En el ámbito de la ciencia, más especialmente en el ámbito de la teoría, son muy importantes la precisión y el rigor. Pero no todo en una teoría es preciso y riguroso. Siempre hay ciertos grados inevitables de vaguedad. No todo está desarrollado ni elaborado. Les pongo un ejemplo: por valor de uso se entiende una cosa que por sus propiedades puede satisfacer necesidades humanas. Las categorías “propiedades”, “necesidades” y “satisfacción” han sido empleadas para elaborar el concepto de valor de uso, más ellas mismas no son elaboradas. Habría que distinguir pues en toda teoría las categorías elaboradas de las categorías que sirven de material de elaboración.
Cuando alguien hace una intervención corrigiendo en el otro un error de precisión, se debe suponer que esa intervención se hace con el fin de una aclaración importante. No sería pertinente hacer una intervención de corrección de imprecisión si carece de finalidad teórica. Esto ha pasado con las intervenciones de corrección de precisión por parte de José Tapia y de José Esquinas cuando yo usé la expresión “mente” y no la expresión “cerebro”. Y aunque les aclaré que dentro de ciertos límites ambas expresiones son bajo el punto de vista del significado equivalentes, insisten en que yo he cometido un error garrafal.
Sigamos. Tengo en mis manos el libro de Luria titulado “El cerebro en acción”. La primera parte se titula “Organización funcional y actividad mental”, y la tercera parte “Actividades mentales sintéticas y su organización cerebral”. Y las actividades mentales a las que se refiere son las siguientes: Percepción, movimiento y acción, la atención, memoria, lenguaje y pensamiento. Sería absurdo, totalmente inapropiado, si yo corrigiera a Luria y le dijera que la percepción no es una actividad de la mente, que en todo caso lo sería del cerebro. Cuando es evidente que actividades mentales y actividades cerebrales son, en este contexto, expresiones de significados equivalentes. Si alguien quisiera buscar mayor precisión porque lo considera decisivo pata el debate, no la hallaría dando vueltas en torno a estos dos nombres sino profundizando más y enriqueciendo categorialmente el discurso.
Pongamos manos a la obra. Luria, en su obra “Lenguaje y pensamiento”, habla de comportamiento intelectual. Afirma que hay tres formas esenciales de este comportamiento, que se dan ya en los animales, pero que experimentan un desarrollo sustancial en el hombre. La primera forma es el comportamiento sensorio-motor elemental. En su forma más compleja adopta la forma de conducta instintiva. Estos actos sensorio-motores e instintivos se dan también en el hombre, pero han sido relegados a un segundo plano. La segunda forma es el comportamiento perceptor. Esta forma surge con el desarrollo de los órganos complejos de los sentidos y al complicarse la actividad orientadora investigativa. Esta forma conserva un papel destacado en la actividad conciente del hombre. Estas dos formas son clasificadas como comportamiento intelectual directo, porque los animales apenas son capaces de ir más allá del campo perceptivo. Sólo en el hombre, con el surgimiento de las herramientas y del lenguaje, el carácter directo del comportamiento intelectual queda superado. En los animales la actividad intelectual se subordina por completo a la percepción, mientras que en el hombre, gracias al lenguaje, la percepción queda subordinada a la actividad intelectual. Como bien dice Luria, se opera el salto de lo sensorial a lo racional.
Con lo dicho basta. Sólo quería mostrar que los esfuerzos encaminados a la precisión conceptual sólo satisfacen su propósito con el enriquecimiento categorial.
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