Cuando se deja pasar el momento de la necesaria
actuación, la excitación se torna en inhibición, lo sabroso se vuelve insípido
y el calor se transforma en gélido aíre. El exceso de conservadurismo termina
por matar el cambio de raíz. Todo vuelve a ser como al principio y la atonía se
apodera del alma.
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