Les decía el otro día que el deísmo puede ser considerado como un proceso de transición ideológica entre el teísmo, en especial el teísmo cristiano, y el ateísmo. Pero en todo periodo de transición se puede ir hacia delante o hacia atrás. A veces pensamos que el desarrollo de la ciencia y sus victorias nos empujará de forma ineluctable hacia el ateísmo, pero después no sucede así. Parece que la lucha que libran los religiosos y los ateos no sólo es una cuestión de razón, sino también y más fundamentalmente de las condiciones de la vida. Mientras sobre la faz de la tierra siga reinando la pobreza, la enfermedad y las guerras, la necesidad de la religión estará presente y su existencia será inevitable.
Debemos reconocer a la sociedad burguesa como la época histórica donde la razón se impuso sobre la superstición. Se pensaba en los orígenes de la revolución burguesa que todo lo que existía debería dar cuenta ante la razón. Todavía se sigue pensando en el imperio de la razón. Lo que sucede es que la razón puede convertirse en la justificación de dos hechos poco razonables: uno, de la extrema riqueza, y dos, de las guerras injustas. Y así fue y así es. Digamos que la razón perdió la pureza de su origen y ha quedado manchada con todo lo malo que tiene la vida.
Les transcribo unas palabras de Kant -donde la razón tiene todavía las huellas de la época feudal- que versa sobre el tema que anuncia el título de este mensaje y que he tomado de su obra Filosofía de la Historia:
“El cuarto y último paso de esa razón que eleva a los hombres muy por encima de la sociedad con los animales, consistió en que comprendió el hombre que él constituía el genuino fin de la Naturaleza y nada de lo que rebulle sobre la tierra podía hacerle en esto la competencia. La primera vez que dijo a la oveja: la piel tuya la Naturaleza no te la ha dado para ti sino para mí y se la quitó y vistió con ella (v. 21), tenía ya conciencia de su privilegio que, en virtud de su naturaleza, le colocaba por encima de todos los animales, que ya no consideraba compañeros en la creación sino como medios e instrumentos puestos a disposición de su voluntad para el logro de sus propósitos”.
Kant debe ser considerado como uno de los grandes pensadores de la razón, junto con Hegel, pero todavía esa razón estaba preñada de religiosidad. Primero, se observa en Kant su concepción teleológica del hombre: el hombre es el fin de la naturaleza; segundo, se observa igualmente su concepción religiosa de la naturaleza, cuando la escribe con mayúscula y habla de ella como un tercer ser frente al hombre y al resto de los elementos de la naturaleza, y tercero, se observa su concepción religiosa sobre el origen del hombre, cuando concibe al propio hombre y al resto de los animales como compañeros de la creación.
Cada época histórica destaca unas fuerzas frente a otras, hace de una de ellas la hegemónica, y de ese modo la humanidad avanza. Pero de todos modos la razón no es pura ni es igual a sí misma, es siempre la razón de unos hombres pertenecientes a una época histórica determinada y con las limitaciones de dicha época.
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