Jerome Bruner, en la página 65 de su libro Acción, pensamiento y lenguaje, editado por Alianza, 1989, dice lo siguiente: “He puesto gran énfasis en la semejanza entre la acción y la estructura del lenguaje con el fin de proponer una hipótesis crítica: el uso inicial del lenguaje probablemente se basa y está estrechamente relacionado con la acción. La estructura inicial del lenguaje y, ciertamente, la estructura universal de su sintaxis es una extensión de la estructura de la acción. La sintaxis no es arbitraria; sus casos reflejan los requisitos para señalar la acción y representarla: agente, acción, objeto, locación, atribución y dirección son algunos de ellos”.
Jerome Bruner, como todos los científicos, se limita a conocer los fenómenos por medio de experimentos y de un determinado aparato categorial. No le preocupa para nada saber cómo el conocimiento alcanza a las cosas que se dan en sí mismas y si es posible este alcanzar. Tampoco se pregunta si las cosas son como nos aparecen o tienen un ser oculto esencial que es inaccesible o no. Nada de esto le preocupa, no cuestiona los rendimientos del conocimiento ni su posibilidad, se limita, como dije antes, a conocer. Por eso los científicos avanzan tan rápido y los filósofos viven grandes periodos de estancamiento. Yo creo que los filósofos deberían hacer más tarea positiva: investigar los fenómenos naturales y sociales liberados de los problemas de la posibilidad del conocimiento. No digo que abandonen una de sus tareas específicas, explicar cómo el conocimiento alcanza a las cosas que se dan en sí mismas, pero si digo que no deben limitar su actividad filosófica sólo a esa tarea.
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