Yo podría decir: pensemos en un vaso. Pero así me
estaría expresando de forma general e invitaría al lector a pensar de un modo
general. Esta forma de proceder no sólo tiene el inconveniente de que nos
abstraemos de cómo son las cosas en la práctica, sino además de aislar el
objeto de las situaciones concretas a las que pertenece. El mismo error de
procedimiento se produce cuando decimos hablemos de la palabra “mesa”, de una
huella o de un gesto de enfado: naufragaremos en el ancho mar de lo general. Así que cambiemos el modo de proceder. Y diré:
piense usted, amable lector, en un vaso concreto. Vaya usted a la cocina y tome
entre sus manos un vaso. Parece que ya no es sólo un asunto de la cabeza y de
la libre imaginación y suposición, sino un asunto más práctico, han intervenido
las manos y está usted en su casa.
Reflexionemos. Ese vaso que usted ha escogido está
en el locero. Está junto a otros vasos de la misma clase y a otros vasos de
distinto diseño y tamaño. También está junto a tazas y platos. Ese vaso lo
llena usted de agua, de refresco, de leche, etcétera. Ese vaso, cuando está
sucio, está en el fregadero. Usted suele lavarlo. Ese vaso también aparece
encima de la mesa, al lado de un plato de comida, y junto a tenedores, cuchillos
y cucharas. Ese vaso estaba junto con otros vasos y otros enseres en el
comercio donde usted lo compró. Y podríamos seguir el rastro del vaso hacia
atrás, hacia su producción, y hacia delante, hacia su destrucción. Tal vez
terminamos tirándolo porque se pone amarillento o sencillamente se nos rompe
accidentalmente; y lo recogemos con la pala y el cepillo y lo tiramos a la
basura.
¡Qué diferente es pensar en un vaso de forma general
a pensarlo de forma particular! En este último caso vemos que el vaso pertenece
a un universo concreto, compuesto de otros elementos con los que está
interrelacionados, y además participa en determinados procesos prácticos: el
proceso de consumo, cuando desayunamos, almorzamos y cenamos, y el proceso de
limpieza, cuando limpiamos la loza. El vaso pertenece a un mundo orgánico,
participando de unas determinadas y precisas relaciones y participando en unos
determinados y precisos procesos prácticos.
Supongo que la familia del lector es de tres
miembros. Un padre, una madre y una hija de 15 años. Supongamos ahora que
tengamos que hacer una película sobre el vaso durante dos días. Pero haremos un
truco: por medios técnicos borraremos la presencia de los seres humanos:
veremos al vaso en el locero, viajar por los aíres hasta la mesa, cubrirse de
agua y espuma, etcétera. Esto nos daría las posibilidades semióticas del vaso:
referirse a lo que no está presente o no se ve. Supongamos ahora que hacemos
otro truco: hacemos desaparecer el vaso de la película: veremos como el padre
aparenta coger un vaso, aparenta llenarlo de agua, aparenta ponerlo en la mesa,
aparenta beberse el agua contenida en el vaso y aparenta lavarlo en el
fregadero. En este caso no sólo necesitamos hacer desaparecer el vaso sino
también la botella de agua. Esto nos daría las posibilidades semióticas
gestuales: haría referencia a lo que no está presente o lo que no se ve. Supongamos,
por último, que apagamos las luces y sólo oímos las voces de las personas que
habitan la casa. Oiremos: “Prepara la mesa. ¿Lavaste bien el vaso? ¿Ponme un
poco de zumo? Ese vaso está sucio. ¿Cuántos vasos de agua te estás tomando por
la mañana? Ponle a la niña el vaso que le trajimos de Lisboa. Estos vasos son
pequeños. El vaso se pone a la izquierda junto al tenedor. Lleva los vasos al
fregadero”. Esto nos daría las posibilidades semióticas de las palabras: su
referencia a lo que no está presente o no se ve.
Lo que observamos en los tres casos es que las
formas semióticas pertenecen a redes de relaciones y a procesos. Y tanto las
redes como los procesos están determinados espacial y temporalmente. Esto nos
da la idea clara que las semiosis están perfectamente delimitadas, que tienen
contornos definidos, que los signos viven atrapados en mundos determinados. La
semiosis ilimitada supone la concepción de un proceso de significación lineal,
mientras que la semiosis delimitada supone la concepción de un proceso de
significación de redes y procesos.
(Quisiera seguir ahondando en esta problemática,
pero otros asuntos teóricos reclaman mi atención.)
Voy empezando a leer las entradas de su blog, adentrándome a lo que parece ser una rica fuente de crítica y análisis del concepto de semiosis, para delimitarlo propiamente dentro de lo que cabe de aquellas expresiones que la determinan como una operación infinita, similar al todo vale posmodernista. Usted parece tener una opinión muy valiosa, que iré estudiando de poco en poco.
ResponderEliminarAntes de continuar, felicidades por su blog, y por la información que comparte.
Saludos