Los filósofos, lingüistas y semiólogos son dados a
reflexionar sobre las relaciones entre la realidad y el lenguaje, pero cuando
lo hacen no dejan claro previamente bajo qué condiciones van a reflexionar
sobre esos dos aspectos. De manera que al no hacerlo se cuelan en sus
reflexiones concepciones metafísicas e idealistas sobre las mismas. Mi
exposición previa trata sobre estas concepciones metafísicas e idealistas. Se
presentan las cosas como si pudiéramos concebir, por una parte, la realidad sin
lenguaje, y por la otra, el lenguaje desvinculado de la realidad a la que
pertenece. Una vez establecida esta separación metafísica entre lenguaje y
realidad, se da un paso más y se alcanza el mundo del idealismo. Se afirma
ahora que el sentido reside en el lenguaje, a la que previamente se ha separado
de la realidad a la que pertenece, y se presenta la realidad, a la que se le ha
restado el lenguaje, como carente de sentido. Se llega así a la concepción
religiosa del mundo y se afirma con el apóstol Juan en el primer versículo de
su Evangelio: “En el principio era el Verbo (esto es, el Logos, el
Pensamiento), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.
¿Cómo es posible que se forme esta clase de conciencia
en los seres humanos? ¿Qué condiciones hacen posible que los seres humanos
conciban el lenguaje, el pensamiento, el Verbo, separado del mundo y con un
sentido propio? La respuesta la encontramos en estas sabias palabras de Marx
contenida en la sección Historia de La Ideología Alemana: “La división del
trabajo solo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se
separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que
es algo más y algo distinto que la
conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin
representar algo real: desde este instante, se halla la conciencia en
condiciones de emanciparse del mundo y
entregarse a la creación de la teoría “pura”,…”. Dicho de forma práctica: es en
las Universidades, en los departamentos de filosofía, semiótica y lingüística,
donde la conciencia se presenta separada de la conciencia de la práctica
existente y donde se dan la condiciones para emanciparse del mundo, y así
afirmar que el lenguaje tiene un sentido en sí mismo y que solo el lenguaje
provee de sentido a la realidad.
¿Cómo resolver entonces el problema del sentido de
la realidad y el papel del lenguaje? La realidad se compone de muchos
constituyentes interrelacionados, donde se da la interacción mutua, donde unos
aspectos modifican a otros y donde se producen cambios. Como cada constituyente
desempeña su propio papel, tanto en la posición que ocupa en el todo como en su
función, cada constituyente contribuye al sentido de conjunto que tiene la
realidad. ¿Y el lenguaje? El lenguaje, sobre todo como conciencia práctica, es
un constituyente más de la realidad y, por consiguiente, representa una parte
del sentido de la realidad y contribuye en su modalidad del ser al sentido del
conjunto de la realidad. La clave está en considerar que el lenguaje en tanto
conciencia práctica no es la que da el sentido de la realidad sino que
contribuye en su medida al sentido de la realidad. Otra cosa es el lenguaje en
tanto conciencia teórica: aquí el lenguaje sirve para expresar y conceptualizar
el sentido de la realidad.
Pero centrémonos en un caso particular para entender
mucho mejor qué debemos entender por sentido de la realidad. Escogeré un
ejemplo del mundo animal donde el lenguaje apenas tiene desarrollo y así
demostrar que la realidad no lingüística tiene sentido. Al principio no fue el
Verbo, todo lo contrario: el Verbo llegó más tarde. Hay una clase especial de
chimpancés que se alimentan de unos frutos de parecida constitución a la de las
almendras, que como todo el mundo sabe se componen de dos partes: corteza y
núcleo. El chimpancé, después de haber localizado el alimento, rompe la corteza
con una piedra, toma entre sus manos el núcleo, se lo lleva a la boca y se lo
come. Pregunta: ¿Tiene sentido lo que hace el chimpancé? Por supuesto que sí.
Para vivir el chimpancé tiene, entre otras cosas, que alimentarse. Pero el
alimento no le viene dado al chimpancé apto para el consumo, sino que tiene que
producirlo: romper la corteza. Entre la necesidad y la satisfacción media el
proceso de trabajo, una actividad conforme a un fin.
El sentido de esta realidad, el proceso que vive el
chimpancé, está constituido por todos los factores que participan en el mismo:
la necesidad, la satisfacción, las manos, la boca, la piedra, la almendra y el proceso de
trabajo, esto es, la actividad conforme a un fin. Y en todo este fenómeno de
vida no ha participado el lenguaje y no por ello carece de sentido. Lo primero que concluyo es que el sentido que
tiene esta realidad, este proceso de producción y consumo llevado a cabo por el
chimpancé, es inmanente al mismo, y no le viene dado desde fuera por el
lenguaje. Y lo segundo que afirmo es que
por medio del lenguaje en su condición de conciencia teórica, como hago yo en
esta exposición, puedo expresar y conceptualizar el sentido de dicha
realidad.
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