He leído varias veces el artículo de Alejandro Nadal titulado “Impedir la restauración neoliberal”. Formularé algunas valoraciones críticas. Aconsejo al lector que antes de leer este trabajo lea el de Alejandro Nadal, http://www.jornada.unam.mx/2011/07/06/opinion/031a1eco, para que así entienda mejor el sentido y alcance de mi crítica.
El neoliberalismo
Alejandro Nadal, al igual que Gérard Duménil, mantiene “que el neoliberalismo corresponde a una fase de la evolución del capitalismo, en la que la expansión del sector financiero es consecuencia de la lucha por mantener los márgenes de rentabilidad que se habían experimentado en la década de los años dorados del capitalismo (años de la posguerra)”. No estoy de acuerdo con el uso de esta terminología ni con el contenido conceptual propuesto.
El liberalismo es en términos generales la ideología de los capitalistas. Esa categoría no debería usarse para señalar una fase determinada de desarrollo del capitalismo. Y por neoliberalismo debería entenderse la resurrección de la ideología liberal ante el empuje o importancia del Estado en la economía. Mejor sería afirmar que la globalización es la última fase de desarrollo del capitalismo o del mercado mundial, la fase durante la cual no hay lugar en la tierra donde no haya penetrado el mercado. El mercado capitalista se ha hecho global o total. Y durante este desarrollo del mercado global el liberalismo ha cobrado fuerza. Así que por neoliberalismo deberíamos entender la ideología dominante entre los capitalistas en la época de la globalización.
En la definición del neoliberalismo a cargo de Alejandro Nadal incluye una mención especial al poder financiero. Se trata de destacar que en la actual fase de desarrollo del capitalismo la oligarquía financiera mundial ha cobrado fuerza. No ha podido ser de otro modo. La globalización ha sido primeramente y más que nada la globalización financiera. Lo más globalizado son las Bolsas y los mercados del dinero y de los título de valor en general. El dinero fluye de una nación a otra a velocidad de vértigo. De ahí la necesidad del control global de las finanzas. De ahí la necesidad de una fuerte alianza entre el sector reformista de la burguesía y todas las fuerzas de la izquierda transformadora y radical. El movimiento 15 M podría formar parte de esas fuerzas. No se puede evitar “la restauración” el neoliberalismos si no se fortalecen las instituciones globales, si la izquierda no cobra fuerza en esas instituciones globales. Y no cobrará esa fuerza si en sus respectivos Estados nacionales la izquierda radical sigue actuando fuera y al margen de los parlamentos.
Mercado y Estado
De momento el mundo se gobierna por Estados nacionales. No existe un Estado universal. Sí existen instituciones universales: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, la ONU, y algunas más. Ha sido este rasgo del mercado mundial, la inexistencia de un Estado universal al tiempo que la pérdida de poder de los Estados nacionales, el que ha permitido que los intereses privados de los capitalistas hayan dominado sobre los intereses públicos. En el interior de cada nación los estados son relativamente fuertes y los capitalistas no pueden actuar con una libertad sin límites, mucho menos en los países del Estado del bienestar, pero en el mercado mundial han impuesto su capricho y sus ansias sin límites de ganancia. Y este fortalecimiento de los capitalistas en el mercado global se ha ido traduciendo poco a poco en un fortalecimiento dentro de los Estados nación. Aquí es donde hay que situar una de las claves de la crisis mundial: el debilitamiento del Estado nacional sin que haya surgido un Estado universal que supedite los intereses particulares a los intereses generales. Aquí se encuentra el origen del caos y el desastre mundial. De ahí que la regionalización de la economía, como por ejemplo la formación de la Unión Europea, sea el único camino para poner freno al desmedido liberalismo del capitalista individual. De ahí igualmente la irracional de aquellos analistas y políticos que proponen acabar con la UE o la presentan como un error. Si existiendo la UE los especuladores, los representantes privados del capitalismo, tiene en jaque a los pueblos, no digamos lo que harían en caso de que la economía no estuviera regionalizada.
Apariencia y esencia
En el artículo de Alejandro Nadal, como en muchísimos otros artículos, se sigue planteando el análisis de la crisis económica desatada en 2008 como si los economistas convencionales se movieran en el mundo de las apariencias y los economistas marxistas se movieran en el mundo de las esencias, como si los primeros sólo vieran la superficie y los segundos el fondo. Creo que el error aquí es concebir la apariencia y la esencia como dos reinos independientes y no como siempre los concibió Hegel: la apariencia no es más que manifestación de la esencia. Hasta tal punto hay igualdad entre la esencia y la apariencia que en su monumental obra Ciencia de la Lógica Hegel se manifiesta en los siguientes términos: “La apariencia es, por ende, la esencia misma, pero la esencia que se halla en una determinación”.
Según los economistas convencionales la causa de la crisis estuvo en la burbuja inmobiliaria y en la desregularización financiera, a esto se llama captar la crisis según su apariencia, mientras que según una buena parte de los economistas marxistas la crisis de fondo estuvo en la caída de la tasa de ganancia y en la reducción de los costos laborales, a esto se llama captar la crisis según su esencia. Quien esté interesado en ver mi posición en torno a la caída de la tasa de ganancia y su papel en las crisis capitalistas puede leer dos trabajos que se encuentran en mi blog, bajo la etiqueta “Economía marxista” y con lo siguientes títulos: “Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia” y “La crisis y la caída de la tasa de ganancia”. http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2011/06/la-ley-de-la-tendencia-decreciente-de.html y http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2011/06/la-crisis-y-la-caida-de-la-tasa-de.html
Si las interpretaciones de la crisis se plantean en los términos en que los hace Alejandro Nadal, será muy difícil conciliar la apariencia con la esencia. Y no sólo se presentará las cosas como si el mundo estuviera dividido en dos partes irreconciliables, el mundo de las apariencias y el mundo de la esencia, sino como si los economistas convencionales y los economistas marxista vivieran en dos mundos conceptuales diferentes. Pero con la salvedad de que los economistas convencionales al moverse en el mundo de las apariencias, esto es, en el mundo práctico y más inmediato, convencen más a la gente que los discursos que sólo se mueven en medio de las esencias.
Según Marx, al menos esta es la posición que yo defiendo, la causa básica de todas las crisis capitalistas está en la contradicción entre producción y consumo, en el hecho de que en el capitalismo se produce independientemente de la capacidad de consumo de la sociedad. Cuestión distinta es cómo se manifieste en cada caso. En el caso que nos ocupa la crisis se manifestó como explosión de la burbuja inmobiliaria. Los inmuebles se compran por medio de créditos. De manera que en los compradores no debemos considerar su solvencia actual, sino la solvencia que tengan a lo largo de todo lo que dure el crédito. Lo cierto es que muchas personas en un momento determinado no pudieron afrontar el pago de la hipoteca, se echaron en la boca más de lo que podían revolver, quisieron comprar viviendas cuyos precios eran muy superiores a los que ellas podían pagar. La explosión de la burbuja inmobiliaria no es más que un modo peculiar de contradicción entre producción y consumo: se produjeron más viviendas de las que la sociedad podía comprar.
En este planteamiento, la causa aparente, el estallido de la burbuja inmobiliaria, es expresión de la causa esencial: la contradicción entre producción y consumo. En este planteamiento el mundo no se presenta dividido en dos partes irreconciliables ni los economistas convencionales se presentan viviendo en un mundo conceptual distinto al mundo conceptual de los marxistas. La única diferencia es que los marxistas luchan por transformar las relaciones de producción para adecuarlas al consumo, quieren unas relaciones de producción socialista para adecuarlas a un consumo socialista, mientras que los economistas convencionales quieren reformar las relaciones de producción para hacerlas más “racionales”, para adecuarlas al fin supuesto de la economía: la satisfacción de las necesidades humanas.
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