Aquí van las
palabras de Alberto Montero: “La primera cuestión que quisiera plantear es la
más básica de todas, y es que cuando hablamos del proyecto europeo, cuando
hablamos de la crisis en Europa y de las crisis del euro, nos olvidamos de lo
principal. Y es que el euro está contra la Europa en la que todas y todos
creemos. El euro es un proyecto que ha permitido a las élites económicas, tanto
industriales como financieras europeas, cooptar a la clase política tanto a
nivel europeo como estatal tanto a nivel europeo como estatal y ponerla al
servicio de un proyecto de rentabilización de los capitales en el cual la clase
trabajadora no tiene nada más que cosas que perder. Si no entendemos que la
Europa del euro no es nuestra Europa, no podremos enfrentarnos adecuadamente a
esta crisis. Plantear que hay que rescatar a Europa y rescatar al euro, y
olvidarnos de eso, es echarnos piedras sobre nuestro tejado”.
El primer error en
el que incurre Alberto Montero es que presenta como un hecho particular un
hecho que es general. Afirma que el proyecto del euro beneficia específicamente
a las élites económicas, pero en verdad cualquier mecanismo económico en el
marco de las relaciones capitalistas beneficia a las élites económicas
capitalistas: cualquier clase de moneda nacional, cualquier clase de mercado,
cualquier clase de división de trabajo, el sistema de crédito, etc. Afirma que
el poder económico coopta al poder político y lo pone a su servicio, y eso
sucede siempre: tanto en periodos de crisis como en periodos de bonanza.
El segundo error en
el que incurre Alberto Montero es que habla del euro como una cosa y no como una relación social. Acabar con el
euro no supondría de antemano mejorar las relaciones económico-sociales entre
los españoles. El dinero es la expresión última de las relaciones económico-mercantiles
de una comunidad y el euro no puede ser sino lo mismo: la expresión última de
las relaciones económico-mercantiles de las sociedades miembros de la Unión
Europea. Para acabar con el euro habría que liquidar un sinfín de relaciones
económicas entre los 501 millones de personas que constituyen dicha unión. Y como es fácil de observar esta
tarea es imposible de realizar.
El tercer error que
comete Alberto Montero es no observar que la tendencia inevitable en el mundo
actual es la regionalización de la economía. EEUU, Rusia y China ya representan
de por sí poderosas regiones económicas. El único modo en que España, Alemania,
Francia, Italia y el resto de los países miembros de la UE pueden competir con
aquellas grandes potencias es como mercado común, como moneda común, no de
forma individual. En la historia es un error mirar hacia atrás. No sólo conduce
al pesimismo sino en ocasiones a pensamientos y políticas reaccionarias.
Y el cuarto error en
el que incurre Alberto Montero es que habla de la clase obrera como una
totalidad abstracta. Dentro de la clase obrera hay que distinguir muchos
sectores y capas. En primer lugar hay que distinguir entre los que tienen un empleo
y los que están en el paro, y en segundo lugar hay que distinguir entre los que
ganan buenos y medianos sueldos y los que ganan el salario mínimo. A todos no
afecta por igual la actual crisis y todos no están del mismo modo en contra del
sistema capitalista. Sin duda que una buena parte de los sectores y capas de la
clase trabajadora mejor pagados está contenta con el sistema capitalista.
No se trata de la
Unión Europea que la izquierda radical desea, sino de la que es posible de
acuerdo con la actual correlación de las fuerzas políticas. No digo que no debamos
criticar las políticas neoliberales, pero no debemos hacerlo desde la
perspectiva de los deseos sino desde del poder político que tenemos. Y desde
ese poder la defensa de una salida del euro es pura utopía. No se trata de si
el euro es inviable, sino del poder que pueda aglutinar la izquierda para
construir una Europa liberada del poder financiero.
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