miércoles, 26 de octubre de 2011

Algunas reflexiones metodológicas

La metodología de investigación, análisis y exposición interesa a todas las ciencias. No sé si sería del todo oportuno hablar de una metodología semiótica. Soy más partidario de plantear que en todo, tanto en el terreno de la práctica como en el de la teoría, es necesario actuar con método. Sabemos así de dónde partimos, qué caminos seguimos, qué objetivos nos proponemos, e incluso podemos deshacer lo que hemos hecho.  La clave del método está en que en el quehacer no nos perdamos ni hagamos que los otros se pierdan.




Puede haber una buena investigación y la exposición no ser del todo afortunada. En ocasiones queremos decir tantas cosas de un solo objeto que terminamos desdibujándolo. Propongo que es esencial en el método de exposición decir poco o decirlo con mesura. Si adjetivamos demasiado, si sobre un sustantivo acumulamos un sinfín de adjetivos, terminamos por ocultar el sustantivo. Y peor que eso: hacemos imposible la representación clara del objeto.



Debemos dejar que el objeto reluzca y se nos presente bien destacado de todo lo que le rodea. En el objeto pueden haber cosas y aspectos importantes que debemos destacar: nos acercamos así a su esencia, a su alma, a su corazón.  (Tomen nota de lo que hecho en la última afirmación, he querido reforzar el concepto de esencia con “alma” y “corazón”. Debo saber que con este procedimiento solo añado simbología y no conocimiento. No digo que deba prohibirse esta práctica, pero si limitarla. Incluso aunque añada conocimiento, debo limitar esta tipo de práctica discursiva. Va en detrimento de la eficacia representativa.) Hemos dicho que en el objeto que estudiamos hay aspectos importantes que debemos destacar, pero en ocasiones lo cargamos de aspectos que no están en él y de ese modo lo sepultamos.  El parentesco semántico que existe entre las palabras es uno de los principales causantes de la contingencia en el pensamiento y así no permitimos que domine lo necesario. ¡Ay!, lo necesario, siempre deberíamos estar bajo su dominio.



Cualquier exposición necesita de conceptos, pero por si solo la presencia de conceptos no asegura que hemos penetrado más en el objeto. En ocasiones usamos los conceptos como revestimiento de los objetos; situamos a éstos en un plano conceptual, pero no por ello necesariamente se ven mejor. Sería más adecuado presentar las cosas antes que nada en el modo más sencillo, en el modo en el que se lo explicaríamos a una persona que no supiera nada de semiótica y por una persona que no supiera nada de semiótica. Sólo me resta recordar un pensamiento de Ilích Ulianov refiriéndose a los intelectuales: se aproximan a la realidad, no de una manera directa como hace la gente práctica, sino de un modo tortuoso. No añadamos al objeto lo que no está en el objeto y no usemos un concepto que no mejora nuestra representación del objeto.  Seamos en nuestro discursear más próximo a como cuando éramos niños: sólo decimos lo que está a plena luz.






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