Empiezo
transcribiéndoles unas ideas de Rolando Astarita contenidas en su trabajo titulado Chavismo e independencia de clase, http://rolandoastarita.wordpress.com/ :
“Como lo ponen en
evidencia los intercambios que he tenido en “Comentarios” a raíz de la nota
sobre control bonapartista, mis diferencias con la izquierda chavista son
profundas. Alguna gente se sintió ofendida porque planteé que, de hecho,
estamos en “veredas opuestas”, ideológica y políticamente, pero no hay otra
manera de decirlo. Es que hay dos visiones contrapuestas: una que hace eje en
que el movimiento obrero mantenga una actitud autónoma y hostil hacia el
conjunto de la clase dominante y el Estado. Y otra que pone el acento en
la colaboración con el proyecto del socialismo siglo XXI, dirigido desde el
Estado. En esta entrada amplío sobre qué significa un accionar
independiente, autónomo, de clase.
El fundamento
último de una estrategia política autónoma de las fuerzas del trabajo es la
conciencia de clase. En términos leninistas, conciencia de clase es conciencia del
carácter irreconciliable del antagonismo entre el capital, de conjunto, y
el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza burguesa del Estado,
de su rol en el sostenimiento de la relación de explotación, y de la
imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Este carácter del Estado no se
altera en los países dependientes (ver más abajo).
Por eso la
independencia de clase exige una actitud hostil de los explotados hacia la
clase dominante de conjunto. Es un criterio general que ordena las
orientaciones tácticas y los programas de acción. De ahí el rol de la
crítica. La crítica hacia toda forma de explotación y sujeción de los
trabajadores es la condición indispensable para avanzar en la autonomía de la
clase trabajadora. La raíz última de esta crítica es la teoría de la plusvalía
de Marx (esto es, la teoría de la explotación del trabajo por el capital). Por
esta razón no puede haber política socialista y revolucionaria sin teoría, sin
crítica, sin debates y elaboración colectiva”.
La práctica como
criterio de verdad
No es correcto
comparar una idea con un hecho práctico. No es propio de marxista y no es
científico. Hay que comparar un hecho práctico con otro hecho práctico. ¿Con
qué debemos comparar la Venezuela chavista? Rolando Astarita la compara con sus
ideas sobre el socialismo y sobre lo que a su juicio sería la verdadera
conciencia de clase. Pero en verdad se debería comparar con la realidad de su
propio país o con la realidad de los países de la Unión Europea. ¿Y qué nos
dice esa realidad? Que la izquierda radical carece de poder y que no existe
mayoría social con conciencia socialista. Todo lo contrario de lo que ocurre en
Venezuela: la izquierda radical está en el poder y hay una mayoría social con
conciencia socialista. ¿El Estado venezolano sigue siendo burgués? Pues sí. ¿Y
qué? Así es la realidad. Tiene que seguir siendo burgués porque la sociedad
sigue siendo una sociedad capitalista. Venezuela vive en una época de
transición que durará muchas decenas de años, donde luchan las tendencias
socialistas con las tendencias capitalistas. ¿Es el socialismo representado por
el chavismo el socialismo verdadero? Pues no. Pero es que el socialismo
verdadero no existe en la realidad. El socialismo verdadero solo existe como
concepto idealizado e inmaculado en la cabeza de los dogmáticos. Un rasgo
esencial del pensamiento marxista es que todo debe analizarse teniendo en cuenta
su determinación histórica. Así que el socialismo venezolano está determinado
por las peculiaridades nacionales del pueblo venezolano y por las
peculiaridades históricas de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Y
dos rasgos de esta época histórica son que el socialismo soviético dejó de
existir y que el socialismo chino sufre el duro embate de las fuerzas del
capitalismo nacional y global. La gran diferencia entre el socialismo chavista
y el socialismo que representa Rolando Astarita es que el primero es una
realidad y el segundo es un puro pensamiento.
La práctica y los
intelectuales
Yo me dedico a la
elaboración teórica. No represento ninguna fuerza social. Así que estoy muy
agradecido a todas las personas que hacen posible la existencia y la actividad
de IU. Admiro y respeto a Cayo Lara. Y no porque coincida con todas sus ideas,
sino por la fuerza social y tendencia que representa. Me parece totalmente
improcedente que desde las cuatro paredes de mi despacho dicte a IU lo que debe
hacer. En política no se habla de lo que se debe hacer sino de lo que se puede
hacer. Y lo que se puede hacer deben decidirlo los jefes de IU. Ellos tienen su
propia conciencia de lo que pueden hacer y podrán evaluar mejor que nadie lo
más conveniente para IU. Lógicamente que se equivocarán y lo harán en mil
ocasiones. Pero solo quienes están en la práctica política pueden equivocarse.
Quienes sólo se dedican a dibujar cómo debe ser el socialismo verdadero, y esta
es la tendencia que representa Rolando Astarita, no se equivocan. Puesto que
como sus ideas nunca las ponen en práctica, no hay manera de saber si están en
un error o no. Mi actividad teórica la comprendo como una actividad dirigida a
enriquecer y modificar la conciencia. No voy más allá. El problema de Rolando Astarita
es que pretende que los agentes prácticos de la izquierda radical sigan sus
ideas y directrices. Se arroga una representación que no tiene y un papel que
los otros no le han otorgado.
La conciencia de
clase
Dice Rolando
Astarita que en términos leninistas la conciencia de clase es la conciencia del
carácter irreconciliable del antagonismo entre el capital, de conjunto, y
el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza burguesa del Estado,
de su rol en el sostenimiento de la relación de explotación, y de la
imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Esta forma de expresarse es muy
anticuada. Lo peor es que le asigna a Lenin unas ideas que no son suyas, puesto
que todo lo que se saca del contexto histórico donde se produce pierde su
sentido y su vida. ¿Hay antagonismo entre los capitalistas y los trabajadores?
De forma abstracta y en algunas coyunturas históricas sí, pero en la actualidad
y en la mayor parte del planeta hay continua conciliación. A nivel económico
las empresas funcionan sobre la base de
la colaboración entre trabajo y capital, no sobre el antagonismo y la lucha. Y
a nivel político la mayoría de los trabajadores constituyen la base social de
los partidos de la derecha y de la izquierda reformista. Luego a nivel político
la conciliación y no el antagonismo entre las clases sociales es lo que manda.
Luego afirmar que la conciencia de clase
es la conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre capital y
trabajo es una idea que falta a la verdad. Puesto que en la realidad la
conciliación domina sobre el antagonismo de clase. Pertenece al socialismo de
los años sesenta pensar en la lucha de clases como la lucha principal del ser
humano, relegando la lucha por la producción a un subproducto de aquella. Cansa
el socialismo dogmático. Es un socialismo conceptualmente pobre, que vive de espalda a la realidad, y que caricaturiza
y deforma figuras políticamente tan estelares como Vladimir Ilích Ulianov y Mao
Zedong.
Desde dentro del
Estado
La gran lección
del socialismo chavista, el socialismo con peculiaridades venezolanas, es que
hay que tomar el poder del Estado burgués y ponerlo al servicio de la causa del
socialismo, sabiendo que esa toma de poder abre un periodo de transición muy
largo. Esa experiencia pone de manifiesto que se llega más lejos desde dentro
del Estado que desde fuera. La idea de destruir el Estado burgués y sustituirlo
por un nuevo y socialista ha pasado al baúl de la historia. La transición del
capitalismo al socialismo no es una época que se recorra rápida, como pensaron
en su momento Marx, Engels y Lenin, sino un periodo que durará siglos y que
estará salpicado de reveses. Y la experiencia del socialismo soviético y del
socialismo chino así lo pone de manifiesto. Creer que desde fuera, desde las
calles, desde las barricadas, se llegará al socialismo, es seguir atado a las
tácticas de lucha de clases propias de la primera mitad del siglo XIX. La
complejidad de la maquinaria del Estado moderno y de la estructura económica del
capitalismo global determina que las estrategias políticas de la clase obrera deban
ser igualmente complejas. Y esa complejidad hace imposible la idea de destruir
el Estado. Su destrucción se debe entender de un modo paulatino y que durará
siglos. De hecho los tres Estados nuevos que se crearon de forma paralela al
Estado existente, en Rusia, China y Cuba, no pudieron evitar los rasgos del
Estado burgués: ejército, policías y cárceles. Eran pretendidamente nuevos,
pero seguían siendo en esencia viejos. No se pudo acabar con la esencia de
todos los Estados: representar y ejercer
la violencia organizada. Antes se pensaba que el camino hacia el
socialismo transcurriría en dos etapas: el socialismo y el comunismo propiamente
dicho. Y se pensaba que la etapa del socialismo apenas duraría un siglo. Pero
la experiencia del socialismo real dice lo contrario y los comunistas chinos se
apercibieron de ello, afirmando que China se encuentra en la fase primera de la
primera etapa del socialismo. Perder de vista la experiencia práctica del
socialismo real y seguir hablando como lo hizo Lenin que apenas vivió la
experiencia de cinco años de socialismo real, es no pensar ni como marxista ni
como leninista. Pero es que incluso Lenin, con la poca experiencia de
socialismo que vivió, ya propuso la Nueva Economía Política, que no era otra
que el reconocimiento de que el socialismo necesita en su primera fase de la
economía mercantil y de la economía capitalista. Así que creo que muchos líderes
de la izquierda radical siguen fuera de juego y se representan un mundo que no
existe. Y las fuerzas sociales que compartan esas representaciones se seguirán
moviendo en los márgenes de la historia.
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