de muy difícil  contrastación. De todos modos, y procediendo con sentido común, cabe preguntarse: ¿qué importancia práctica tienen los precios que se imaginan el comprador y el vendedor frente al precio que en verdad paga el comprador y cobra el vendedor?  Ninguna.
Lo peor del caso es que el señor Boulding quiere presentar esta interpretación del fenómeno del cambio como la interpretación apropiada, frente a la interpretación inapropiada de Marx. Esto es ser cara dura y nada más que cara dura. Puesto que, como ha quedado demostrado, la teoría sobre el fenómeno del cambio por parte de la economía oficial es, en parte, inconsecuente con las tesis que establece, y en parte, un disparate y una irracionalidad. Pero dediquémonos ahora a examinar las excelencias mentales del señor Boulding.
Boulding parte de un ejemplo análogo al de Samuelson y Nordhaus para analizar el fenómeno del cambio. Habla de una tal señora Jones que le compra a un tendero un kilo de mantequilla por trescientas pesetas. “...la señora Jones cree que un kilo de mantequilla vale más que trescientas pesetas y el tendero piensa que trescientas pesetas valen más que 1 kilo de mantequilla” (p. 51) Aunque Boulding rechaza la idea de un valor intrínseco a la mercancía, en su análisis del fenómeno del cambio presupone dos hechos intrínsecos: la creencia de la señora Jones y el pensamiento del tendero. Me gustaría saber qué método utiliza la economía oficial para verificar la existencia de esos hechos inmanentes a los agentes del cambio, puesto que a primera vista no resultan observables. Marx a este respecto habla del motivo material del intercambio: como la señora Jones necesita comer y el dinero no le vale para ese fin, cambia el dinero por un valor de uso que le sirva para tal fin, la mantequilla. Por su parte, el tendero no ha comprado la mantequilla para comérsela sino para hacer negocio, esto es, para venderla por una suma de dinero superior al precio de costo. Así que cambia su mercancía por dinero. Esta explicación proporcionada por Marx sobre el motivo material del intercambio, a diferencia de los supuestos psicológicos de la economía  oficial, si es totalmente contrastable.
Boulding se pregunta: ¿Cómo es posible que algo valga más para una persona que para otra? Y responde: “cuanto más tengamos de una cosa, menos necesitamos de ella. Si sólo tenemos 60 gramos de azúcar a la semana, recibiremos con alegría otros 30 gramos adicionales. Sin embargo, si tenemos 300 gramos de azúcar por semana, 30 gramos significarán muy poco. Cuanto más azúcar tengamos, menos necesitaremos otros 30 gramos. Cuanto menos azúcar poseamos, más necesitaremos esos 30 gramos de azúcar”. (p. 51)Aquí, en el razonamiento de Boulding, hay un truco de orden lógico teórico. En todo concepto cabe distinguir el objeto del contenido. Según Boulding el objeto del concepto que él está analizando es el de valor  y el contenido del concepto que él presenta es, por una parte, la cantidad que una persona posea de un determinado bien, y  por otra parte, el grado en que esté satisfecha su necesidad de ese bien.  ¿En qué consiste entonces el truco lógico de Boulding? En que al objeto del concepto le pone un nombre, el de valor, mientras que el contenido conceptual que expone corresponde al concepto de valor de uso, cantidad que se posee de un bien y grado de satisfacción de la necesidad. ¿Cómo deshacer el truco de Boulding? Muy fácil: donde Boulding pone la palabra “valor” nosotros pondremos la palabra “necesidad”,  demostrando que con este cambio de palabra el sentido de sus afirmaciones no cambia en nada. Donde Boulding dice que para la señora Jones 1 kilo de mantequilla vale más que  trescientas pesetas,  nosotros diremos que la señora Jones necesita más la mantequilla que el dinero, puesto que la mantequilla se come y el dinero no. Y cuando Boulding dice que para el tendero las trescientas pesetas valen más que 1 kilo de mantequilla, nosotros diremos que el tendero necesita más el dinero que la mantequilla,  puesto que compró la mantequilla no para comérsela sino para sacar más dinero del que invirtió en su compra. Está claro que las expresiones de Boulding  “es más valiosa” y “tiene más valor” no son más que metamorfosis mal intencionadas de las expresiones “es más necesaria” y “tiene más necesidad”.
Profundicemos un poco más en estas metamorfosis lingüísticas. Boulding dice: ¿cómo es posible que la mantequilla valga más para la señora Jones que para el tendero?  Esta pregunta es una expresión  metamorfoseada de esta otra: ¿cómo es posible que la mantequilla sea más necesaria para la señora Jones que para el tendero? A lo que Boulding responde: cuanto más tengamos de una cosa, menos necesitamos de ella; y cuanto menos tengamos de una cosa, más necesitamos de ella. Como la señora Jones tiene poca o ninguna mantequilla, necesita mantequilla; y como el tendero tiene mucha, no la necesita. Está clarísimo de que contenido conceptual está  hablando aquí Boulding: del valor de uso, de la cantidad que poseamos de ellos y del grado en que  satisfacen nuestras necesidades. ¿Por qué entonces Boulding denomina al objeto de este contenido conceptual “valor” cuando el que le corresponde en propiedad es el de valor de uso? Por una razón muy sencilla: para escamotear el estudio de la verdadera naturaleza del valor.
“Esta proposición (el hecho de que algo valga más para una persona que para otra) puede aparecer incluso demasiado evidente para hacerla, pero resulta sorprendente comprobar las dificultades  que ha dado origen en los estudios económicos el no comprender la verdad que encierra. Así, Carlos Marx argumentó que como un cambio es una ecuación, las dos cosas que son iguales deben de tener un atributo en común. Marx decidió que el atributo común era el trabajo. Este error, que se extiende a toda la escuela “clásica” de la Economía, podría haberse evitado si se hubiese interpretado con más propiedad el fenómeno del cambio” (Boulding, p. 51)
Empecemos primero por enmendar las tergiversaciones del pensamiento económico de Marx llevadas a cabo por Boulding. No es cierto que Marx afirmara que el cambio es una ecuación, sino que la relación de cambio entre dos mercancías se puede representar por una ecuación. Es obvio que  “ser” y  “representar” no son palabras de igual significación. Tampoco es cierto que Marx decidiera que el atributo que comparte  las mercancías en común fuera el trabajo, sino que lo demostró. Es obvio también que decidir cuál es el  atributo común de las mercancías y demostrarlo son actividades intelectuales muy distintas. Pero tampoco es cierto que Marx demostrara que el atributo común de las mercancías es el trabajo, sino el trabajo humano abstracto. En economía marxista es esencial distinguir entre trabajo útil y trabajo humano abstracto, circunstancia que Boulding pasa totalmente por alto.  Por lo tanto, está claro que Boulding es un tergiversador del pensamiento económico de Marx.
Resumamos las críticas a la economía oficial, que tanto se las da de rigurosa y científica frente a la supuesta naturaleza ideológica y carencia de rigor del pensamiento económico de Marx. Primera: la economía oficial no es consecuente con las premisas que establece,  puesto que determinando que la relación de cambio es una relación de igualdad y una relación de expresión, no analiza el intercambio entre mercancías  ni como relación de igualdad ni como relación de cambio. Segunda: combina de forma fraudulenta en un mismo pensamiento el objeto del concepto de valor con el contenido del concepto de valor de uso. Para ello metamorfosea la palabra “necesidad” en la palabra “valor”, evitando así analizar la verdadera naturaleza del valor. Y tercera: tergiversa de forma burda y descarada el pensamiento económico de Marx  para facilitar “su crítica rigurosa”, que así y todo no deja de ser superficial.











CRÍTICA A MICHIO MORISHIMA

(Valor y precio)

“...la teoría del valor trabajo podría aun ser criticada porque los valores, a diferencia de los precios, no son observables ni existe ninguna institución que los determine, y parece razonable que la ciencia ignore un concepto tan metafísico” (p. 28)
Lo primero que deberíamos preguntarle a Morishima es si él ha tenido la oportunidad de ver en alguna ocasión a la fuerza de la gravedad. Estaría obligado a respondernos que no, que a lo largo de su dilatada vida jamás ha tenido la oportunidad de verla. Por lo tanto, y de acuerdo con el procedimiento que ha seguido Morishima con el concepto de valor de Marx, la ciencia debería ignorar el concepto de fuerza de gravedad porque el objeto de dicho concepto no es observable.
Pero la ciencia no haría tal cosa, no llegaría a tal extremo de insensatez y  de falta de razón teórica. Lo que sin duda sí haría sería rechazar la afirmación crítica  de Morishima, por su falta de fundamentos gnoseológicos y por ser contraria al desarrollo de la ciencia. Ya que el desarrollo de la ciencia, y muy en especial el de la ciencia matemática, se basa en el conocimiento de esencias no observables.
Avancemos un poco más en este camino. Si desde la ventana de un segundo piso dejamos suelta una manzana, ésta caerá hasta chocar contra el suelo. De la existencia de este hecho observable inferimos que en la Tierra hay una fuerza que atrae hacia ella a la manzana. Es decir, tomamos constancia de la existencia de la fuerza de la gravedad,  no por medio de una percepción inmediata de la misma, sino por medio de la percepción de su expresión o manifestación objetiva. Y la caída de la manzana desde el segundo piso hasta el suelo es la manifestación objetiva de la existencia de la fuerza de la gravedad. Por lo tanto, el conocimiento de la fuerza de la gravedad es mediato y no inmediato.
Esta contradicción entre esencia y fenómeno (o manifestación) que se nos presenta en el conocimiento de la fuerza de la gravedad, también se nos presenta en el conocimiento del valor de las mercancías. En el mercado resulta imposible percibir de forma inmediata el valor de las mercancías, no obstante, si podemos observar su precio, que no es más que la manifestación objetiva de la existencia del valor. De hecho, hasta la propia economía contemporánea define el precio como la expresión (o manifestación) en dinero del valor de las mercancías. Por lo tanto, es un absurdo total que Morishima acepte la existencia objetiva del precio y al mismo tiempo rechace aquello de lo que es expresión el precio, esto es, el valor. Si Morishima quisiera hacer compatible su aceptación del precio con su rechazo del valor, debería dar una definición de precio que no incluyera la referencia al valor de las mercancías. Pero mientras esperamos a que nos dé tal definición, debemos declarar que Morishima no procede con rigor científico cuando crítica el pensamiento económico de Marx.
Si Morishima hubiera procedido con rigor, no debió haber afirmado que el valor no es observable, sino que de él no tenemos una percepción inmediata. Pero del hecho de que del valor no tengamos un conocimiento inmediato no podemos inferir que sea incognoscible y, por lo tanto, que su conocimiento sea metafísico. Puesto que la ciencia no sólo se compone de conocimientos inmediatos, sino también, y en mayor medida, de conocimientos mediatos. De manera que Morishima debió haber demostrado que del valor no sólo no tenemos conocimiento inmediato, sino tampoco podemos tener un conocimiento mediato. Sólo si hubiera hecho tal demostración, sería legítima su propuesta que el concepto de valor de Marx no tenga carta de ciudadanía en la economía contemporánea.
Pero tampoco es del todo cierto que el valor de las mercancías no es observable. Es totalmente cierto que las mercancías existen y se realizan como valores en el mercado,  pero también es totalmente cierto que el valor no se crea en el mercado sino en la producción. ( Al menos esto es así en la concepción de Marx) Sin embargo, Morishima no se tomó la molestia de estudiar y someter a crítica el proceso de creación del valor que Marx elaboró en El Capital, donde resulta totalmente observable el valor. Surge una pregunta: ¿cómo es posible que Morishima afirme que el concepto de valor de Marx es metafísico sin haber estudiado y criticado  la parte de El Capital donde Marx expone cómo se crea el valor? Sólo cabe una explicación: Morishima no es serio ni honesto, y como crítico del pensamiento económico de Marx es puro fraude.
Morishima se nos presenta como una persona que persigue el loable fin de darle expresión rigurosa al pensamiento de Marx. Aparentemente los marxistas deberíamos estar muy agradecidos con que un economista de tanto prestigio le dé rigor al pensamiento económico de Marx.  Pero bajo ese loable fin se oculta una intención malvada: con dicha pretensión se presenta a sí mismo en el papel del científico, con todo el rigor que eso conlleva, y a Marx en el papel de metafísico e ideólogo, con toda la falta de rigor que eso conlleva. Pero según hemos podido ver en todo lo que llevamos dicho, Morishima ni es riguroso ni es honesto en la crítica al pensamiento económico de Marx. No es cierto que él represente a la ciencia y Marx a la ideología y a la metafísica. Nada es lo que parece en Morishima, aunque tenga engañado a propios y a extraños.  Lo repito: Morishima, como crítico del pensamiento económico de Marx,  es puro fraude.

CRITICA A SILVIO GESELL
(El orden económico natural. Primera parte: El dinero tal cual es)

Escuchemos primero como leyó Gesell a Marx: “Si abstraemos –decía Marx- de las sustancias elaboradas, las cualidades corporales, queda tan solo una propiedad, el valor”. Y escuchemos ahora cómo armó su crítica: “ Quien acepte estas palabras escritas al principio de la obra El Capital sin descubrir en ellas algo sospechoso, puede seguir leyendo tranquilamente. Ya no se pervertirá. Pero quien se plantee el interrogante: ¿qué es una cualidad separada de su materia?, o perderá la razón, o la tachará de tontera, y su punto de partida de fantasía”. El truco principal de este crítico de Marx estriba en tergiversar previamente las palabras de Marx, aderezarlas a su manera, para después armar una crítica a la medida de sus propios intereses. Y no sólo tergiversa las ideas de Marx, sino además las oscurece y las empobrece.
Representemos mediante una ecuación lo que dice Gesell:

Sustancia elaborada – cualidades corporales = valor

Representemos también por medio de una ecuación lo que dice Marx:

Cuerpo de las mercancías – valor de uso = producto del trabajo,
pero como el valor de uso = propiedades + utilidades, sustituyendo en la primera ecuación tenemos que:
cuerpo de la mercancía  -  (propiedades + utilidades) = producto del trabajo,
pero como en la utilidad está representado el trabajo útil, sustituyendo en esta última ecuación, tenemos que:
cuerpo de la mercancía – (propiedades + utilidades + trabajo útil) = trabajo humano abstracto.
Es obvio que lo que dijo Marx sobre el valor nada tiene que ver con lo que dice Gesell que dijo Marx. Gesell reduce a una sola proposición lo que es una cadena de razonamientos, cuya riqueza de detalles vimos en la sección primera. No obstante, para ver con mayor claridad lo que se cocina aquí, traduzcamos estas fórmulas a lenguaje corriente. Marx empieza analizando la riqueza bajo el punto de vista del consumo, bajo el punto de vista de que es una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas, esto es, como valor de uso. Después nos dice que si prescindimos de esta propiedad de la riqueza, la de ser valor de uso, nos queda la propiedad de ser producto del trabajo. Sólo nos dice esta sencillez: abandonemos la esfera del consumo y vayámonos a la esfera de la producción. ¿Qué de fantasmal hay en ver a la riqueza como producto del trabajo? Pues nada. Sucede después que cuando nos vamos al lugar donde son producidas las mercancías, nos damos cuenta que el trabajo tiene un carácter doble: por una parte, es una actividad conforme a un fin, esto es, trabajo útil, y por otra parte, es gasto de fuerza de trabajo, y que este gasto se mide por la duración del trabajo. ¿Qué de fantasmal hay en el hecho de que en todo trabajo se gaste fuerza de trabajo? Pues igualmente nada. La oscuridad proviene originariamente del hecho de que Marx denominó al gasto de fuerza de trabajo con el sintagma ‘trabajo humano abstracto’. Y cómo nadie se preocupó de saber por qué Marx llamó abstracto al trabajo en tanto gasto de fuerza de trabajo, sus críticos entendieron lo de abstracto en el sentido de lo que no se ve. Lo que Gesell atribuye a Marx como esfuerzo de percibir ‘una cualidad separada de su materia”, no es más que el esfuerzo de percibir la producción de la riqueza separada de su consumo. Y como es obvio, el esfuerzo de percibir cómo se produce la riqueza en vez de percibir cómo se consume, no lleva a nadie a perder la razón.  Tampoco la percepción del gasto de la fuerza de trabajo, que se mide mediante la duración de la jornada laboral, lleva a nadie a perder la razón. Ya que si no fuera así, estaríamos obligados a decir que los capitalistas y los sindicatos pierden la razón cuando negocian la jornada laboral y el salario. Y la jornada laboral y el salario tienen que ver con el trabajo humano abstracto, esto es, con el gasto de la fuerza de trabajo. Creo que queda suficientemente demostrado lo que dije de Gesell en su crítica a Marx: la esencia de su crítica  estriba en tergiversar, oscurecer y empobrecer las ideas de Marx.
Dice Gesell más adelante “La abstracción que hace Marx no puede demostrarse en ningún crisol. Así como se desprende por completo de nuestro entendimiento, también se divorcia de todo lo material. Pero es de extrañar que esta completa abstracción tenga, sin embargo, otra propiedad más: su origen en el trabajo humano. Ciertamente es una “propiedad rara” que se presta a convertir un idioma en jerigonza. El origen de las mercancías forma parte de la historia, no de las propiedades de las mismas,...”  Vayamos por parte, porque esta papilla para mendigos no es nada fácil de digerir. Primero, Gesell entiende por abstracción, no la operación mediante la cual  a una cosa le restamos otra y nos quedamos con un resto, sino un proceso subjetivo mediante el cual partiendo de lo sensible llegamos a un punto donde ya no se ve nada. Segundo,  cuando los padres dicen a sus hijos que la riqueza de la que disfrutan (de la vivienda, de la alimentación, de los estudios y de la diversión) tiene su origen en el trabajo, a juicio de Gesell eso es una “propiedad rara” que transforma el lenguaje que los padres emplean con sus hijos en una jerigonza. Es evidente que cualquier padre, preocupado por el futuro de sus hijos, preocupado por inculcarles el hábito del  trabajo duro para que tengan  una vida digna el día de mañana, le diría a Gesell: no diga tonterías, no me confunda a mis hijos con palabras que nadie entiende ni sirven para nada. Y tercero, en la vida humana, todo, absolutamente todo, es parte de la historia, de la pasada o de la actual. El trabajo que hace el obrero hoy es historia mañana, pero no será tan estúpido para no reclamar mañana el pago del trabajo que hizo hoy. Si hoy hago una mesa, mañana la mesa seguirá teniendo la misma propiedad: ser producto de mi trabajo. Así que lo que dice Gesell no tiene pies ni cabeza. Me asombra que algunas mentes “lúcidas” hayan afirmado que Gesell sería un buen sustituto de Marx.


Francisco Umpiérrez Sánchez
(Director del Centro de Estudios Karl Marx)

 

Fumsa msn.com
En Las Palmas. 30 de mayo de 2003.





BIBLIOGRAFIA

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SAMUELSON/NORDHAUS. ECONOMIA. Mc Graw Hill, 1999.
ROGER BACHOUSE. Historia del análisis económico moderno. Alianza Universidad, 1988.
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SILVIO GESELL. El orden económico natural. Internet.
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FERDINAND DE SAUSSURE. Curso de Lingüística General. Akal, 1980.
JEAN BAUDRILLARD. Crítica de la economía política del signo. Siglo XXI, 1999.












































































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