Los principios y la pena de muerte. No cabe duda que los principios son muy importantes en nuestra vida ética. Guían nuestra conducta y nuestras actuaciones. Pero nunca deberían determinar nuestras decisiones. (Esto es lo que les ha sucedido a Saramago, Sergio Ramírez y Galeano: han tomado la decisión de condenar al Gobierno cubano porque están por principio en contra de la pena de muerte.) Pero lo cierto es que las decisiones deben tomarse sobre la base de una evaluación rigurosa de los hechos y de la correlación de fuerzas. No estoy por principio en contra de la pena de muerte, pero si desearía que la pena de muerte no existiera. Creo que algunos intelectuales convierten sus deseos en principios; y esto es un grave error. Es mucho más riguroso explicar la necesidad y las causas que mueven a un Estado a aplicar la pena de muerte, como puede ser incluso el caso de los propios Estados Unidos, que expresar nuestro deseo de que no exista la pena de muerte como principio ético. Puesto que es en el pueblo donde reside la soberanía y no en los intelectuales.
También ha sido un tremendo error que los intelectuales antes mencionados se hayan sentido obligados a condenar al Gobierno cubano por la ejecución de los tres secuestradores, por la razón de que previamente condenaran la agresión bélica de Estados Unidos sobre Irak. ¿Cómo puede ponerse en una misma balanza la guerra imperialista de los EE.UU. sobre Irak y el acto de soberanía del Estado cubano de ejecutar a tres secuestradores? Sólo pueden ponerlos aquellas personas que enajenados por los principios no ven las grandes diferencias que hay entre un hecho y otro. Creo que sería más legítimo exigirles a los mencionados intelectuales que denuncien que cada minuto mueren doce niños de hambre y que condenen a los opacos culpables, que tranquilizar sus conciencias mostrándole a los defensores del capitalismo imperialista que ellos también están en contra de Fidel Castro cuando éste se convierte en artífice del mal.
Los intelectuales y los conceptos. (En la entrevista de Rebelión a Abel Prieto hay un gran vacío, no se menciona para nada las necesidades materiales del pueblo cubano, y un gran relleno, excesivo protagonismo de los intelectuales. La entrevista transcurre de tal modo que se da la impresión que para determinar si la política del Estado es correcta, hay que evaluar en que grado se satisfacen los ideales de los intelectuales y no en que grado se satisfacen las necesidades y los intereses del pueblo.) Muchos intelectuales, entre ellos Saramago, son unos grandes defensores de los siguientes conceptos: la libertad, la igualdad y la solidaridad. Se han olvidado, o ignoran, que estos conceptos son obra de la burguesía del siglo XVIII y que no son más que la expresión idealizada de la sociedad capitalista. No está de más recordar aquí lo que dice Marx a este propósito en El Capital: “La esfera del intercambio de mercancías, dentro de cuyos límites se mueven la compra y la venta de la fuerza de trabajo, es en realidad un verdadero edén de los derechos innatos del hombre. Lo único que impera aquí es la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. ¡Libertad! Pues comprador y vendedor de una mercancía, por ejemplo, de la fuerza de trabajo, vienen determinados únicamente por su libre voluntad. Contratan como personas libres. ¡Igualdad! Pues sólo se relacionan como poseedores de mercancías y cambian un equivalente por otro. ¡Propiedad! Pues cada uno sólo dispone de lo suyo. ¡Bentham! Pues a cada uno de ellos no le preocupa más que lo suyo”. Es obvio que estos conceptos que se presentan, en parte, como puros ideales, y en parte como formas políticas de las sociedades occidentales, tienen sus raíces económicas, su contenido económico, en la compra y la venta de la fuerza de trabajo en un mercado capitalista.
El error de los intelectuales mencionados no está sólo en obviar el contenido económico mercantil capitalista de dichos conceptos, sino en proponer como tarea de la humanidad la realización de los mismos. En vez de defender los intereses de los trabajadores quieren realizar los conceptos idealizados, enajenados de su base económica, de la sociedad capitalista. Creo que ya va siendo hora que los llamados intelectuales de izquierda hagan suya la siguiente consigna: al igual que hay un salario mínimo hay que establecer un tope máximo a los ingresos personales. Aquí no hay idealización alguna, ni propuesta de realizar los conceptos enajenados de realidad, sino la resolución firme de cambiar las relaciones económicas entre los hombres, cambios que producirían nuevos conceptos y nuevos ideales. Los mencionados intelectuales deben tomar conciencia que seguir gravitando los principios en torno a los conceptos de libertad, igualdad y solidaridad, es seguir gravitando en los límites de la sociedad capitalista.
¿Qué significa ser de izquierda? Según Abel Prieto una respuesta podría ser la siguiente: “aquella persona que conserve su sentido crítico frente a maquinarias de manipulación de las conciencias, piense que “otro mundo es posible” y de algún modo luche por eso”. En esta definición subyace la siguiente concepción: se presenta el capitalismo y el socialismo como dos polos entre los que sólo cabe oposición, como si entre ellos no hubiera mediaciones ni transiciones. Pero esto es un grave error que conduce a los teóricos de la izquierda al pensamiento utópico, esto es, al pensamiento que concibe la sociedad socialista, no brotando de los resultados de la sociedad capitalista, sino brotando de los deseos y de la imaginación. Ya Vladimir Ilích dijo que el capitalismo de Estado está más cerca del socialismo que la pequeña producción mercantil. De manera que si por los intereses del socialismo hay que potenciar el capitalismo de Estado, se potencia sin sombra de duda.
También defendió Vladimir Ilích la política de concesiones, esto es, ceder la propiedad de las grandes empresas del Estado socialista a grandes capitalistas por un tiempo determinado. Si el Estado socialista no es capaz de explotar de manera óptima las grandes fuerzas productivas de la que es propietario, tanto por falta de recursos como por falta de preparación, debe ponerse temporalmente en manos de quienes puedan hacerlas rendir. La Nueva Economía Política elaborada por Vladimir Ilích y las reformas económicas chinas iniciadas en 1978, ponen de manifiesto que entre el capitalismo y el socialismo hay un largo y tortuoso proceso de transición, donde coexisten distintas formas económicas. Vladimir Ilích señalaba a este respecto que en la Rusia de 1918 había nada menos que cinco formas económico sociales distintas: 1) economía campesina patriarcal, 2) pequeña producción mercantil, 3) capitalismo privado, 4) capitalismo de Estado, y 5) socialismo. Esta idea, que entre el capitalismo y el socialismo hay una economía de transición, debería formar parte del abecé de la izquierda de hoy, y no la idea metafísica del socialismo utópico de que “otro mundo es posible”. Esta última consigna es expresión de la impotencia y de la desesperación. Y hay más: al pueblo no se le satisface anunciándole que “otro mundo es posible”, para eso ya es suficiente con la religión, sino poniendo en práctica políticas económicas que mejoren sus condiciones materiales de vida. Si un pueblo tras trabajar duro durante varias decenas de años no ve que su vida mejora, entonces terminará por no confiar en el partido del Gobierno, por muchos ideales y principios que defienda. Creo que uno de los grandes errores del Partido Comunista Cubano ha sido su incapacidad para hacer concesiones y retrasar posiciones ante el capitalismo.
El Estado de derecho. Una de las grandes conquistas del capitalismo ha sido el Estado de derecho, esto es, la igualdad formal de todos los ciudadanos ante la ley. Y una de sus mayores consecuencias es la nítida diferencia entre Estado y partidos políticos. Pero en Cuba el Estado y el Partido Comunista no están separados, sino fundidos el uno en el otro. Esto permite que los comunistas gocen de impunidad ante la ley, cometiendo toda clase tropelías y abusos de poder, y que los ciudadanos no se sientan libres ante el Partido Comunista. Sería muy beneficioso para Cuba el surgimiento de un partido de la burguesía nacional, un partido campesino, e incluso un partido democrático. Sería necesario que el Partido Comunista pudiera establecer firmes alianzas con esos partidos, haciendo concesiones claro está. Así aseguraría su futuro socialista o un futuro donde los comunistas seguirían siendo una fuerza decisiva. Pero si siguen así, de espaldas a los sufrimientos del pueblo, la burguesía corrupta de Miami aliado a los EE.UU. y a los países de la UE terminarán por hacerse con el control total de Cuba y por infringirles una humillante derrota a los comunistas. Y ya hemos sufrido bastante con el derrumbe del socialismo en la Europa occidental.
30 de junio de 2003.
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