Respondo a
algunas ideas de Sergio Aranda, miembro del foro Filosofía y Pensamiento.
Sergio: Me parece a mí que al final de cuentas, y a pesar
de todos los análisis racionales, el mercado es quien determina el valor de la
cosas.
Francisco: Afirma Marx que el valor se realiza en el mercado.
El mercado no niega la ley del valor sino que es una parte necesaria para la
manifestación de la ley del valor. Si una mercancía no se vende, entonces su
valor no se realiza. Y en el movimiento de las cosas es necesario tanto el ser
como su realización. Algunos creen que
en la concepción económica de Marx el mercado es negado. Pero es un grave
error. El precio es la forma objetiva de existencia del valor, pero casi nunca
el precio refleja con exactitud el valor. De ahí que Marx hable del valor como
una tendencia que gravita sobre los precios. En la economía es normal la
diferencia cuantitativa entre valor y precio. Y esto es reconocido por Marx.
Sergio: El caso es que como el mercado no es nada
racional, entonces los mecanismos con que opera el mercado tampoco son
racionales.
Francisco: Los economistas burgueses luchan entre sí acerca
de si el mercado es racional o no. Los liberales consideran que lo es y no
necesita, por consiguiente, de la intervención del Estado. Los
socialdemócratas, por el contrario, consideran que el mercado sí es irracional
y necesita de la intervención del Estado.
Lo cierto es que en la realidad todos los mercados están intervenidos.
En los mercados del dinero y de los grandes productos básicos predominan las
empresas gigantes. No existe en esos mercados el mercado libre sino el
oligopolio. Así que los mercados no solo están intervenidos por el Estado sino
también por las grandes empresas. Yo no
veo el problema en la racionalidad o irracionalidad del mercado, sino en su
carácter capitalista o socialista. Mientras la riqueza tenga que ser producida
en vista del valor, y esto ocurre en el capitalismo como en el socialismo, el
mercado seguirá siendo necesario. El carácter socialista de un mercado estaría
en que ese mercado evitaría que se generaran grandes y súbitos
enriquecimientos. De todos modos forma parte de la vida, y por consiguiente del
mercado, tanto la racionalidad como la irracionalidad.
Sergio: La mayor parte de los productos y servicios que se
producen y transan no tienen nada que ver con la satisfacción de necesidades de
supervivencia, así que las personas presionan por obtener lo que quieren, no lo
que en rigor es estrictamente indispensable, de hecho no creo que nadie pueda determinar en estos tiempos
qué es lo exactamente indispensable. Luego, lo que las personas quieren,
desean, es lo que mueve los mercados y la lógica de producción, de los costos,
y la plusvalía. Todo termina por depender de algo tan subjetivo como lo que la
gente quiere.
Francisco: Lo que es estrictamente indispensable o el mínimo
de necesidades que hay que satisfacer es un producto histórico. Depende de la
nación en cuestión y de la historia de esa nación. Hoy día, por ejemplo, dentro
de las necesidades básicas que hay que
satisfacer estarían la de tener un móvil y un ordenador. El índice de pobreza
se establece de manera objetiva y depende del país en cuestión, de su renta per
cápita y de otros parámetros más.
Es agradable saber que vivimos en sociedades que
están muy por encima de las necesidades de supervivencia. Hay necesidades
básicas y necesidades superiores. Es
bueno que las sociedades sean ricas. El problema no está en que se supere el
mínimo de supervivencia, sino en que unas clases sociales viven con mucha
riqueza y otras con muy poca. También es cierto que hay necesidades superfluas
y derroche. Y todo esto, las necesidades
básicas, las superiores y las superfluas forman parte de la economía. En la
economía hay personas y son su factor clave. Y las personas tienen necesidades,
deseos y voluntad. No afecta en nada a la objetividad del valor que la gente
decida libremente lo que quiere. Ahora bien, todo no depende de lo que uno quiere.
La voluntad reside en algo muy material: en el dinero y en la riqueza que
posees. Lo que tú quieras adquirir depende del precio que tú puedas pagar. Y
hay cosas que aunque las quieras no puedes comprarlas porque no tienes el
dinero necesario. Así que todo no termina dependiendo del querer. Más bien es
lo contrario: el querer depende del dinero que tengas.
Francisco,
ResponderEliminarEn los dos artículos acerca del sueldo de la alcaldesa de Barcelona, mencionas varios asuntos importantes.
El primero es sacarle ese miserabilismo o pobreza franciscana al comunismo. Es decir, que vivir en el comunismo, no significaría vivir en la indigencia. Cuidado, porque todo ello puede deberse también a cómo le iban las cosas a la URSS, siempre teniendo en cuenta el alto coste de la militarización para oponerse a USA.
De todas formas, me surgen varias preguntas, también relacionadas con el fenómeno "PODEMOS".
El sueldo vendría dado por razones históricas y morales. Bien. ¿Quién determinaría el sueldo? Está claro que una serie de burócratas supondría la posibilidad de corruptelas; estaríamos en el caso de tener que crear una oficina que controlara a la oficina de... y así, en un bucle infinito.
Si fuera un tema asambleario, sabiendo como se desarrollan ciertas asambleas -incluidas las de PODEMOS-, siempre se elevaría una tendencia sobre otra.
Pero no nos llevemos las manos a la cabeza: en el marxismo veo más maquiavelismo o más saber hacer política que el anarquismo, pues este último piensa que por el solo hecho de reunirse, las cosas van a funcionar; en cambio el marxismo es más "práctico", expone que deber haber un Estado que decida.
Alguien podrá tachar esta opción como dictatorial. Lo es. Pero en el otro lado, está la democracia occidental en la que parece ser que ya nadie se siente representado.
Por otro lado, en el caso de ganar más dinero, o estar más repartido, aparece otra dificultad: y es el de los precios. Al aumentar la capacidad adquisitiva, como no hay de todo para todos, aparecen variaciones en los precios de los productos.
Supongamos que en los productos de primera necesidad existiera un precio máximo... ¿Y el resto?
Pero vayamos más allá. Imaginemos que educamos a nuestros ciudadanos en la satisfacción de sus necesidades auténticas -a modo de República platónica-... ¿Qué se haría con todo el dinero que sobrara?
Pongamos, para terminar, el ejemplo de Cuba, donde se dan diversas carencias materiales; pero poseen educación, sanidad... en ese país se valoran más los derechos sociales, más que los individuales. Por ello, es el Estado quién decide.