domingo, 23 de mayo de 2004

Las diferencias entre el hombre y el animal

La tradición filosófica de todos los tiempos señala que lo que diferencia al hombre del animal es el lenguaje. Es cierto que esto es una diferencia esencial, pero el hombre y el animal se diferencian por un sinfín de cosas más. El error, a mi juicio, no ha estado en señalar esta diferencia esencial, sino haberla tomado en sentido absoluto y exclusivo. El aspecto físico, la vestimenta, los sentimientos y las actividades prácticas son algunas cosas que diferencian al hombre del animal. Pero también el propio mundo exterior del hombre, el mundo de las cosas, es muy diferente del mundo exterior de los animales. Por este camino sí que se ha incurrido en un grave error: fijarse sólo en el sujeto para hallar la diferencia esencial entre el hombre y el animal, y olvidarse por completo del objeto, del mundo exterior.


Pero nosotros no caeremos en ese olvido. Y así diferenciaremos también  al hombre del animal por los edificios, los coches, las carreteras, los barcos y un infinito etcétera. ¿Por qué adoptamos de entrada una visión tan estrecha y tan unilateral para observar las diferencias entre el hombre y el animal? ¿Por qué sólo se incide sobre el lenguaje o la conciencia para destacar la diferencia esencial entre el hombre y el animal? Por tradición filosófica. Pero ya va siendo hora de liberarnos de esta tradición. Y a esta liberación de la mente reflexiva se opone una tendencia muy dominante en el pensamiento filosófico contemporáneo, que ha hecho del lenguaje el mediador absoluto de toda existencia humana. Bajo el dominio de esta concepción se ha impuesto entre los filósofos un punto de vista netamente idealista: nada es y nada es para la conciencia sin la mediación del lenguaje. Lo que es, sólo lo es por medio del lenguaje. Sólo llego a las cosas y sólo son para mí por medio del lenguaje. Nada escapa de ser tentado por el lenguaje y sufrir así su embrujo. El ser es obra del lenguaje. Y con esto se concluye que el hombre no puede traspasar el lenguaje y llegar a las cosas tal y como son en sí, transcurriendo su vida en una especie de globo lingüístico que le impide tener contacto inmediato con la realidad.  Y todo esto ocurre así, todo este pensamiento adquiere la apariencia de ser lógico, porque el hombre representado en dicho discurso ha sido reducido a lenguaje, esto es, a un hombre abstracto. Y como en la realidad el hombre no sólo es lenguaje sino muchísimas cosas más, y el mundo no sólo lo es por medio del lenguaje sino por multitud de medios más, resulta imposible responder a los grandes problemas filosóficos si suponemos un hombre abstracto en vez de un hombre concreto, con toda su plenitud de riqueza, de fuerzas y de potencias.

13 de febrero de 2004.

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