domingo, 4 de febrero de 2018

Lo que nos queda después de abstraer de la mercancía su valor de uso (Crítica a Böhm-Bawerk 5)

Según Böhm-Bawerk, Marx confunde la abstracción de una circunstancia en general con la abstracción de las modalidades especiales bajo las que esta circunstancia se manifiesta. Y a este propósito en las páginas 116-117 dice lo siguiente: “También en la relación de cambio de las mercancías se hace abstracción de la modalidad específica bajo la que el valor de uso de las mercancías puede presentarse, del hecho de que la mercancía sirva para la alimentación, para el vestido, para la vivienda, etc., pero no, ni mucho menos, del hecho de que desempeñe funciones de valor de uso en general. Que no se puede hacer abstracción, pura y simplemente, de esta cualidad habría debido deducirlo el propio Marx del hecho de que no puede existir valor de cambio donde no existe valor de uso; hecho que el propio Marx se ve obligado a reconocer reiteradas veces”.


Aquí Böhm-Bawerk se luce. Su formación lógico-filosófica es baja. Podemos hablar de los conceptos y de todos los individuos que cubren el concepto. Pero Böhm-Bawerk habla de la modalidad específica y de la modalidad general del concepto de valor de uso. Dicho de forma más precisa: El economista austriaco habla del valor de uso como género y de las sillas, el suelo, los bolígrafos, los vestidos, el calzado y de todo lo que pueden ver nuestros santos ojos como especies de valor de uso. Empleemos su conceptualización. El género valor de uso debe incluir todas las especies de valor de uso. De hecho todas las especies de valor de uso constituyen la extensión del concepto de valor de uso. Si al género valor de uso le restamos o hacemos abstracción de todas sus especies, ¿qué nos queda? Pues nada. Es como si a la especie ser humano les resto todos los individuos que la constituyen. No queda nada. Así que cuando el economista austriaco afirma que si en el proceso de intercambio hacemos abstracción de la modalidad específica del valor de uso, esto es, de la totalidad de especies de valor de uso, no implica que en el intercambio el valor de uso siga desempeñando su papel en su modalidad general, comete un error lógico-filosófico de bulto. Así que repito, si al género le restamos las especies, no queda nada. El género sin las especies que la constituyen es igual a cero.

A continuación Böhm-Bawerk añade lo siguiente: “Que no se puede hacer abstracción, pura y simplemente, de esta cualidad habría debido deducirlo el propio Marx del hecho de que no puede existir valor de cambio donde no existe valor de uso; hecho que el propio Marx se ve obligado a reconocer reiteradas veces”. Al anterior error añade uno nuevo o arrastra en la nueva afirmación el error anterior. La interdependencia entre valor de uso y valor nada tiene que ver con el hecho de que en el proceso de intercambio se haga abstracción del valor de uso. Esta objeción me parece de lo más superficial y poco argumentado por parte del economista austriaco.

Y así llegamos a lo que podemos considerar la perla del arte lógico-teórico de Böhm-Bawerk. Después de aquella afirmación añade esta serie de afirmaciones y preguntas: “Pero aún más grave es el siguiente paso de la argumentación. “Si se prescinde del valor de uso de la materialidad de las mercancías –dice Marx–, solo queda en pie una cualidad, la de ser producto del trabajo”. ¿De veras? Lo pregunto hoy como hace doce años: ¿solo una cualidad? ¿No les queda además, por ejemplo, otra cualidad cómo, la de su rareza en relación con la demanda? ¿O la de ser objeto de demanda y oferta?  ¿O la de haber sido apropiadas por el hombre?  ¿O la de ser productos de la naturaleza?... ¿Y no es también común a los valores de cambio aquella propiedad que tiene de provocar gastos a un productor, propiedad que el propio Marx recuerda con tanta precisión en el tercer volumen?”. Aquí Böhm-Bawerk no solo carece del más elemental rigor teórico, sino también le falta seriedad. Cuando Marx llega a la conclusión de que lo que hay de común entre las mercancías es el gasto de fuerza de trabajo sin tener en cuenta la forma de su gasto, lo hace tras llevar a cabo un proceso de abstracción absolutamente riguroso, tras realizar una cadena de razonamientos de lo más estricto. Mientras que Böhm-Bawerk se limita a enumerar un conjunto de posibilidades y las presenta como simples afirmaciones en forma de preguntas.

Pero entremos en detalle. Afirma Böhm-Bawerk que esa común puede ser la rareza en relación con la demanda. Lo de rareza supuestamente hay que entenderlo aquí como escasez. La escasez como la abundancia son determinaciones cuantitativas de los valores de uso. No son, por tanto, determinaciones internas del valor de uso. Por otro lado, la escasez y la abundancia son términos relativos. Los ricos son personas que viven en la abundancia, mientras que los pobres viven en la escasez. Además, la escasez o la abundancia de un bien está determinado temporalmente, en los periodos de burbuja puede haber escasez de viviendas, y en los periodos de crisis puede haber exceso de viviendas en relación con la demanda. Pero repito: la rareza es una determinación cuantitativa del valor de uso. Así que si de la mercancía resto el valor de uso, debo en consecuencia retarle su determinación cuantitativa. Así que muy poca seriedad encontramos en esta primera posibilidad de la que nos habla el economista austriaco.

Nos dice Böhm-Bawerk a continuación que la cualidad común podría ser que la mercancía es objeto de demanda y oferta. La oferta es la cantidad de bienes y servicios que sus propietarios  ponen a la venta. Luego, la oferta es también una determinación cuantitativa de los valores de uso, esto es, una determinación externa. Por otro lado, del lado de la oferta están los vendedores y por el lado de la demanda están los compradores. Luego estamos hablando del proceso de intercambio, de la relación externa entre mercancía y dinero, entre vendedores y compradores. Así que carece de sentido práctico y teórico afirmar que el rasgo común de las mercancías puede ser que son objetos de la demanda y de la oferta.  Dicho de forma conclusiva: oferta y demanda no son determinaciones internas del valor de uso sino determinaciones externas.

Añade después Böhm-Bawerk que ese rasgo común podría ser igualmente que las mercancías han sido apropiadas por el hombre. ¡Qué falta de nivel teórico! La propiedad es una relación externa entre personas y cosas. Así que no puede ser presentado como un rasgo inmanente a las mercancías.

Y sigue luciéndose el afamado economista austriaco. Afirma ahora que el rasgo común a las mercancías podría ser también que son productos de la naturaleza. En esta afirmación se nota su falta de rigor y que no ha estudiado con la atención debida los conceptos de Marx. Casi al inicio de El Capital se elabora el concepto de valor de uso. Según Marx un valor de uso es una cosa que por sus propiedades puede ser útil al ser humano en distintos sentidos. Luego forma parte de su valor de uso las propiedades naturales. Si de la mercancía abstraemos su valor de uso, debemos abstraer las propiedades naturales. ¿Cómo puede decir entonces Böhm-Bawerk que el elemento común, lo que queda en las mercancías después de restar el valor de uso y donde debemos incluir las propiedades naturales, es una parte constitutiva del resto que nos queda? La respuesta es clara: no es nada riguroso.


Por último, se pregunta Böhm-Bawerk si no es también un rasgo común a los valores de cambio aquella propiedad que tienen de provocar gastos a un productor. Esto es ya para reírse. Todo lo que nosotros gastamos en producir un determinado valor de uso forma parte del valor de dicho valor de uso. Es decir, cuando nos quedamos con el valor una vez restamos el valor de uso de las mercancías, en ese valor está contenido todo lo que el capitalista ha gastado en medios de producción y salarios. Así que es un sinsentido lógico el que aquí comete Böhm-Bawerk. Le doy una alegría al lector: solo queda una entrega.

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