Iniciaré la exposición de este trabajo transcribiendo cuatro ideas de Sonesson que he tomado de un trabajo suyo titulado “De la retórica de la percepción a la retórica de la cultura”.
Primera idea: “La “escuela sueca” de semiótica es una semiótica basada en la fenomenología: parte de lo que Edmund Husserl llama el mundo de la vida, el mundo que todos damos por supuesto”. Segunda idea: “Tanto Greimas como Gibson eran lectores de Husserl, y Gibson confirmó incluso la tesis de Husserl según la cual el mundo de la vida es la capa absolutamente fundamental de nuestra experiencia de significación, una condición para la percepción misma”. Tercera idea: “Si el mundo de la vida es el mundo que damos por supuesto, implica que establece las normas más fundamentales, casi inamovibles, que son las más difíciles de romper. El mundo de la vida contiene, entre otras cosas, universales antropológicos, entre los cuales unos se pueden expresar como oposiciones: entre naturaleza y cultura, lo humano y lo inhumano, lo masculino y lo femenino, etc.”. Y cuarta idea: “La primera dimensión parte de la percepción: tenemos la expectativa de que el mundo forme un contexto reconocible de antemano, que esté integrado, más libre o estrechamente de acuerdo al caso, y cuando estas expectativas no se realizan, aparece una divergencia retórica. Esta dimensión es la que más evidentemente es dependiente del mundo de la vida”.
1. Para el estudio o análisis semiótico de las imágenes Sonesson señala los siguientes cuatro principios: uno, el punto de partida del análisis debe ser el mundo de la vida; dos, el mundo de la vida constituye la capa fundamental de nuestra experiencia de significación; tres, la primera dimensión en el análisis semiótico de las imágenes es la percepción; y cuatro, el mundo de la vida es la condición de la percepción. El análisis de Sonesson se centra preferentemente en las imágenes publicitarias, donde las dimensiones de la irrealidad y la de romper normas son importantes, mientras que yo me centraré en las imágenes televisivas sobre la guerra, donde la adecuación entre imagen y realidad es crucial. El objetivo que persigo es aplicar y desarrollar aquellos principios de Sonesson.
2. La televisión nos está ofreciendo muchísimas imágenes de la guerra. Yo seleccionaré una de ellas, aquella donde el locutor nos habla desde la mismísima ciudad de Bagdad. En dicha imagen vemos unos edificios a lo lejos. Es de noche. Vemos columnas de humo y fogonazos. Y oímos el sonido lejano de las bombas. Sobrepuesto a esta imagen vemos al locutor que nos narra el parte de guerra del día. ¿Qué significa aquí, en esta imagen, partir del mundo de la vida? ¿Y qué implica aquí que la primera dimensión a considerar en el estudio semiótico de la imagen sea la percepción?
3. Incluir el mundo de la vida en el estudio semiótico de la imagen, supone incluir el sujeto que vive la percepción. ¿Pero de qué percepción estamos hablando? Pues en el ejemplo seleccionado hay tres géneros de percepción bien distintas. Expondré estos géneros de percepción en la dirección que nos lleva del presente al pasado: primero está nuestra percepción de las imágenes televisivas, que ocurre en el mundo de la vida de nuestro salón; segundo está la percepción del cámara que produce la imagen, que ocurre en el mundo de la vida de las cámaras televisivas, situadas a varios kilómetros de distancia de donde ocurren las explosiones; y tercero está la percepción del irakíe, que ocurre en el mundo de la vida donde se producen las explosiones. Por lo tanto, aquí hay que distinguir tres mundos de la vida distintos: el del irakíe, que grita, llora y muere; el del cámara, que no participa en la contienda sino que sólo la contempla; y el nuestro, que tampoco participamos en la contienda, sino que sólo nos dedicamos a contemplar las imágenes en el televisor.
4. Estos tres géneros de percepción son diferentes porque son diferentes las correlaciones que se dan entre el sujeto de la percepción y el objeto percibido o situación objetiva percibida. Supongamos que la situación objetiva percibida venga constituida por diez misiles que han impactado en una zona de Bagdad, con sus consiguientes explosiones, derrumbamiento de inmuebles, y pánico y muerte entre sus habitantes. El irakíe no sólo se limita a percibir la situación objetiva, sino que la vive. El cámara, al estar situado a varios kilómetros de donde ocurren las explosiones, no vive la situación objetiva, sino sólo la percibe. Y nosotros, sentados en el salón, ni tan siquiera percibimos la situación objetiva, nos limitamos a percibir las imágenes de la situación objetiva producidas por el cámara.
5. Para ahondar en las diferencias entre estos tres géneros de percepción (o especies de percepción) me valdré de un ejemplo. Un joven de 27 años le preguntó a su hermano de 25, que estaba en el salón viendo el televisor, cómo iba la guerra. Y su hermano le respondió: EE.UU. va ganando uno a cero. Estos dos hermanos le contaban esta experiencia a sus familiares con el propósito de provocarles una sonrisa. A mí maldita gracia que me hizo. Me sentí muy dolido. Pero es un caso elocuente del grado de enajenación que se puede producir en el mundo de la vida de las personas que viven la guerra viendo las imágenes ofrecidas por la televisión. ¿No es evidente que en el comportamiento de estos jóvenes se hace abstracción del mundo de la vida del irakíe bombardeado? Yo creo que sí. Creo que en el mundo de la vida de estos jóvenes, por su acusada falta de sensibilidad, se oscurece, se desvanece, el significado originario de las imágenes que ve en el televisor. Podemos hablar, entonces, de un significado originario de la imagen, aquel que tiene que ver con el mundo de la vida de la situación objetiva percibida. ¿No es evidente también que son las condiciones de producción de esa imagen las que crean la posibilidad del comportamiento enajenado de estos dos jóvenes? Creo también que sí. Creo que aquí desempeña un papel fundamental la distancia: el cámara produce imágenes televisivas de una situación objetiva que se produce a varios kilómetros de distancia. Esta distancia es la que permite al cámara percibir la situación objetiva sin vivirla, creando la posibilidad de la separación del mundo de la vida del sujeto perceptor respecto del mundo de la vida de la situación objetiva percibida. La experiencia del cámara supone la primera ruptura entre la vivencia de la percepción respecto de la vivencia de la situación objetiva percibida.
6. Supongamos ahora que el cámara se va aproximando poco a poco al lugar donde ocurren las explosiones. Conforme vaya disminuyendo la distancia que lo lleva al lugar donde están ocurriendo los hechos, las imágenes irán ganando en un determinado contenido: el proveniente del mundo de la vida del irakíe bombardeado. Y cuando el cámara ya se encuentre en el lugar de los hechos, viendo cómo se derrumban los edificios, oliendo el asfixiante humo, oyendo lastimeros gritos de horror, y cayendo él mismo herido, la situación objetiva que antes sólo la contemplaba ahora la vive. De manera que si aquellos dos jóvenes vieran las imágenes producidas por este valeroso cámara, se quedarían mudos, ya no podrían enajenarse de vivir, aunque sólo sea de manera esporádica, la situación objetiva percibida por el cámara. Este movimiento realizado por el valeroso cámara tiene por fin la unión de la vivencia de la percepción con la vivencia de la situación objetiva percibida, superar la enajenación de la primera respecto de la segunda, retornar de los significados secundarios y terciarios de las imágenes a su significado originario. (El significado secundario de la imagen viene dado por las representaciones que acompañan a la vivencia de la percepción de un sujeto situado varios kilómetros de la situación objetiva percibida, y el significado terciario viene dado por las representaciones que acompañan a la vivencia de la percepción de las imágenes televisivas producidas por el cámara que contempla la situación objetiva sin vivirla).
4 de abril de 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario