La propiedad privada sobre los medios de producción
es el gran mal de la humanidad. Es cierto que genera mucha riqueza, pero
también genera mucha pobreza y mucha desigualdad. Los medios de producción
tienen un valor y se expresa en una determinada suma de dinero. Así que hablaré
de los medios de producción no bajo la condición de su existencia física, sino
bajo la condición de su existencia monetaria. Hablo entonces del capital
monetario y del dinero en general. La globalización económica ha puesto sobre
el tapete el poder inmenso del dinero por encima de cualquier otro poder,
incluso por encima del poder del Estado. La concentración del poder monetario
ha llegado a unos niveles exorbitantes y puede poner en jaque a cualquier
economía estatal. Solo un dato: los fondos de inversión y de pensiones
administran un patrimonio de 58,4 billones de euros. Para que el lector se haga
una idea precisa del poder económico de estos fondos basta decir por vía
comparativa que el PIB de España en el 2014 fue de 1.058.469 millones de euros
y que el presupuesto general del Estado ascendió a 423.231 millones de euros.
Cuando hablo de propiedad privada de los medios de
producción lo hago en el sentido del moderno socialismo, sobre todo en el modo
en que es concebido por Lenin en su obra la Nueva Economía Política y en el que
ha transcurrido la experiencia del socialismo chino desde 1978. Lenin se
percató con rapidez que el éxito del socialismo soviético dependía de la
economía mercantil y de la propiedad privada del pequeño capital. También
reconoció la necesidad que tenía el socialismo de Estado del gran capital. La
experiencia del socialismo chino también ha puesto de manifiesto que las relaciones
capitalistas de producción están lejos de su caducidad, que bajo su seno
todavía las fuerzas productivas seguirán desarrollándose de una manera notable.
El Partido Comunista de Cuba erróneamente sigue considerando cualquier forma de
existencia de la propiedad privada, incluso la de la economía individual y del
pequeño capital, como un enemigo del socialismo. Y esta vieja ideología sobre
la contradicción entre capital y trabajo ha dado como resultado un socialismo
pobre en Cuba.
Según parece hay en el mundo 43.000 compañías que
cotizan en bolsa. Todas estas empresas están intervenidas por los grandes
inversores institucionales: fondos de inversión y de pensiones, entidades de
créditos y compañías aseguradoras. Y al ser tantas las compañías, los grandes
inversores no saben qué votar cuando en la junta de accionistas se presentan
dos veces al año las propuestas económicas. Para cubrir estas necesidades han
surgidos los proxy advisor: empresas
especializadas en elaborar informes donde se recomienda qué votar. La
globalización, el hecho de que cualquier gran inversor esté presente en un
sinfín de compañías, ha hecho surgir nuevas formas de poder económico y de
apropiación de la riqueza que quedan lejos del control de los Estados y del
conocimiento de la mayoría de los ciudadanos. Los proxy advisor constituyen una de estas manifestaciones de los nuevo poderes
económicos que están surgiendo a nivel global y que representan igualmente
nuevas formas de apropiación de ingentes cantidades de dinero. Dicho de otra
forma: Los proxy advisor significan
el fortalecimiento de la propiedad privada. Advierto que no estoy en contra del
surgimiento de estas formas de actividades, pero sí de las sumas tan grandes de
dinero que ingresan. El socialismo reaccionario, del que se alimenta Podemos y una buen parte de la izquierda
radical y de la izquierda extremista, confunde la necesidad de las nuevas
formas del valor y de las nuevas formas de organización económica global con su
forma capitalista, cuyo significado esencial es la apropiación de trabajo ajeno
por infinitos modos. Los proxy advisor representan
un nuevo agente en el reparto del plusvalor y presionan a las compañías a que
los gastos que contraen con ella los revierta sobre los hombros de la población
trabajadora, las pequeñas empresas y los autónomos.
Una de estas empresas dedicadas al proxy advisor, la
Institucional Share Holder Service (ISS), controla el 80 % del negocio. Esta
empresa cubre 115 mercados, tiene 1.600 clientes y solamente 900 empleados. ¿Pueden
imaginarse cuánto pueden ganar los ejecutivos que dirigen esta empresa? Cientos
de millones de euros anuales. En pocos años serán, si no lo son ya,
inmensamente ricos. Pero les doy un dato más: ISS está en manos de Vestar Capital, un gigante del capital
riesgo. ¿Qué es el capital riesgo? La inversión que realizan los lobos
económicos en empresas que tengan un crecimiento superior a la media; de manera
que una vez que el valor de la empresa ha crecido, se retiran con beneficios
muy superiores a la media. También lo hacen con empresas en serias dificultades
económicas, como las que están en concurso de acreedores, y lo hacen pagando
solo el 50 % de lo adeudado a los proveedores. Dicho en términos marxistas: los
lobos económicos se aprovechan de las mil oportunidades del mercado global para
apropiarse de trabajo ajeno en cantidades exorbitantes. Se trata siempre de lo
mismo: utilizar los grandes mecanismos sociales, y el mercado y las grandes
compañías lo son, para ponerlos al servicio de intereses privados. Se trata no
de que lo privado sirva a lo social, sino de que lo social, lo que es colectivo
y es fruto de los esfuerzos de los muchos, sea usado como medio para el
enriquecimiento privado. Y como es evidente los proxy advisor, como todas las grandes compañías, son empresas de
carácter monopolista. Resultando que el llamado libre mercado no existe. Es una
mentira, una ilusión, un sueño al que viven agarrados el pequeño capital y los
voceros locales de sus intereses.
El mundo globalizado es un mundo donde la
interrelación entre las grandes compañías, los fondos de inversión y de
pensiones, y las entidades de créditos ha llegado a límites gigantescos y con
una complejidad tal que cada vez escapa más al control consciente de la
humanidad. Vivimos entonces bajos unas condiciones de enajenación jamás vistas.
La globalización ha supuesto y sigue suponiendo la aceleración constante de la
concentración de la propiedad. La globalización ha supuesto y supone el extremo
enriquecimiento de unos pocos a costa de los muchos. La globalización ha
supuesto y supone la primacía del capital sobre los Estados y la subversión de
la soberanía nacional. Y mientras tanto, en nuestro país, Podemos pierde sus energías “revolucionarias” en la lucha contra lo
pequeño: la corrupción, el derecho a decidir y los sueldos de los políticos.
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