Las ideas que voy a exponer a continuación pertenecen a Husserl, a las que les he practicado pequeñas modificaciones y agregaciones que hagan más fácil su entendimiento y su operatividad. El arte en el quehacer, esto es, hacer las cosas con gusto, armonía y proporción, no es propio solamente de las personas que se dedican a las bellas artes, sino también de las personas que se dedican a la ciencia, a la filosofía y a las labores prácticas. Decimos de un carpintero, de un albañil, de un cocinero, de un matemático y de un filósofo, que son unos artistas. Y decimos que son unos artistas porque hacen sus labores con arte. Bertrand Russell fue un matemático y un filósofo, pero escribía con mucho arte y gusto. De manera que el arte en el quehacer es propio de las más diversas actividades humanas.
Los artistas, en este sentido general de arte en el quehacer, por un lado, crean, y por otra parte, juzgan sus propias creaciones y las creaciones de las demás. A la hora de crear siguen el movimiento interior de sus facultades armónicamente cultivadas, y a la hora de juzgar, siguen su tacto y su sentimiento artístico finamente desarrollados. Ahondemos un poco en estas ideas. Cuando se repite un número grande de veces las operaciones de una actividad, poniendo mucha conciencia y atención en lo que se hace, las facultades del sujeto de esa actividad estarán más cultivadas y se habrá establecido una mayor armonía entre ellas. Y cuando crea sigue el movimiento interior de esas facultades armónicamente cultivadas. Por otro lado, a base de observar, contemplar y disfrutar las más variadas obras de arte, en el sentido de arte en el quehacer, desarrollará la finura de su tacto y sentimiento artístico. Así que las facultades que ponemos en juego en la creación y el tacto y el sentimiento artístico que empleamos al juzgar las obras creadas, es fruto de la repetición de la actividad.
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