1. En el mensaje del 5 de abril de 2000 Magariños dice lo siguiente: “Hay dos clases de objetos: los signos y los objetos semióticos. Los objetos semióticos no son signos. Los objetos semióticos reciben este nombre para indicar que ya están semiotizados”. Y en el mensaje del 12 de abril de 2000 dice esto otro: “Para que algo llegue a ser un objeto semiótico es necesario que un signo lo enuncie. Algo será signo cuando interviene como enunciador que semantiza a algo diferente a sí mismo. Y algo será objeto semiótico cuando ha recibido su significado de algo diferente a sí mismo”. Y más adelante añade: “Si una casa representa la vida familiar y el Palacio de Tribunales representa la Justicia (ejemplo planteado por Lisel), ello será así porque existe algún texto (quizá el resultado de una simple entrevista hecha en la calle,...) que así lo dice; por tanto, una casa o el Palacio de Tribunales son objetos semióticos y la respuesta del entrevistado es la que utiliza los signos mediante los que la casa adquiere el significado de representar la vida familiar,... Pero si, de pronto, nos encontramos ante una casa concreta, con sus corredores y piezas y puertas y cocina y dormitorios y baños, y sus colores en las paredes y juguetes en el suelo y olores en el aire, etc., podemos preguntarnos acerca de qué clase de vida familiar está representando es casa, y entonces la casa es un signo (en rigor, un contexto de signos) y la vida familiar es un objeto semiótico”. Le presto una especial atención al giro que hace Magariños al pasar de lo general a lo particular, en vez de hablar de una casa en general nos habla de una casa particular. Y le presto el mismo género de atención al hecho de que tras decir que la casa es un signo, entre paréntesis nos advierte: “en rigor, un contexto de signos” (signos que coexisten en una misma unidad espacio temporal). Eso me atrae: el giro a lo concreto y a los detalles de lo concreto. Al visitar una casa concreta Magariños observa un contexto de signos. Y sobre la base de esta observación se pregunta qué clase de vida familiar representan esos signos. ¿Observan el giro? No se pregunta si la casa en cuestión representa la vida familiar, sino qué clase de vida familiar representa. Cuando analizaba el caso general dejaba en manos de un tercero, el entrevistado, la posibilidad de que la casa representara la vida familiar, mientras que en el caso concreto esta posibilidad la sitúa en la misma casa. En el caso general la casa recibía el significado desde fuera, desde el signo enunciado por el entrevistado, mientras que en el caso concreto el significado lo recibe la casa por sus propios signos. En esta idea de Magariños, la que resultó de centrarse en el caso particular, está contenida la idea de que en todo hay signos o que todo hay un contexto de signos. (Sé, aprendiendo de las lecciones de Magariños y de Marty, que los signos de la casa son tales signos para un interpretante que los pone en conexión con ciertos aspectos de la vida familiar)
2. Quiero dar un paso más en mis reflexiones. Acepto que algo adquiere un significado porque alguien enuncia ese significado. Pero me hago la siguiente pregunta: ¿el hecho de que la casa X se convierta en el signo de la familia Y se debe sólo al enunciador del signo lingüístico, o además deber haber algún tipo de conexión objetiva entre el algo que funciona como signo, la casa X, y el algo que funciona como objeto semiótico, la familia Y? Yo respondo afirmativamente: la casa X puede ser signo de la familia Y porque la familia Y vive en la casa X. Dicho a la inversa: como la familia Y vive en la casa X, la casa X puede ser signo de la familia Y. Así que la posibilidad de que algo sea signo, al menos en el caso de la vida familiar, depende tanto del sujeto, del interpretante, entrevistado o enunciador, como de la interconexión objetiva que existe entre el objeto que funciona como signo y el objeto que funciona como objeto semiótico.
3. En el mensaje del 12 de abril de 2000 Magariños introduce un matiz muy importante en sus ideas: “En principio considero que la distinción signo y objeto semiótico es importante para conferir y mantener el rigor y la eficacia de la metodología semiótica. Pero es una diferencia coyuntural y no sustancial, ya que lo que en un momento es signo en otro puede pasar a ser objeto semiótico y viceversa”. Quiero indagar en este asunto. Al principio Magariños planteó la necesidad de dividir el mundo de los fenómenos semióticos en dos clases de objetos: los signos y los objetos semióticos. Pero ahora afina esa representación advirtiéndonos que esa distinción es coyuntural y no sustancial, que un mismo objeto en dos tiempos diferentes puede desempeñar los dos papeles: el de signo y el de objeto semiótico. En términos de Lógica Dialéctica podríamos enunciar la tesis de Magariños del siguiente modo: el signo y el objeto semiótico son los dos extremos de la relación semiótica; se niegan, puesto que cada uno no es el otro; y se presuponen, puesto que cada uno es lo que es por medio del otro. Por lo tanto, signo y objeto semiótico no son objetos sino formas semiológicas de los objetos.
Pero si, de pronto, nos encontramos ante una casa concreta, con sus corredores y piezas y puertas y cocina y dormitorios y baños, y sus colores en las paredes y juguetes en el suelo y olores en el aire, etc., podemos preguntarnos acerca de qué clase de vida familiar está representando es casa, y entonces la casa es un signo (en rigor, un contexto de signos) y la vida familiar es un objeto semiótico”.
ResponderEliminarno entiendo esta parte ademas dice es casa no esa casa
Después de comer en el fregadero aparece toda la losa sucia y sobre la mesa aparecen restos de comida. La losa sucia y los restos de comida sobre la mesa es el signo de que la familia que vive ahí ha comido. Por lo tanto, ese aspecto de la vida familiar, el comer, es el objeto semiótico. Ese texto es de Magariños, está entrecomillado, no es mío.
EliminarY lo de que en vez de figurar "esa casa" figura "es casa" es un sencillo error ortográfico que todo el mundo se percata del mismo como tú mismo has hecho.