sábado, 26 de noviembre de 2022

El pensamiento especulativo

 

Mientras que en el lenguaje puede ocurrir cualquier cosa, romper las barreras espaciales y temporales, romper el orden y la sucesión, ignorar la fundamentación y la interdependencia entre los entes, en la realidad nada de eso es posible. Si estoy en la cama y quiero ir a la cocina, me tengo que levantar primero y atravesar el pasillo. Si estoy en mi piso, un tercero, y quiero bajar a la calle, tengo que bajar previamente las escaleras. Si estando en Las Palmas quiero estar en Bruselas, debo ir al aeropuerto y coger un avión. Si quiero ir al pasado, al tiempo de Aristóteles, no puedo hacerlo. En suma, en la realidad es imposible llegar a un punto determinado sin previamente dar pasos previos y en un orden determinado. Y todo está marcado por el tiempo, la duración, nada es instantáneo.

El pensamiento especulativo es posible gracias a todas las posibilidades que nos da el lenguaje. Pensar es hablar un con uno mismo o hablar con los demás. Con el lenguaje puedo saltar de la cama a la cocina sin atravesar el pasillo, puedo prepararme el desayuno sin usar el microondas, sin abrir la nevera para coger la leche, sin abrir el roperillo para coger los cereales, sin emplear tiempo para desayunar. Puedo saltar desde mi piso, un tercero, a la calle sin bajar las escaleras. Puedo estar en Bruselas sin coger un avión, puedo estar en la Grecia de Aristóteles, puedo estar en el polo norte sin prepararme con la vestimenta y entrenamiento adecuados. Por medio del lenguaje puedo decir: “Me levanté temprano. Desayuné. Luego paseaba por la Playa de las Canteras. Me tropecé con un amigo. Nos fuimos Bruselas. Lo pasamos maravillosamente bien”. Con el lenguaje no solo puedo romper todas las barreras espacio temporales, sino reducir al mínimo el sinfín de cosas que en la realidad están necesariamente interconectadas.  Aquí reside la esencia del lenguaje especulativo.

Hasta ahora he hablado de cosas que todo el mundo conoce, que en su vida corriente usa y percibe, pero en el lenguaje todo no es tan claro. Cuando introducimos términos científicos, propios de las matemáticas, de la biología, de la física y de la lingüística, por ejemplo, las cosas que tenemos que percibir ya no resultan tan fáciles de aprehender. La abstracción, esto es, dejar atrás muchas cosas que se perciben, empieza a dominar el pensamiento. Pero donde la abstracción llega a su máximo nivel, cuando el pensamiento llega a estar alejado de la realidad hasta extremos inauditos, es en el ámbito filosófico. Y cuando el pensamiento especulativo entra en juego haciendo uso de las categorías filosóficas, ya no es solo que podamos saltar de un espacio a otro y de un tiempo a otro con absoluta libertad, sino que además dejamos de ver, oler, tentar y oír. Con el lenguaje filosófico, sobre todo si es el lenguaje de Hegel, se pierden todos los sentidos. Si en este ámbito nos dedicamos a la especulación, no solo producimos un pensamiento desordenado sino además un pensamiento ciego. Cuanto más alto sea el nivel de abstracción en el que nos movamos, más exigentes debemos ser en el orden y en el rigor; y no debemos saltarnos ni el más leve paso.

 

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