Agradezco a todos la participación en el foro, incluido a Malime. Sin participación, sin riego y arrojo, el foro no tendría vida. Todos dependemos de todos. Y cada uno se desarrolla en lucha ideológica con el otro. Donde hay diferencia hay movimiento. Así que no hacemos mal en avivar las diferencias. Y un edificio tiene muchos lados, muchas plantas, muchas actividades. Las diferencias son, por lo tanto, diferencias de punto de vista y diferencias del lado que se ve y se atiende. Malime, por ejemplo, atiende al lado humano de la economía.
Es cierto que es esencial a la filosofía dialéctica la idea de movimiento. Y se dice: todo está movimiento, nada hay fijo, todo fluye y cambia. Y como la realidad es así, los conceptos, en tanto reflejos de la realidad, deben ser igualmente así: cambiantes, en movimiento, en flujo constante. Todo esto parece muy dialéctico, pero en verdad no lo es, puesto que se ha convertido el movimiento en la forma absoluta de la realidad. Recordemos que la principal idea de la dialéctica es concebir las cosas como unidades de contrarios. Por lo tanto, si afirmamos la realidad como movimiento, debemos afirmar su contrario igualmente como realidad: la forma del ser. Escuchemos a Marx a este propósito: “Así, pues, en el proceso de trabajo la actividad del hombre opera, a través del medio de trabajo, un cambio en el objeto de trabajo, cambio perseguido desde un principio. El proceso se extingue en el producto. El trabajo se confunde con su objeto. El trabajo se objetiva, y el objeto se elabora. Y lo que en el trabajador era dinamismo, se presenta ahora en el producto como quietud, en la forma del ser. El obrero es el tejedor y el producto el tejido”. Es evidente que la forma del ser forma parte también de la realidad, y no sólo la forma de movimiento. Pero no sólo hay que ver que la idea de movimiento supone su contrario, la idea del ser, sino además que la forma del ser es el resultado de la forma de movimiento: el trabajo se objetiva, o dicho por el lado del objeto, el objeto se elabora. Las expresiones “el trabajo se objetiva” y “el objeto se elaboran” expresan la unidad del ser y del movimiento.
Afirma Santiago que “todos los conceptos son nebulosos y no es posible diferenciar claramente entre lo vivo y lo muerto, entre lo animal y lo vegetal”. Es cierto que entre lo vivo y lo muerto hay transición y que ambos lados deben ser concebidos en unidad interna: la cosa no es que hoy estamos vivos y mañana muertos, sino que cada día morimos un poquito. Pero siendo cierto que hay transición y unidad interna entre lo vivo y lo muerto, esto no supone que no sepamos distinguir con claridad una persona viva de una persona muerta. Esta experiencia está al alcance de todos los que asisten a los entierros: se sabe con claridad quién está muerto y quiénes vivos. Poner en duda esta distinción sensible, pensemos en las madres de los iraquíes muertos, no es propio de los materialistas.
También hace Santiago esta segunda afirmación: “El concepto de mercancía también es nebuloso y nada perfilado. Es imposible determinar donde termina la idea de mercancía y donde empieza otras como el bien natural, o el dinero, que también tiene un precio de mercado”. En Marx los conceptos están rigurosamente definidos, detallados y diferenciados. La pregunta sería: ¿Cómo distinguir la mercancía del dinero si el dinero también tiene un precio? Todo esto está muy bien explicado en El Capital. Hay que distinguir con claridad el dinero como dinero del dinero como capital. Se distinguen por la forma de circular, M-D-M para el dinero como dinero y D-M-D para el dinero como capital. Pero también se distingue por la clase de mercancías que se compra con el dinero: el dinero como dinero se usa para comprar medios de consumo, y el dinero como capital se usa para comprar los factores objetivos y factores subjetivos para producir riquezas.
También queda claro en El Capital cuándo y cómo el dinero como capital se convierte en mercancía: cuando la propiedad del capital se separa de su uso. El dinero que paga el capitalista que usa el dinero como capital al propietario del dinero se llama interés, que no es más que una parte de la plusvalía. Sin duda que la expresión “precio del dinero” es irracional. Esto lo señaló Marx. Pero no debemos asombrarnos porque en Matemáticas también se habla de número irracionales y nadie pone el grito en el cielo. Se trata de saber que el precio del dinero no es más que el interés que paga quien usa el capital a su propietario. Que sea una expresión irracional no implica que aquello que expresa sea irracional, porque en verdad el contenido expresado sí es racional: el precio del dinero, el interés, no es más que una de las formas particulares de existencia de la plusvalía. El hecho de que el dinero pueda venderse como capital, esto es, como cosa cuyo uso permite apropiarse de plusvalor, lo transforma en una mercancía. Y al ser mercancía adquiere un precio.
16 de octubre de 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario