No hay ninguna ciencia que sea paradigma para el
resto de las ciencias. Cada ciencia sigue su propio camino, tiene sus propios
métodos de investigación y elabora sus conceptos de acuerdo con sus propias
condiciones inmanentes. Todas las ciencias tienen sus zonas oscuras, sus zonas
rigurosas, sus zonas de certeza y sus zonas de probabilidades. Nada es
absolutamente claro ni nada es absolutamente oscuro. Lo que es cierto bajo el
progreso de todas las ciencias es la complejidad: hay que considerar demasiados
factores en juego.
Aunque en algunas ciencias las ecuaciones
matemáticas introducen la exactitud, no hay que perder de vista que con ese
procedimiento se lleva a cabo un movimiento desde lo concreto sensible hacia la
abstracción, perdiendo con ello la visión integral. Las matemáticas y la física
son las disciplinas que más abstracciones ejecutan sobre la realidad. Así que
es un error considerar a las ciencias más abstractas como paradigmas del resto
de las ciencias. La disciplina que estudia a todas las ciencias bajo el punto
de vista general y encuentra puntos comunes entre todas ellas es la filosofía.
Solo la filosofía puede proporcionar una visión integral del ser humano.
Todos los teóricos e intelectuales en general están
acostumbrados a llevar una determinada vestimenta mental. Esta vestimenta se la
procura la esfera de saber en la cual de forma predominante ejercen su
actividad mental. Están acostumbrados a una forma específica de percibir, representar
y concebir. Y muchos cometen el error que cuando se adentran en otras esferas
de saber no se despojan de su vestimenta mental específica, queriendo encontrar
las respuestas que se adecuan a su propia experiencia. Al proceder así no se
liberan mentalmente y no cosechan los frutos teóricos que le ofrecen las otras
esferas de saber. Lo mejor, siempre que nos adentremos en otra esfera de saber,
es dejarnos ir por el autor del texto que estemos estudiando y pensar como él
lo hace. Mejoraremos nuestra percepción, nuestra representación y nuestra forma
de pensar.
No te quedes quieto. No te quedes anclado. Muévete.
Revolotea. Déjate atrapar por todas las
fuerzas cósmicas. Déjate impresionar por todas las aventuras humanas. Haz que
tu mundo interior se parezca cada vez más al siempre móvil mundo exterior. No
te quedes atrás. Salta. Y de vez en cuando retorna a la forma del ser y de la
quietud.
Muy bueno. La última parte refleja el pensamiento de muchas escuelas espirituales, por cierto.
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