Algunos creen que con una nueva interpretación de la crisis daríamos pasos seguros para solucionarla. Vistas las cosas así, todo parece depender de la teoría. Pero desde hace tiempo sabemos por Marx que no se trata de producir una nueva interpretación del mundo sino de transformarlo. Si cuando se hablara de la crisis se hiciera desde la perspectiva de la transformación del mundo capitalista, entonces si estaríamos cerca de la solución. Los reformistas siguen creyendo que es posible otro mundo sin que se tomen medidas firmes en contra de las grandes fortunas y de la propiedad privada. De este modo sólo se genera en parte ilusión y en parte impotencia. Yo diría más: en muchas ocasiones, sobre todo en el ámbito de las transformaciones políticas, las ilusiones no son más que manifestaciones de la impotencia política.
Crisis del sistema capitalista
Algunos distinguen entre crisis a secas y crisis del sistema. Llaman a la actual crisis, la que se desató en 2008, crisis del sistema. Yo creo que todas las crisis que se producen en el sistema capitalista son crisis del sistema capitalista. No creo que sea acertada esa distinción entre crisis a secas y crisis del sistema. Lo que distinguen a unas crisis de otra es su envergadura: a cuanto países afecta, a cuántos sectores económicos y qué duración tiene. Lo que sí se puede decir de esta crisis es que es de enorme envergadura y que ha afectado gravemente al corazón del sistema capitalista: el sector financiero. El sistema de crédito ha sufrido un serio revés y pasarán muchos años antes de que esta situación se enderece.
La centralidad de la tasa de ganancia como causa de la crisis
Gérard Duménil y Dominique Lévy, en su obra Crisis y salida de la crisis, mantienen que la caída de la tasa de ganancia ocupa un papel central en la explicación de la crisis. Se apoyan en los siguientes datos: La tasa de ganancia que en EEUU durante el periodo 1965-1974 era del 20,7 %, cayó en el periodo 1975-1984 hasta el 15,9 %; mientras que en Europa que durante el periodo de 1965-1974 era del 19,1 %, cayó en el periodo 1975-1984 hasta el 14,1 %. Proporcionan dos series de datos más: la tasa de acumulación que durante el periodo 1965-1974 era en EEUU de 4,4 %, cayó en el periodo 1975-1984 hasta el 3,3 %; mientras que en Europa, considerando los mismos periodos, desde el 4,8 hasta el 2,3. Por último la tasa de desempleo que EEUU durante el periodo 1965-1974 era del 4,6 %, subió hasta el 7,7 %; mientras que en Europa, considerando los mismos periodos, subió del 2,1 % hasta el 6,2 %. Dado estos datos Duménil y Lévy llegan al siguiente diagnóstico: “Esta primera investigación termina, pues, afirmando un diagnóstico: la centralidad de la tasa de ganancia en la explicación de la crisis, de la pérdida de ritmo de acumulación y del ascenso del desempleo”. Dicho en forma argumental: la caída de la tasa de ganancia provoca una disminución en la tasa de acumulación y esta, a su vez, provoca, un aumento del desempleo. Esta concepción de Duménil y Lévy es compartida por una mayoría de marxistas.
La tasa de ganancia
En el libro citado Duménil y Lévy dan una explicación muy unilateral de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. La tasa de ganancia vincula todo el capital invertido –en maquinarias, instalaciones y salarios- con la ganancia total arrojada por ese capital. Conviene recordar que cuando Marx habla de ganancia incluye como partes suyas las siguientes partidas: el beneficio industrial o comercial, el interés abonado a los bancos por el capital tomado a préstamo, una parte del alquiler de la nave en concepto de renta de suelo, y todos los impuestos. Esto es muy importante tenerlo en cuenta puesto que cuando se habla que en el capital “financiarizado” ha aumentado el número de rentistas, esto no implica de ningún modo que haya disminuido la ganancia, sino que la proporción en que se reparten la ganancia el industrial, el propietario de la nave y el banquero cambia a favor de estos dos últimos.
La caída de la tasa de ganancia y el aumento de la masa de ganancia
En el capitalismo, conforme avanza en su desarrollo, la parte del capital invertido en maquinarias, instalaciones y naves aumenta proporcionalmente más que la parte invertida en salarios. Esto provoca una caída de la tasa de ganancia. Si al principio el capitalista invertía 100 millones de euros y obtenía de ganancia 20 millones de euros, la tasa de ganancia era del 20 %. Si después, con el cambio de maquinarias e instalaciones, el capitalista invierte 1000 millones de euros y obtiene una ganancia de 100 millones de euros, la tasa de ganancia ha disminuido hasta el 10 %. El lector avispado se habrá dado cuenta de una cosa: si bien la tasa de ganancia ha disminuido del 20% al 10%, la masa de ganancia ha aumentado de 20 millones a 100 millones. Esto todo el mundo lo sabe: un capital grande con una tasa de ganancia pequeña arroja más ganancia que un capital pequeño con una tasa de ganancia grande. Este aspecto, el aumento de la masa de ganancia cuando disminuye la tasa de ganancia, no es mencionado ni referido para nada por Duménil y todos los marxistas que lo secundan. Y es decisiva esta noción: Marx la repite muchísimas veces cuando explica la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. Esta es una de ellas, pág. 296 del tomo I del libro III de El Capital de la editorial Akal: “La ley de que el descenso de la cuota de ganancia ocasionado por el desarrollo de la fuerza productiva va acompañado de un aumento en la masa de ganancia, se expresa también en el hecho de que la baja en el precio de las mercancías producidas por el capital va acompañada de un aumento relativo de las masas de ganancia contenidas en ella y realizadas a través de su venta”. Si no fuera así, no tendría sentido desarrollar las fuerzas productivas. Si un capitalista viera que la renovación de su maquinaria no aumenta la masa de ganancia, entonces no realizaría tal inversión. Y repito: Duménil y Lévy señalan que la cuota de ganancia tiende a la baja, pero no señalan el otro aspecto que le acompaña: el aumento de la masa de ganancia.
Crecimiento relativo y crecimiento absoluto de las partes que componen la tasa de ganancia
Marx llama capital constante a la parte de valor invertida en maquinarias, instalaciones y edificio; y la llama constante porque durante el proceso de trabajo no ve aumentado su valor. Mientras que llama capital variable al dinero invertido en salarios, puesto que los trabajadores crean más valor del que cuestan. Habíamos dicho que en el capitalismo, conforme se desarrolla, la parte invertida en capital constante era proporcionalmente superior a la parte invertida en salarios. Pero esto no quiere decir que ocurra lo mismo en términos absolutos. Supongamos que un capitalista invierta inicialmente 80 millones de euros en capital constante –maquinarias e instalaciones- y 20 millones en salarios. Pero después, tras una renovación técnica, invierte 900 millones de euros en capital constante y 100 millones de euros en salarios. Es cierto que el capital variable respecto al capital total ha disminuido del primer periodo al segundo periodo en un 10 %, antes la proporción era 80 % de capital constante y 20 % de salarios, y ahora 90% de capital constante y 10 % de salarios. Pero en términos absolutos el capital variable, esto es, los salarios, ha aumentado de 20 millones a 100 millones. Aquí reside unos de los errores fundamentales en la explicación de la cuota de ganancia a cargo de Duménil: no tener en cuenta los datos en términos absolutos. De hecho cuando proporciona los datos nos dice que la tasa de ganancia, para el caso de EEUU, ha bajado del 20,7 % al 15,7 %, pero no nos da datos sobre si la masa de ganancia aumentó o disminuyó. Igualo sucede cuando da los datos sobre la tasa de acumulación y sobre la tasa de paro.
Las categorías económicas como medios de ocultación
Pensemos en lo que ganan los grandes directivos. Son cantidades astronómicas. Figuran como salarios. Pero por su contenido no lo son: el 80 por ciento de los sueldos de los grandes directivos deben ser considerados como ganancias, esto es, como plusvalía. Lo mismo sucede con los ingresos de los deportistas, de los actores y de los grandes periodistas. La masa de ganancia siempre es mucho más alta de la que figura en las estadísticas; y por la misma razón la masa de salarios también es menor. Pongamos otro caso de ocultación de ganancia capitalista. En la actualidad se están ejecutando muchas hipotecas. Es la oportunidad de los que tienen mucho dinero en efectivo: se hacen con bienes inmuebles pagando un 30 o 40 por ciento menos de su precio real. ¿Cómo es esto posible? Porque sus antiguos propietarios han pagado ese 30 o 40 por ciento. Dicho de otro modo: los capitalistas monetarios se apropian del trabajo ajeno, esto es, de plusvalía, de los antiguos propietarios de los inmuebles. Por lo tanto, hay distintos mecanismos económicos –las ejecuciones hipotecarias, los sueldos astronómicos, las dietas, etcétera –que hacen pasar las ganancias bajo la cubierta de otras categorías de ingreso. De ahí que masa de ganancia siempre sea superior a la que figura en los datos oficiales.
Las causas contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia
Si la caída de la tasa de ganancia desde que la explicó Marx, hacia mediado el siglo XIX, hubiese sido constante, a estas alturas e incluso desde hace ya cincuenta años la tasa de ganancia se hubiese situado en el cero por ciento e incluso por debajo del cero por ciento. Circunstancia que hubiera hecho imposible el crecimiento económico y el más mínimo desarrollo de las fuerzas productivas. Pero la práctica atestigua que no ha sido así. Luego deben haber unas causas contrarrestantes que no sólo amortigua la disminución de la tasa de ganancia sino que en algunos casos y durante algunos periodos hace que aumente. Uno de los métodos más elementales para frenar la caída de la tasa de ganancia consiste en procurar que los costos laborales bajen. ¿Cómo se logra esto? Desde hace tiempo se práctica: la deslocalización. Si bien el precio de la mano de obra en la Unión Europea es relativamente caro, no lo es en Asia. Las empresas huyen desde los lugares donde la mano de obra es cara hacia los lugares donde es barata. Hay otro método para frenar la caída de la tasa de ganancia: aumentar la jornada laboral. Si bien en las grandes empresas y en las empresas del Estado la jornada laboral se cumple a rajatabla, en la mediana y en la pequeña empresa una buena parte de los trabajadores realizan una jornada laboral de más de ocho horas de trabajo. Y cuando las cosas se ponen feas, y ahora están feas, la gente admite cobrar menos y trabajar más. Luego los periodos de crisis de presentan como épocas donde se logra frenar la caída de la tasa de ganancia mediante la disminución de los salarios y el aumento de la jornada laboral.
El desarrollo incesante de las fuerzas productivas es un rasgo esencial del capitalismo. Esto provoca que en el mismo tiempo con nuevas máquinas y los mismos obreros se elaboren más cantidad de mercancías. Circunstancia que provoca que los precios de dichas mercancías bajen. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en el campo de los ordenadores: sólo basta con pensar lo que costaba una computadora hace 20 años y lo que cuesta ahora. No en todos los sectores económicos el desarrollo de las fuerzas productivas provoca una bajada en los precios, pero en una buena parte de ellas sí. Pero al principio las empresas que llevan la iniciativa en la innovación tecnológica no bajan los precios de acuerdo con sus costos de producción, sino de acuerdo a los precios vigentes en el mercado. Circunstancia que les permite obtener superganancias. Ésta es otra de las fuerzas contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia. Como puede observar el lector hay muchas fuerzas contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia –yo aquí no las he mencionado todas –, que hace que esta se manifiesta, como muy bien dice Marx, como una tendencia y no como una ley absoluta.
La caída de la tasa de ganancia y la desvalorización del capital existente
Una de las grandes fuerzas contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia es la desvalorización del capital existente. Supongamos que haya en le mercado una máquina de hacer galletas que cuesta 500.000 euros y que produce 1000 unidades a la hora. Supongamos ahora que se produce un cambio tecnológico en esta clase de máquinas: su valor aumenta de los 500.000 a un millón de euros y su productividad aumenta de 1000 unidades a la hora a 10.000 unidades a la hora. El valor de maquinaria ha aumentado dos veces, pero la productividad ha aumentado 10 veces. ¿Qué situación provoca esta diferencia tecnológica en el mercado? La máquina que hasta ahora costaba 500.000 euros sufrirá una grave pérdida de valor y quedará reducido a lo mejor a 100.000 euros. Ya ningún inversor estaría dispuesto a hacerse con un negocio cuya maquinaria estuviera obsoleta, que su productividad estuviera diez veces por debajo de la actual tecnología. Aquí nos encontramos con una de las causas contrarrestantes más importantes de la caída de la tasa de ganancia. Habíamos dicho que el desarrollo capitalista suponía que proporcionalmente cada vez se invertía más en maquinarias e instalaciones y menos en salarios. Pero si estos cambios tecnológicos, que al principio sólo afectan a un grupo reducido de empresas, provocan la desvalorización del capital constante de la competencia, esto es, la desvalorización del valor de las maquinarias e instalaciones de la competencia, la tasa de ganancia deja de caer e incluso puede aumentar.
La caída de la tasa de ganancia como manifestación del desarrollo de las fuerzas productivas
Duménil y todos los marxistas que lo secundan le prestan mucha atención a la caída de la tasa de ganancia, pero no a la causa que lo provoca: el desarrollo incontrolado de las fuerzas productivas. Uno de los grandes males que provoca el desarrollo incontrolado de las fuerzas productivas es la desvalorización del capital existente y la destrucción del capital existente. Y cuando se desvaloriza y destruye capital, se desvaloriza la fuerza de trabajo y destruyen puestos de trabajo. Cualquier persona de sentido común puede entender la irracionalidad que supone desarrollar de forma incontrolada las fuerzas productivas. Supongamos que la sociedad tiene en su poder maquinarias con una vida útil todavía muy larga, supongamos que les queda todavía una vida útil de 10 años. Supongamos ahora, alimentado por la ciega competencia capitalista, que se hace un descubrimiento y pueden fabricarse maquinarias con una productividad veinte veces superior a la maquinaria existente. ¿Qué hacemos? En la sociedad capitalista, por imperar la propiedad privada, se fabrican esas máquinas y se ponen a la venta y las empresas en mejor situación financiera se hacen con ellas. En menos de tres años toda la maquinaria que todavía podía usarse durante 10 años deja de usarse, ya no produciría mercancías a precios competitivos, y todos los empleados necesarios para poner en movimiento esa vieja maquinaria perderían sus empleos. Por eso es tan nocivo el desarrollo incontrolado de las fuerzas productivas, porque acorta la vida útil de las maquinarias, porque desvaloriza y destruye el capital existente. El desarrollo incontrolado de las fuerzas productivas es la principal causa de la destrucción de vida y riqueza en el planeta y, por lo tanto, una de las principales causas de las crisis. Y la caída de la tasa de ganancia es sólo una manifestación de ella.
La contradicción general del capitalismo
La contradicción general del sistema capitalista estriba en que contiene la tendencia al desarrollo absoluto de las fuerzas productivas prescindiendo, por una parte, del valor del capital y de la ganancia que genera, y por otra parte, de las relaciones sociales dentro de las cuales se desenvuelve la producción capitalista. Cuando decimos de algo que es absoluto, estamos diciendo que no depende sino de sí mismo. Y por eso ese desarrollo de las fuerzas productivas es tan nocivo. Da lo mismo que las empresas tengan mucho valor o poco, que generen mucha ganancia o poca, el desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo sigue su curso inexorable, aunque suponga la destrucción de muchísimas empresas y de muchísimos puestos de trabajo. Por otra parte, hay que saber que las relaciones sociales de producción capitalistas suponen unas diferencias de clases y de poder adquisitivo muy grande. Sucede que hay grupos sociales a los que les sobra el dinero y una buena parte de él sólo lo emplean como dinero que produce interés, de manera que no es un medio para tirar del consumo y con ello incentivar la producción, mientras que hay otros grupos sociales que tienen poco dinero o ninguno y son los que tirarían del consumo y estimularían a la producción. Continuamente el incesante desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas choca con las relaciones sociales de producción establecidas entre las personas. Y por eso las crisis siempre se sucederán periódicamente en el capitalismo, con más o menos alcance, pero siempre habrá crisis y siempre se manifestarán del mismo modo: como superproducción, pero superproducción de acuerdo con las relaciones actuales de distribución de la riqueza.
Los límites del capitalismo
El carácter específico del capital hace que los capitalistas consideren el valor del capital existente como medio para la mayor valorización posible de este valor. Y en tiempos de crisis más: las dudas sobre la insolvencia de los Estados o de los particulares hace que el tipo de interés suba y, con ello, se enriquezcan aún más los capitalistas monetarios. Más de uno dirá que esto es lo normal y que no puede ser de otro modo. Y así será para quien no es capaz de pensar fuera de las relaciones de producción capitalista y los intereses de la propiedad privada. Pensemos en términos socialistas: supongamos que todo el capital monetario disponible sea de propiedad pública. Supongamos que se puedan montar empresas que no arrojen ganancias o que incluso arrojen algunas pérdidas, pero que tiene el provecho de dar trabajo a millones de personas. ¿Qué haremos? Si somos socialistas o si el mundo en su mayoría fuera socialista, montaríamos las empresas. Pero el mundo no es socialista sino capitalista: yo sólo presto dinero si me aseguran que me lo van a devolver e incrementado en una buena suma de interés. De ahí que Marx diga que el verdadero límite de la producción capitalista es el propio capital: el capital y su autovalorización se presenta como el punto de partida y la meta de la producción. La producción está al servicio de la conservación y la autovalorización del capital y no al servicio de la satisfacción y estabilidad de la sociedad. Concluye Marx: “el medio –desarrollo incondicional de las fuerzas productivas –está en constante conflicto con el fin limitado, la valorización del capital existente”. De ahí la necesidad del socialismo. Aunque su construcción es de alta complejidad y sólo sería posible si se realizara de forma simultanea en las regiones más avanzadas del mundo: en la Unión Europea y en Estados Unidos.
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