viernes, 17 de enero de 2020

¿Por qué las cosas tienen significado?


La respuesta más directa y lógica a esta pregunta sería la siguiente: porque las cosas están en el lenguaje. En el lenguaje el significado existe de forma acabada y de forma adecuada. En el resto de las cosas el significado puede existir, pero no de forma adecuada y acabada. Yo me atrevería a afirmar que el significado en las cosas existe de forma subsidiaria. Pero sigamos por donde iba.


La primera relación entre el lenguaje y las cosas se produce por medio de la función nominativa. A todas las cosas o a la mayoría de las cosas les ponemos un nombre. No podríamos hablar de las cosas si no tuvieran nombre. La relación entre la palabra que funciona como nombre y la cosa designada se presenta en principio como una relación extrínseca. Esta relación se hace explícita en los escaparates y en la publicidad o fotografías que vemos en las revistas. Pero de las cosas tenemos percepciones y representaciones, de manera que la relación nominativa de ser una relación extrínseca se transforma en una relación intrínseca. Ahora, aunque las cosas no estén presentes nosotros podemos traerlas a la memoria gracias a sus nombres. Pero, además, podemos hablar con otras personas de las cosas que no están presentes gracias a los nombres. El significado nominativo de las palabras se va cargando de información gracias a la relación perceptiva y representativa que tienen los sujetos con las cosas. Pero no entiendo esta relación perceptiva y representativa con las cosas de un modo contemplativo, sino de un modo práctico o subjetivo: las cosas las producen y las usan los seres humanos. Y cuando las producen las ponen en relación con otras cosas, por ejemplo, con los medios de trabajo, y cuando las consumen igualmente las ponen en relación con otras cosas con las que están vinculadas espacial y funcionalmente. Así a la función nominativa de las palabras, merced a la interrelación entre las cosas, se le une sus relaciones de sentido. He sustituido el concepto habitual de función nominativa por el de significado nominativo, puesto que cuando se habla de los nombres se presenta el objeto y señalándolo con el dedo los nombramos. Las cosas así presentadas nos proporcionan una relación no real entre el sujeto y el objeto designado y entre el objeto designado y otros objetos. El concepto de significado nominativo vincula el nombre con múltiples percepciones y representaciones del objeto que lo presentan en movimiento y vinculados a procesos y a otros objetos. Conforme aumenta la experiencia del sujeto con el objeto, la palabra que funciona como nombre de dicho objeto se carga de mayor cantidad de significado. Esto enriquece y desarrolla de forma notable la función representativa de las palabras.

Pero además de la función nominativa, las palabras tienen una función conceptual. Pero esta dimensión debemos considerarla en su sentido amplio vinculada al prodigioso desarrollo de las ciencias naturales, incluyendo la experimentación científica, y su aplicación tecnológica. Ahora las cosas no se presentan solo en su apariencia externa sino en sus relaciones esenciales, no solo como aspectos aislados sino como conjuntos. El reino de los conceptos es el reino de las abstracciones y de las clasificaciones. Ahora de las cosas del mundo hablamos de lo que se ve y de lo que no se ve, de lo que está presente y de lo que no está presente, del pasado y del futuro, hablamos incluso de la intemporalidad, como pueden ser todas las determinaciones matemáticas. Y al igual que el internet de las cosas supone que las cosas se doten de “sensibilidad” y envíen señales, que todas las cosas adquieran identidad y que sean objetos de la inteligencia artificial, del mismo modo la función conceptual de las palabras hace que todo forme parte inmanente del lenguaje. Gracias a todo esto, gracias a las funciones nominativas y conceptuales de las palabras, las cosas se dotan de múltiples y complejos significados. 

Hay que saber que la multiplicidad y complejidad nominativa y significativa de las palabras están estrechamente vinculadas con el desarrollo de las fuerzas productivas, con los cambios profundos y acelerados en las relaciones de producción, y con el desarrollo imparable y vertiginoso de las ciencias naturales y su aplicación tecnológica. Y frente a estos hechos también hay que constatar el pobre desarrollo de las ciencias sociales en comparación con el desarrollo de las ciencias naturales; y ahí debemos incluir a la semiótica, como expresión del hecho de que una parte importante de la humanidad todavía viva bajo el azote de la pobreza y de la guerra. Pero todo ese mundo, incluido el dilema ético entre el bien y el mal, vive en el lenguaje y hace que todo esté transido de significados profundos o conceptuales y de significados aparentes o nominativos.


1 comentario:

  1. "hay que constatar el pobre desarrollo de las ciencias sociales en comparación con el desarrollo de las ciencias naturales"

    Nunca mejor dicho. Aunque les duela a los de sociales.

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